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Ovejero sin ovejas: ni el alma y cuero pudo con los perros

La triste renuncia de Ruffo Mariño, el productor olimareño que se va con más preguntas que respuestas

Ruffo Mariño es primero ovejero y después corriedalista, porque lleva la oveja tutuada al cuerpo y prendida al alma. O la llevaba..

Eligió el campo por convicción y lleva a la oveja tatuada al cuero. Es de esos productores que le llena el alma de vida ver parir a una oveja, porque su entorno siempre estuvo con un brete de por medio. Pero, como a tantos otros, le llegó el momento de dejar que las cosas sigan su curso, porque una vez más los perros lo dejaron sin cosecha y con las manos vacías. Prefiere dar un paso al costado y vivir un poco más tranquilo. Así que hasta acá llegó. Se va con repugnancia, rabia e impotencia y unas ganas inmensas de gritar hasta que le reviente el pecho. Pero aún dejando de criar ovejas seguirá siendo ovejero, porque lo lleva en el alma y se le ve en el cuero.

Ruffo Alberto Mariño Gayo es oriundo de Treinta y Tres y es de los que fue a caballo a la escuela. Se crió en la Quinta de Treinta y Tres, una zona allegada a Isla Patrulla, pero la familia se mudó a la ruta 18, a la zona de El Oro en donde terminó la escuela viajando en la Onda. Hizo ciclo básico y asistió a una escuela agraria. Su padre, por herencia de su abuelo, fue ovejero de toda la vida y él, por lo tanto, se crió con los ovinos. A sus 15 años tuvo sus primeras ovejas, que las negoció con la potranca hija de la petisa con la que había ido a la escuela. Así arrancó su sueño de ser criador.

Aclaró que antes que nada es ovejero, porque le gusta la oveja, sin distinción de razas, pero se crió en el entorno de la Corriedale. Con el esfuerzo acumulado de los años logró armar una cabaña y participó de muchas exposiciones. La Porfiada, le llamó.

Hace unos cuantos años, tuvo problemas con perros, que le mataron todo. “El plantel mío siempre fue un número reducido. Como productor rural, soy de los más chicos. Me mataron todo, pero arranqué de vuelta”, contó. Está vez lo hizo en el campo de un amigo, en los Cerros de Amaro, porque el campo familiar estaba en una sucesión y con el tiempo se vendió. “Hubo que vender y se fueron casi todas las ovejas, pero llevé las mejores que tenía, las de pedigree, a la casa de un amigo”, explicó.

Mariño fue parte del grupo Corriedale del Este y fue uno de los fundadores del Monumento a la Oveja. “Te estoy hablando que tenía unas 20 ovejas. La idea era no abandonar el rubro ni la cabaña, así que seguí porque lo mío no pasa por lo económico, es más lo emocional; porque hay un montón de amigos, de herencia familiar y eso genera un vínculo con gente que tenés que seguir, seguir y seguir. Es bravísimo dejar la oveja”, aseguró.

El año pasado los perros de sus vecinos le liquidaron nuevamente la producción. “De 80 ovejas que encarneramos nos habrán quedado unos 12 corderos, y teníamos un 53% de ovejas melliceras. Achicamos un poco el número, así podíamos manejarla más controlada, pero este año nos volvió a pasar…”, contó.

Lamentablemente la semana pasada los perros volvieron a visitar su predio y está vez, sí, por última vez.

“Ahora estoy bastante decidido a abandonar el rubro porque no así no da. Vivo en un estrés constante y emocionalmente se complica mucho”, lamentó profunda y sinceramente.

Fueron dos ataques y en ambos casos eran los mismos perros: los de los vecinos. Si bien agradeció y reconoció el apoyo y la disposición de la Policía y de la Seccional Cuarta de Treinta y Tres, aseguró que no hay herramientas. “No hay manera de hacer las cosas legales, es imposible. Son perros con dueño. La Policía tiene una disposición brutal, pero van al campo solo a constatar el hecho, porque nada más se puede hacer. Es ir a hablar con la gente, porque no tienen herramientas para presionar en el tema”, dijo.

Aunque el dolor es el mismo más allá de los números, le pregunté de curiosidad cuántos corderos le mataron, pero le resultó más fácil decirme los que le quedaron, que son tres: dos corderos machos y una hembra. Los tres estaban mordidos, pero los salvó. La cordera es muy buena y la tiene “Pepe”, su amigo, en la casa. Los machos los tiene Ruffo en su patio.

