Publicidad

La otra cara del monte: cómo la forestación cambia la vida en el interior del país

Un estudio sin precedentes muestra que la cadena forestal-maderera no solo genera empleo e inversión, sino también mayor felicidad, arraigo y esperanza de futuro en las comunidades rurales

Forestación, madera
Madera.
Foto: Archivo El País

En un país históricamente marcado por la migración desde el campo hacia las ciudades, la consolidación de una actividad capaz de revertir esa tendencia no es un dato menor. La cadena forestal-maderera en Uruguay ha sido durante décadas objeto de debate, pero por primera vez, un estudio sistemático demuestra que su impacto va mucho más allá de lo económico: mejora la vida de las personas.

El Estudio de Impacto Socioeconómico de la Cadena Forestal-Maderera, elaborado por Equipos Consultores para el Centro Tecnológico Forestal Maderero (CTFM) con financiamiento de la ANII, confirma que la presencia del sector genera comunidades con mejores condiciones sociales, más empleo formal, mayor felicidad y un fuerte sentido de arraigo territorial.

“Este estudio confirma lo que los forestales veíamos hace tiempo: las localidades vinculadas al sector están mejor, la gente se quiere quedar y siente que sus hijos pueden construir un futuro ahí”, resumió emocionada Inés Bocage, coordinadora del CTFM.

Más que empleo

El estudio -realizado durante más de seis meses- combinó encuestas a hogares y empresas, entrevistas a referentes territoriales y análisis de datos oficiales. Para evaluar los impactos, se eligieron tres regiones con fuerte presencia forestal y se las comparó con otras sin actividad del rubro, aplicando un diseño cuasi-experimental.

“No se trató solo de medir ingresos o empleo. Quisimos saber cómo viven las personas, cómo perciben su calidad de vida, qué esperan para sus hijos, si sienten que pueden quedarse en su comunidad”, explicó María Julia Acosta, directora de Desarrollo Social de Equipos Consultores.

forestacion.jpg

Los resultados revelan que las localidades forestales presentan: un mayor acceso a bienes y servicios, un mejor percepción de bienestar subjetivo, una mayor confianza interpersonal, más satisfacción con la vida y también más deseo de que los hijos permanezcan en la zona.

Estos resultados sugieren un cambio cultural profundo. “Estos indicadores son muy difíciles de mover, porque dependen de procesos largos y sostenidos. Sin embargo, en las localidades forestales observamos mejores niveles de felicidad y confianza que en zonas no vinculadas a la cadena”, remarcó Acosta.

Un derrame real

Actualmente, se estima que unas 35.000 personas trabajan directa o indirectamente en la cadena forestal-maderera. Pero el estudio fue más allá de las cifras: exploró cómo se vive ese empleo.

Se detectaron altos niveles de formalización, mejores ingresos en comparación con otras actividades rurales y una creciente profesionalización. También se identificó una percepción de orgullo en los trabajadores del sector.

“El impacto del sector forestal no se mide solo en toneladas de celulosa o millones exportados. Se mide en niños que pueden estudiar en su localidad, en familias que no emigran, en trabajadores que sienten orgullo por su tarea. Ese es el verdadero derrame del monte”, señaló Bocage.

Uno de los hallazgos más relevantes fue la heterogeneidad dentro del propio sector. Mientras los trabajadores de plantas industriales presentan altos niveles educativos, buenos salarios y empleo formal, otros eslabones -como la producción de leña o la carpintería artesanal- siguen mostrando informalidad y condiciones laborales precarias.

“Esto rompe con la idea de un sector homogéneo. Hay que pensar políticas diferenciadas para fortalecer aquellos eslabones más débiles”, planteó Acosta.

El relevamiento también incluyó una encuesta a empresas de diferentes rubros, dentro y fuera de la cadena. Se analizó el impacto percibido del sector forestal en empleo, inversión e ingresos.

“El resultado fue contundente: en los departamentos con fuerte presencia forestal, las empresas perciben un impacto claramente superior del sector en todas las dimensiones”, indicó Alejandro Cavallo, director de consultoría económica de Equipos.

