La pandemia de coronavirus avanza de forma rápida y muy preocupante, y encontró a Uruguay con la guardia baja. Contenerla es clave para que la economía –que venía retomando ritmo- no se resienta de forma grave. La agricultura dará una buena mano, con más cosechas y exportaciones.
Por Nicolás Lussich, Ing. Agr. MBA
La pandemia de Coronavirus entró en su peor etapa en Uruguay, justo cuando las empresas que elaboran vacunas están a las puertas de su aplicación. Parece una nueva confirmación de que en Uruguay todo llega un poco más tarde, aunque esto puede ser injusto: la sociedad uruguaya y el gobierno lograron contener el primer embate con gran eficacia.
Sin embargo, es posible que cierta autocomplacencia, la propia estacionalidad de la actividad en Uruguay (mucho mayor en el último trimestre) y la decisión consciente de mantener la actividad económica y recomponerla lo más rápido posible luego de la llegada del virus, hayan coincidido para facilitar esta nueva ola de contagios, que preocupa.
Manteniendo la apelación a la “libertad responsable” y el objetivo de mantener la economía andando, se tomaron algunas medidas que –de todas formas- van a afectar a algunos sectores como la gastronomía (los establecimientos deben cerrar a las 12 de la noche) y el deporte (suspensión de actividades bajo techo). Para todas las empresas (incluyendo las agroindustriales y de servicios agropecuarios), el regreso al teletrabajo en la mayor medida posible implica un nuevo esfuerzo, pero es razonable si se quiere contener el virus. Más allá de esto, para el agro el escenario no tiene un cambio sustancial, siempre y cuando la ola de contagios logre contenerse.
En marcha. Mientras la batalla contra el Coronavirus sigue –la vacuna llegará, pero no será una solución automática- los agroexportadores siguen dando la batalla con los mercados internacionales, que no están fáciles. Las exportaciones de bienes en noviembre sumaron 672 millones de dólares, un 3% debajo de lo registrado en el mismo mes del año pasado, según informo Uruguay XXI. Hubo menores ventas de soja, arroz, lácteos, celulosa, malta y ganado en pie, mientras que carnes, plásticos y productos farmacéuticos, aumentaron.
Las circunstancias mensuales, de todas maneras, pueden ser transitorias y –si bien hay que estar atentos a los cambios - las tendencias relevantes se ven en el acumulado anual (cuadro). Allí se observa que en los primeros 11 meses del año, la caída de las exportaciones fue de 14%, principalmente por la menor facturación por celulosa, soja y carnes. Poco tuvo que ver con esto el Coronavirus, al menos directamente: el monto de celulosa baja por menor precio (ahora está esbozando una modesta recuperación); las exportaciones de soja fueron menores por la seca del verano pasado y las de carne, por menor volumen (los precios son parejos).
En este contexto, hay algunas novedades positivas. El real brasileño sigue mejorando (baja el dólar) lo que permitiría reafirmar las colocaciones de lácteos y arroz con ese destino, así como de otros productos como el trigo y la malta. Asimismo, los precios internacionales de los lácteos tuvieron una mejora esta semana, con la leche en polvo entera subiendo 5% y alcanzando casi 3.200 U$S/ton.
Entre lluvias y récords. Esta semana bajaron los precios de los granos, corrección en parte esperable luego de las fuertes subas previas; además, comenzó a llover en la región (Brasil y Argentina), dato bajista para el mercado pero tranquilizador para los agricultores.
Las cosechas de invierno han sido excelentes, salvo en algunas zonas puntuales, y serán notoriamente mayores a las del año pasado. Se destaca particularmente el caso de la cebada, que tendrá un rendimiento récord (cercano a 4.000 kg/ha) y una cosecha también con volumen récord histórico, superando las 700.000 toneladas. Si bien hay un alto nivel de rechazo en las malterías (por baja proteína y/o tamaño de grano), la cebada sin condiciones para malteo se comercializa como cebada forrajera a muy buenos precios (en los últimos días, se acerca al de la cervecera).
La cosecha de trigo también aumentará, pudiéndose estimar –primariamente- un volumen superior a las 800.000 toneladas, de las cuales 400.000 se exportarán. Y la cosecha de colza también marcará un nuevo récord, a partir de un rendimiento mejor al esperado (1.400 a 1.500 kg/ha) con un área que superó las 100.000 hectáreas este año. De esta manera, los cultivos de invierno sumarán cerca de U$S 120 millones adicionales a las exportaciones, respecto a la zafra anterior, considerando mayor producción y mejores precios.
Mientras, los maíces y sojas se beneficiaron de las acotadas pero oportunas lluvias, de manera que la zafra de verano tiene un nuevo semblante, aunque el partido aún no está ganado.
Más allá de volúmenes y precios, las exportaciones agrícolas están expuestas al permanente escrutinio de los compradores, en especial de China –principal destino- que plantea estándares de cumplimiento cada vez más exigentes. El protocolo para la soja –firmado hace un par de zafras- va más allá de lo estrictamente sanitario y otorga un alto grado de discrecionalidad a los compradores chinos, de manera que algunas multinacionales ya no operan desde Uruguay. Otros países grandes productores –con poder de negociación mayor- no han firmado protocolos tan exigentes como el Uruguay. Ahora se está negociando el protocolo para el sorgo, donde puede establecerse una lógica similar. Pero la necesidad tiene cara de hereje.
Las exigencias a los agroexportadores uruguayos no vienen solo de China. La UE ha planteado más exigencias a granos como la colza, que –por ejemplo- tiene que estar libre de paraquat (herbicida que puede usarse, pero no puede quedar residuo en el grano). El objetivo se ha cumplido este año, según manifestó el director de Servicios Agrícolas del MGAP, Leonardo de León, en el programa Punto de Equilibrio (Radio Carve), a partir de un trabajo a conciencia a nivel de chacra, tanto de productores como de las autoridades.
Las exigencias no se remiten a los granos y van más allá del producto final. La prohibición del uso de estradiol en el rodeo vacuno –que hoy se usa para sincronizar celos y mejorar la eficiencia de la inseminación- puede costar unos U$S 30 millones de dólares por menor producción de terneros, según ha estimado el propio ministro Carlos María Uriarte. Pero –como en casi todo el resto de los casos- hay que cumplir. Uruguay podría haber asociado sus decisiones (en algunos de los casos mencionados) a lo que hagan sus grandes socios del Mercosur, pero no fue el caso.
Así, en las oficinas, acopios e industrias de las empresas agroexportadoras, la pelea es a dos puntas: hacia afuera, buscando mantener y ampliar mercados, y hacia adentro buscando reducir costos y aumentar la productividad. Y muchas veces parecería que esta realidad no se percibe en la discusión local, tanto en temas presupuestales como tarifarios, entre otros asuntos que hacen a la competitividad.
Aún con estas dificultades, las exportaciones pueden tener un escenario más auspicioso para 2021, aunque todo dependerá de cómo evolucione la pandemia (aquí y en el resto del mundo). La chino-dependencia se agudiza (en carnes, 2 de cada 3 kilos exportados fueron para China en noviembre), pero es inevitable: era la gran locomotora mundial antes del virus, y ahora se reafirma. Sabremos cumplir.