“Estoy bastante decidido a abandonar el rubro, abandonar la lucha. Voy a seguir difundiendo este tipo de cosas, para ver si en algún momento logramos sensibilizar al poder político, porque insisto: lo veo como una falta de voluntad”, afirmó. Al no tener herramientas para trabajar, la Policía no puede hacer nada, sostuvo. Lo corrieron de Fiscalía porque estaba yendo prácticamente todos los días, y lo que se le dijo fue que ellos están para evaluar conductas humanas y no de animales. “Alguien tiene que ser responsable de esos perros, más en este caso que son perros con dueños”, comentó.

“Tengo una pelea constante con los animalistas, porque quiero que entiendan mi postura. Entiendo que la culpa no es de los perros, pero la única herramienta que tengo es salir a matarlos. Es desgraciado, pero es así”, lamentó.

Habló también de la necesidad de que el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca o el Instituto de Bienestar Animal, o a quién le corresponda, saque una normativa que regule el tema y que le permita al productor seguir operando. También habló de castraciones. Aseguró que es un avance y que es muy positivo para reducir la población, pero lamentó que es un tema de muy largo plazo y que en el camino van a quedar muchos productores.

“Eso que es lo que nosotros queremos evitar, no sé cómo implementarlo. Creo que conversando entre todos tiene que salir alguna medida que castigue al dueño de los perros o que la Policía tenga una herramienta para poder ajustar un poco este tema”, indicó.

“Me gustaría decirle a los productores ovejeros que no se entreguen, así como me estoy entregando yo. Yo no vivo en el predio, entonces se me complica mucho poder cuidar a los animales, pero decirle a los productores que traten de seguir, porque la oveja es historia en el país. A uno le duele mucho ver productores que se están yendo del rubro todos los días. A corto plazo pienso que van a haber zonas en donde la oveja va a pasar a la historia. Mi idea es ir conservando alguna ovejita por ahí en la casa de algún amigo, por si algún día aparecen las condiciones de poder seguir criando”, expresó.

El productor pidió al gobierno una “medida urgente” o, al menos, sentarse a conversar con el fin de lograr algo. “Tenemos ejemplos fuera de Uruguay que lo hicieron bien, pero no midieron los costos electorales ni los costos políticos. Se hizo y funcionó”, cerró.

Además, sostuvo que en su departamento, Treinta y Tres, “no se ha tocado el tema”. “No sé si la Intendencia no tiene gente capacitada para el tema o qué es lo que pasa, pero acá este tema a nivel gubernamental no se ha tocado. Los productores estamos dispuestos a seguir luchando y a colaborar en todo lo que se pueda, porque ninguno quiere dejar. Tenemos que poner un poquito de todos, no puede ser que pese mucho más un colectivo de animalistas, o como le quieras llamar, que se le otorga prensa a un montón de cosas que están llevando a la decadencia de la sociedad uruguaya, y a la producción que le hace daño se lo mira con otra lupa”, cerró.

El juez, las viejas y el cura, y ahora los perros

Hubiera sido jugador de fútbol, pero ni de gurí patee una pelota; hubiera sido bolichero, pero no me entusiasmaba estar esperando que alguien entre por algo; podría haber sido profesional, y tampoco...

Me tironeaba el campo. A mí me gustaba el campo, el bicherío. Me gusta el campo. Y por lo consiguiente traigo la oveja tatuada al cuero. Tan así, que amo lo que hago sin medir costos, porque todos sabemos que el rubro ovino tiene sus contras, pero aun así me apasiona. Ver parir una oveja, en lo personal, es de las cosas que me llena el alma, de vida, de esperanza, de satisfacción y sueños a futuro. Porque mi familia y amigos han sido siempre entorno a la oveja y brete de por medio, entonces es muy triste desprenderse de lo poco que se tenga que otorgue valores y satisfacción.

Debido a mi pasión por la oveja primero, y con la cabaña después, he sido persona de consulta para algunos criadores, cosa que me llena de orgullo, por lo que hago y soy. Pero llegó el momento de dejar que las cosas sigan su curso…

Una vida de trabajo, sacrificio y privaciones que solo al damnificado le pueden significar algo. Otra vez y por varias veces los perros nos dejan sin cosecha, un año más con las manos vacías.

