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Avances y amenazas para los agronegocios

El desempeño exportador -con los agronegocios como protagonistas- viene siendo bueno, pero Trump sacudió la región con su amenaza a Brasil. Fronteras adentro, persisten los problemas de competitividad.

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Ha sido una semana particularmente movida para el contexto en el que se desempeñan los agronegocios. Ciertamente la noticia de mayor impacto en las últimas jornadas ha sido el anuncio del presidente estadounidense Donald Trump de que impondrá una tarifa de 50% a las importaciones de productos brasileños, a partir del primero de agosto, si Brasil no se aviene a negociar un acuerdo que Trump considere favorable para su país.

La carta en que Trump anuncia esta decisión, dirigida al presidente brasileño Lula da Silva, introduce asuntos netamente políticos; en concreto, una defensa del expresidente Bolsonaro y un cuestionamiento directo a la justicia brasileña por -según considera Trump- perseguir y censurar a las empresas tecnológicas y de redes sociales estadounidenses en Brasil. Hay quienes estiman que es poco probable que el extremo de un 50% de aranceles se concrete, pero los empresarios brasileños están en shock y ya adelantan producción para colocar antes de agosto; según reporta TV Globo, esto ha llevado a un aumento en el costo de los fletes para embarques próximos y hay empresas que, incluso, piensan trasladar producción a EEUU (justo lo que quiere Trump).

Lula respondió que va a negociar, pero si la negociación no llega a buen puerto establecerá reciprocidad arancelaria con Estados Unidos, con tasas también del 50% a los productos estadounidenses. Hasta ahora Donald Trump ha utilizado lo que ya en la jerga diplomática se alude como “bullying arancelario” para llevar a los países a una mesa de negociación. Lo ha logrado con el Reino Unido y con Vietnam y tiene pendiente cerrar un acuerdo con China, su principal desafío.

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¿Y Uruguay? Si bien el asunto no ha tenido impacto directo, está la sensación de que “las balas pican cerca”. Desde que comenzó la administración Orsi, ya con la guerra comercial de Trump desatada, el enfoque del gobierno era: “no hagan olas”. Se planteó no hacer mucho aspaviento, para no provocar a la fiera. Pero esto, obviamente, tiene un límite: Uruguay tiene tareas para hacer en sus relaciones externas y el comercio exterior; además -inevitablemente- el Frente Amplio tiene sus afinidades. La presencia de Orsi en la cumbre del BRICS es un gesto de respaldo a Lula, más allá de que tuvo un sentido muy práctico de acercarse a países importantes. La reunión con el primer ministro de India, Narendra Modi, fue especialmente valiosa. Son puertas que hay que abrir; su impacto comercial y político efectivo puede no ser inmediato, pero muy relevante. En cualquier caso, no ha faltado pragmatismo: días antes hubo una reunión muy importante con el presidente argentino Javier Milei.

En un plano más concreto, el conflicto EEUU-Brasil puede tener fuerte impacto en el comercio cárnico. Brasil es importante proveedor de carne a EEUU (el 16% de lo que importan los estadounidenses), al tiempo que, para Brasil, EEUU es el segundo destino, aunque muy detrás de China: de un total de 2,9 millones de toneladas de carne exportadas el año pasado, más de 45% fue a China, mientras EEUU se llevó cerca de 8%. En monto EEUU sube a más de 10%, por el mayor valor por tonelada exportada.

El arancel del 50% puede causar cambios relevantes, con un eventual giro de Brasil a colocar más en China (obviamente, a menor precio). Pero hasta ahora todo es especulación. Lo cierto es que, para los que hacen negocios, son días de muchas llamadas y poco sueño. La reunión del viernes de la MICA (importadores de carne de EEUU) fue particularmente intensa y, entre otros puntos, se intentaban aclarar las fechas del eventual nuevo arancel, ante la ausencia -hasta ese momento- de documentos oficiales.

Si entrara en vigencia un arancel del 50% a la carne brasileña, se encarecería aún más la carne en el mercado interno estadounidense, aún cuando EEUU pueda compensar con carne de otros orígenes. En un razonamiento simplista, esto puede reportar una oportunidad para Uruguay, pero me afilio más a una visión preocupada por un mercado cárnico en el que -con estas decisiones discrecionales e imprevisibles del gobierno estadounidense- se complica el desarrollo de negocios a largo plazo.

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El componente ideológico del embate de Trump contra Brasil puede tener su réplica positiva para Argentina, donde se especula que se defina una baja arancelaria para que ingrese carne argentina al mercado estadounidense en condiciones más favorables. Eso sí sería una amenaza importante para Uruguay, aunque no desconocida. En cualquier caso, sería contradictorio quejarse: el histórico aumento en el precio de la carne vacuna en EEUU es una de las principales razones por las que la ganadería uruguaya cerró un ejercicio 2024/25 excelente.

