“If it works, don't fix it”, reza el dicho inglés. “Si anda bien, no lo arregles”, se traduce. Viene al caso para analizar lo que ha sucedido esta semana con la decisión del MGAP de suspender la exportación de ganado en pie para faena próxima. La noticia sorprendió porque la decisión -que se conoció a partir de un comunicado interno del MGAP- afecta uno de los puntos más sensibles del marco de negocios actual del sector ganadero. Desde que en los años 90 se habilitó la exportación en pie, se ha generado un amplio consenso de sus virtudes, como fundamento de libertad comercial para una sana y transparente formación de precios, poniendo a los ganaderos en pie de igualdad con el resto de los actores de la cadena cárnica. Sobre esa base, el sector se ha desarrollado de manera competitiva y con crecimiento.

En efecto, aun con el gran avance de la agricultura y la forestación en las últimas décadas, el sector ganadero aumentó la producción de carne, la productividad y el valor de su producción. Las exportaciones alcanzaron niveles récord y, con los esperables vaivenes de mercado, hoy lideran las ventas al exterior del país. El valor generado en las ventas al exterior se ha trasladado fluidamente al sector productivo, como lo muestra la gráfica adjunta; el precio de exportación va en paralelo con el precio al productor.

El ministro Fratti argumentó que suspendía la exportación de ganado en pie para faena próxima ante las dificultades en la industria frigorífica, en especial por el aumento del número de trabajadores en seguro de paro. Pero la realidad del empleo en la industria frigorífica es más amplia: hay miles de trabajadores ocupados en lo que es una de las principales industrias del país, con remuneraciones que han aumentado permanentemente en las últimas dos décadas, llegando actualmente a niveles récord históricos (gráfica). Lejos de una crisis. Y los trabajadores de la industria tienen empleo porque los productores ganaderos crían más terneros, de manera cada vez más eficiente y valiosa. Sobre eso agregan su calificado trabajo en las líneas de producción, para generar cortes que se pagan hoy a excelente precios en el mercado global.

Defender el empleo industrial restringiendo las posibilidades comerciales de la base productiva es una receta comprobadamente equivocada en todas las cadenas agroindustriales, asunto que ya se saldó hace tiempo en Uruguay. Sorprendente y lamentablemente vuelve a renacer a partir de la iniciativa de un ministro con raigambre rural, que bien sabe que medidas de este tipo son un tiro por la culata: restringir al sector en su base productiva va a implicar a largo plazo tener menos dinámica Industrial y -por tanto- menos empleo y peor remunerado.
Si bien a nivel político la oposición criticó a Fratti por adherirse a supuestos reclamos de la industria, todo indica que la mayor presión al gobierno para tomar esta medida provino del lado sindical. Hay que recordar que el año pasado culminó con un conflicto bastante grave en la industria, a partir de una plataforma de reclamos del sindicato que los industriales juzgaron como imposible. Pocos meses después, algunos pequeños y medianos frigoríficos comenzaron a tener problemas y algunas llegaron a salir de la producción, lo que puso una señal de alerta. El conflicto previo se saldó con un decreto del ejecutivo que lo dio por terminado.

Al evaluar hoy la situación de la producción industrial recurriendo al indicador del Inac de Novillo Tipo, se ve que el margen bruto estimado por cada novillo faenado ha estado aumentando en los últimos años (gráfica). Con ese margen bruto la industria debe cubrir sus propios costos y obtener la ganancia a la que genuinamente aspira, la cual -contrariamente a una percepción pública tan generalizada y equivocada- es habitualmente de márgenes estrechos (algo parecido puede decirse también respecto a la percepción sobre la producción ganadera, más allá de que el último ejercicio cerró con muy buenos números). Buena parte de ese margen bruto industrial se destina -y cada vez en mayor medida- a cubrir los costos laborales. Es bueno que Uruguay pueda remunerar cada vez mejor a sus trabajadores; el problema es la productividad del trabajo: ya es recurrente el reclamo de los empresarios por una mayor productividad, mejorando no solo aspectos básicos como el presentismo, sino también mayor capacitación y regímenes de trabajo que permitan procesos más eficientes.
Por otra parte, el empleo generado por la actividad ganadera no se remite solamente a la fase industrial frigorífica, sino que hay que incorporar toda la base de producción y los servicios adjuntos, tanto en el campo como en la propia industria; además de varios otros procesos de producción vinculados a recuperos y subproductos. Y hay potencial para seguir creciendo: Uruguay podría -haciendo un mayor esfuerzo de competitividad en costos energéticos y productividad laboral- relanzar su industria curtidora, que otrora fue una de las principales del país y que hoy está bastante mermada, a pesar de algunas muy buenas empresas que siguen trabajando.
¿Y ahora?.
Entre los argumentos que planteó el ministro de Ganadería para suspender la exportación en pie de ganado para faena próxima, señaló que las exportaciones de esta categoría han tenido un aumento importante este año respecto al año pasado, y eso es lo que está dejando sin trabajo a operarios de la industria. Ese razonamiento es falaz por todo lo antedicho y, además, por la propia dinámica de precios: si los negocios se hacen de manera competitiva el precio de exportación de esos ganados está arbitrado con el precio de exportación de carne de los frigoríficos Y ese es, precisamente, el diagnóstico actual del ministerio de Economía, que fue convocado por el Presidente Yamandú Orsi a interceder para calmara las aguas, luego del rechazo de las gremiales de productores y la oposición política a la medida de Fratti.

De esta manera el gobierno intentó una marcha atrás de lo anunciado inicialmente. Sin embargo, quedó una situación poco clara: se deduce que hoy, entonces, quienes quieran concretar negocios de exportación de ganado en pie para faena próxima deben esperar el aval de Presidencia y el MEF; un entuerto innecesario y contradictorio, cuando hace tan solo una semana el propio MGAP lanzó el programa Procría, para impulsar la producción ganadera desde su base.
La liberalización de mercados y la mayor transparencia en la formación de precios exponen a los sectores a su genuina competitividad. Si ésta es robusta, como en el caso del sector cárnico, se desarrollan procesos exitosos, de crecimiento. Procesos que dejan sin trabajo no a los operarios industriales, sino a los jerarcas y reguladores con inclinaciones intervencionistas, impulsores de un activismo político inconducente y costoso. Tienen que buscar otra cosa para hacer, más productivas. Las hay: abrir mercados, facilitar las inversiones en infraestructura (caminería rural, energía, etc.). Así vendrán más terneros y trabajo para los obreros.
Lo que anda bien, no hay que arreglarlo. Lo que necesita reparación ahora es la afectada confianza en un sector que ha respondido con creces al buen clima de negocios que se instaló virtuosamente en las últimas décadas.