Hasta aquí llegué, no me siento capaz de seguir y no por jodido -porque a esta altura de mi vida ya poco me asusta- sino por miedo de no responder por ciertos actos de la conducta humana. Porque tengo la sangre arriba del ojo, de caliente, de pedir algún tipo de justicia para aquellos que dejan pedazos de la vida cuidando de su rebaño. Prefiero dar un paso al costado y vivir un poco más tranquilo, como hacen aquellos que no se estresan por nada y viven esperando que otro sude pa’ que caiga la gotera.

Aquí seguiré esperando que algún día el productor ovejero ocupe el lugar que le corresponde y aquellos que viven de nuestra plata nos respeten y cuiden como corresponde.

Porque estamos obligados como sociedad a cuidar el trabajo de los demás, más si cobran por hacerlo. Deberían predicar con el ejemplo, pero por el contrario, el sistema político de nuestro país no es más que un montón de incapaces que sólo han engordado sus bolsillos con nuestro trabajo y nuestra plata.

A dónde habrá ido a parar aquello de que el Uruguay se salva con el agro o con él perece, porque aquí los únicos que perecen son los productores chicos, los cuales terminan yéndose a vivir en la orilla de algún pueblo, en alguna casita modesta, que en el mejor de los casos será lo que le permitan los ahorros de toda sus vida. Y allí sentarse, con algún cuzco o gato lambeta entre las patas, esperando la carroza pa dar el último viaje.

Es triste y desgraciado, pero lo vemos todos los días.

¡Y a quién carajo puede importarle! Si son 4 o 5 y ni siquiera llegaron a ser empresarios y jamás tuvieron nada que se pudiera inaugurar y sacarse fotos. Ni tan siquiera algún politiquillo lambeta y embustero les dio una mano aunque fuera en el afán de conseguir un voto más.

Solo puedo sentir repugnancia, rabia e impotencia junto con unas ganas inmensas de putear hasta que se me reviente el pecho.

Somos un país agropecuario sin consciencia agropecuaria y sin una justicia y un sistema que se juegue por los tantos y tantos que confiaron en que ya vendrá una solución.

Pero que solución mi gente, si los poquitos que somos ni siquiera movemos la aguja de un padrón electoral.

Hoy me tomé un minuto para pasar por el monumento a la oveja. Allí, como mojón clavado dando señal de que allí hubo algo tan importante para el país permitiendo algo de tal magnitud. Es el mismo que sacamos adelante con tanto sacrificio y me hice mil preguntas en tan poco tiempo. Mi única respuesta fue una pregunta más. ¿Habrá sido tan al pedo? Ojalá que no.

Porque aún dejando de criar ovejas voy a seguir siendo ovejero, lo llevo en el alma y se me ve en el cuero. ¡Como no! Y no lo verán sólo si no me analizan.

En la vida todo tiene un principio y un final.

Cuando nos demos cuenta que el tema de los perros se nos fue de las manos, ojalá no sea demasiado tarde para algunos de los desperdigados que quedan.

Por mientras me traje una oveja parida pal’ fondo de casa para poder ver todos los días que no fue tan al pedo.

Nos hemos ido gastando de a uno, pero por montones esperando una ley, una mísera ley que nos ampare y que nos permita seguir.

En mi caso son perros con dueño, de mal linderos, porque en el campo la palabra vecino es sagrada. Y las muchas denuncias las puede ver quien quiera en la comisaría de la cuarta, de Treinta y Tres.

No tenemos ni una sola herramienta que no sea la ilegalidad para tratar de solucionar en algo y va contra todas las leyes, las de Dios y las de los hombres, y así no se puede.

Como dije es mejor hacer un paso al costado y vivir con la consciencia tranquila de que no es uno el que falla sino el sistema .

Me canse de ver panoramas tristes y desoladores, a tal punto que no voy a criar más. Seguiré siendo un ovejero sin ovejas, pero es lo que soy .

Porque amo la profesión y es lo que me abrió muchas puertas en la vida y me permitió cosechar un montón de amigos y compartir con personas que ni siquiera les alcancé a decir lo que disfrute de su compañía junto a la oveja.

A todos mil gracias.

Un abrazo de dos vueltas a los que lo entiendan y los que no fue porque nunca me analizaron, porque es un sentimiento que no es tan difícil de comprender.

Ruffo Mariño

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

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