Fronteras adentro.

Mientras el panorama global sigue dando sorpresas, en el plano local también hubo novedades importantes, tanto a nivel sectorial como en la macroeconomía. Como era esperado, el Banco Central (BCU) bajó la Tasa de Política Monetaria (TPM), en la medida que la inflación y sus expectativas han venido descendiendo (gráfica). La baja fue de un cuarto de punto porcentual, escasa para los reclamos que se vienen haciendo desde el sector agropecuario. Parece claro que el BCU quiere guardarse algunas balas para seguir la batalla contra la inflación y deja cierto margen para -como dice su propio comunicado- definir nuevos descensos en los próximos meses, si la inflación sigue bajando.

Con la baja en la tasa y la suba en el exterior, el dólar viene mostrando una corrección al alza en lo que va de julio, después de la fuerte caída del mes anterior. A su vez, las tasas de interés en pesos de las letras del BCU bajaron (la tasa a 1 año está debajo de 9%) y eso le da algo más de espacio al tipo de cambio para subir. De todas formas, la política monetaria sigue siendo contractiva.

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Más allá de la política monetaria, el camino para aumentar la competitividad, las inversiones y el empleo también se da en otros terrenos. El ministerio de Economía presentó esta semana un paquete de medidas para bajar costos al comercio exterior y las inversiones, reduciendo y eliminando gravámenes y simplificando trámites varios a distintos niveles. Estima un ahorro anual de unos U$S 20 millones, además del impacto agregado de la facilitación de los procesos, difícil de medir pero tanto o más importante para el desarrollo de los negocios.

Dentro de las propuestas se incluye una baja del 20% en la tasa del LATU, la eliminación de la insólita tasa ANSE de servicios de estiba a las importaciones marítimas (hace décadas que no existen más), y también la digitalización de los permisos sanitarios para las importaciones de frutas y verduras, tema sensible para el sector granjero pero un mecanismo que encarece el precio de los productos de granja en el mercado local. La medida, al menos, lo hará más transparente.

Entre el empresariado no solo se ven bien las medidas en sí mismas, sino también la intención del equipo económico de propender a un mejor clima de negocios. Sin embargo, todavía hay mucho para avanzar: en términos de apertura, está pendiente una revisión a la baja de la tasa consular (5% para importaciones de extra zona, 3% para Mercosur); pero claro: esto implicaría una resignación de ingresos estatales que hoy está fuera de consideración, dada la delicada situación fiscal (ingresan U$S 1.000 millones por aportes de comercio exterior). Es que allí está uno de los problemas clave de competitividad: con un gasto estatal alto y rígido, es complicado ir a fondo en la construcción de una dinámica más competitiva.

Vinculado a esto, hay un asunto que el propio BCU menciona en el comunicado que informó la baja en la tasa de interés: tiene una especial preocupación por la evolución de los precios de los no transables, es decir, de los servicios locales. En concreto, dice que “persiste la rigidez en la evolución de los precios de los bienes y servicios no transables”.

Si el proceso de baja de la inflación abre una brecha entre los precios de los no transables y de los transables, se agudiza el problema de competitividad (atraso cambiario). Según los datos de CPA Ferrere, los precios no transables subieron 5,7% en el último año, frente a un 5,3% de los transables (excluyen tarifas, y frutas y verduras).

Por todo esto, es importante ver qué pasa con las negociaciones salariales, donde es clave poder incorporar las particularidades que tienen los agronegocios con su zafralidad, las recurrentes nuevas exigencias de los mercados externos, y las necesidades de inversión y reconversión para mantener la competitividad. Lo que ha hecho el sindicato de Conaprole es justo lo opuesto al rumbo necesario: la cooperativa plantea un proceso responsable para el cierre de la planta de Rivera (procesa 16.000 litros diarios para leche sachet, cuyo consumo viene bajando), con seguro de paro hasta junio de 2026, compensación adicional, y posibilidad de reubicación en otras plantas o retiro incentivado. El sindicato paró, se perdió leche y puso a buena parte de la cadena láctea en riesgo. Un disparate solo superado por la gravísima situación de la pesca. Quienes deberían defender el empleo, lo están socavando.

El desempeño del Uruguay en términos de comercio exterior viene siendo bueno, como lo muestran los últimos datos de la cuenta corriente (gráficas); tanto en bienes como en servicios se están registrando buenos niveles de intercambio con saldo positivo. Pero todo indica que el camino adelante viene en repecho, con un segundo semestre que se perfila más complejo. Así, más allá de la genuina aspiración a mejorar los ingresos, hay que cuidar los puestos de trabajo formales y la actividad. Lo primero no se consolidará sin lo segundo.

El valor medio de la carne vacuna exportada en el ejercicio fue US$ 4.626, un 14,1% superior al de un año atrás y ello se trasladó a los precios internos.

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