A diferencia de sectores más volátiles como el turismo o la construcción, la forestación genera una demanda estable y continua de servicios, transporte e insumos.

“Las plantas no pueden detenerse. Eso genera una dinámica de inversión constante”, añadió Cavallo.

El papel del CTFM

El Centro Tecnológico Forestal Maderero (CTFM), con sede en Tacuarembó, se posiciona como un actor clave en esta transformación. Con 19 técnicos propios y vínculos con instituciones como la Udelar, la UTU, el LATU y empresas privadas, el CTFM articula ciencia y producción.

Desde allí se impulsan proyectos de innovación, capacitaciones técnicas, ensayos de productos y mejoras en los estándares del sector.

“Tenemos que capitalizar estos resultados para seguir construyendo desarrollo, con mayor valor agregado, más innovación y mejor llegada a los territorios”, remarcó Bocage.

El CTFM no solo mejora las capacidades del sector forestal; también promueve redes interinstitucionales y acceso local a tecnología y conocimiento, especialmente en regiones donde históricamente no existía infraestructura de este tipo.

Forestación, sector forestal, madera

El estudio también identifica dos desafíos clave para el futuro. El primero: fortalecer la formación técnica en zonas forestales, especialmente para jóvenes. Y, el segundo: mejorar la comunicación sobre los aportes ambientales del sector, como la captura de carbono o la gestión sostenible del recurso, aspectos poco conocidos por la población.

Desde el CTFM ya se están delineando nuevas líneas de trabajo que atiendan estas necesidades. “Este estudio nos deja una hoja de ruta. Ahora sabemos qué hacer y dónde reforzar”, destacó Bocage.

Además, Acosta subrayó la importancia de contar con una línea de base: “Esto es una foto del 2024, pero puede ser el inicio de una serie que nos permita monitorear cómo evoluciona el impacto del sector en el tiempo”.

Política pública fructífera

La política forestal en Uruguay comenzó a gestarse en la década de 1980 y se consolidó en los años 90 con la Ley Forestal. Hoy, con tres plantas de celulosa, cientos de aserraderos y un mercado de exportación consolidado, el sector representa entre el 2% y el 8% del PIB.

“Lo que este estudio viene a hacer es validar con evidencia lo que ya se intuía desde los datos económicos: que el derrame existe, que hay un impacto real en la vida de las personas y que el sector forestal ha contribuido a revertir procesos de vaciamiento del interior”, concluyó Cavallo.

Género y empleo en el sector forestal

El informe incorpora una mirada específica sobre género y revela que, si bien la cadena forestal-maderera continúa siendo un ámbito principalmente masculino, se están dando pasos hacia una mayor inclusión de mujeres, especialmente en áreas técnicas, administrativas y de investigación. En zonas de influencia forestal se constataron mayores niveles de empleo femenino formal en comparación con zonas no forestales, lo que sugiere que el sector puede ser una vía para promover la equidad laboral. Sin embargo, persisten brechas importantes en los eslabones más operativos y rurales, donde las mujeres tienen menor presencia.

El desafío es consolidar políticas de género activas dentro del sector, generar formación específica y visibilizar los aportes de las mujeres en todos los niveles de la cadena. El informe destaca que la inclusión de mujeres en el sector aporta no solo diversidad, sino también mejoras en el clima laboral y la eficiencia. Se advierte que aún persisten barreras culturales y prácticas que dificultan su participación plena, especialmente en tareas operativas y en zonas rurales.

Licenciada en Comunicación por la Universidad ORT (2017) y máster en Dirección de Comunicación Corporativa (2024). Desde agosto de 2020 forma parte del equipo de Rurales El País. Actualmente colabora con la revista de la Asociación Rural y produce el programa #HablemosdeAgro, que se emite los domingos por Canal 10. Además, acompaña a empresas del sector agropecuario en el diseño y la implementación de sus estrategias de comunicación. Anteriormente trabajó como periodista agropecuaria en El Observador y fue productora del programa radial Valor Agregado, en radio Carve.

Publicidad

Publicidad