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El almohadón de plumas

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CAMILA_ALDABALDE

Los tratados de libre comercio entre países comienzan sin excepción con la detección de los sectores “ganadores y perdedores” del eventual acuerdo. Sin excepción también, el sector agropecuario está entre los primeros, sin interesar quién está del otro lado.

Su fortaleza no fue un don recibido del destino ni un regalo que proviene de su naturaleza, sino el producto de una salvaje selección darwiniana que viene de la historia.

Durante la mayor parte del siglo XX, el Uruguay resistió un desarrollo nacional basado en la agropecuaria, un modelo de país que el Uruguay batllista siempre lo consideró primitivo y poco deseable frente al sueño urbano de las chimeneas. De la postura se pasó a los hechos y, todo lo que vimos en estos años en el campo argentino, fue el tratamiento que recibimos durante muchos años: múltiples tipos de cambio, retenciones a las exportaciones, vedas, prohibiciones de exportar carne, animales, cueros, etc. La llegada de verdaderos liberales a posiciones de poder puso fin a esa nefasta fase de discriminación.

Pero como Aquiles, el campo tiene su talón expuesto a las flechas. La tasa de cambio real es su kriptonita verde y a su radiación ha estado expuesto el agro durante todo el siglo XXI.

La vida no es justa pero no clasifica a las personas entre estrellas y estrellados. El éxito y el fracaso se asocian mayoritariamente a lo que hacemos con la injusticia, por lo que es hora de terminar con las quejas y comenzar a enfrentar el problema.

Esa es la actitud imprescindible de los exportadores cuando ya nos han dicho de todas las formas que, no solo será nuestro escenario futuro, sino que basados en el bien común, es lo que le conviene al Uruguay. No tengo porqué dudarlo viendo la unanimidad de economistas probos, formados y que quieren lo mejor para el país. Lo dicen con la convicción propia de los profesionales que son, pero ni los responsables del atraso cambiario, ni los afectados por él, ni los comentaristas han logrado explicarlo con sencillez. He aquí la razón de la penumbra en la que estamos gobernantes y gobernados.

Evitemos el lenguaje técnico actual que en nada ha contribuido a echar luz. Ni competitividad, ni tasa de cambio, ni precios relativos. El sector exportador cobra en dólares y paga en pesos particularmente en la ganadería. Si en lugar de decir lo que pagamos en pesos lo expresamos en kilos de producto, rápidamente veríamos cuál es la luz del tablero que está en rojo. Cada año, luego de pagar los mismos pesos en impuestos, mano de obra, surtido, proveedores, nos encontraremos con que los kilos de novillo que nos quedan son cada vez menos y que los que se fueron para remunerar a otros son cada vez más. Nuestros socios se vuelven más y más pesados y podríamos vernos sorprendidos cuando todo lo que produjimos no sea suficiente para darles su parte.

No somos víctimas de una política monetaria hija de estrategias de macroeconomía, somos el producto de un brutal aumento de nuestros impuestos, independiente de los tecnicismos a los que se recurra. El atraso cambiario es producto del éxito del Uruguay, es el que mantiene a raya la inflación, nos atrae las inversiones y tiene otra cantidad de virtudes que yo al menos puedo reconocer, pero su vinculación con el aumento de la presión impositiva sobre el sector exportador no es lo que lo hace apropiado, es lo que lo hace tóxico.

Hay que dar la voz de alto a la insólita omisión de todos los gobiernos que hemos tenido. Simplemente se deberá poner un tope en la cantidad de producto que el sector aporta al estado y se deberá explícitamente volver atrás en el aumento de impuestos fijando este tope en base al precio del dólar que deberíamos tener según los fundamentos de la economía.

En el Almohadón de Pluma de Horacio Quiroga, Alicia estaba cada día más débil y anémica por lo que se la obligaba a permanecer cada día más tiempo en su cama. Cuando finalmente murió, la mucama ordenando su cuarto, encontró demasiado pesado su almohadón por lo que decidió abrirlo. Dentro se encontraba un tipo de garrapata gigante llena de la sangre de la pobre Alicia.

Los candidatos están honestamente preocupados por la competitividad perdida en el sector exportador, pero balbucean soluciones que tienen tiempos geológicos mientras nos sugieren bajar la ansiedad recostándonos sobre nuestro almohadón de plumas.

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