Uruguay es un país natural que produce la mejor carne del mundo. El respeto por el bienestar animal, el cuidado del medio ambiente, el hecho de no utilizar antibióticos y hormonas para el engorde, están incorporados en el ADN de los productores. Todo eso, sumado a la trazabilidad obligatoria de todo el rodeo bovino, una industria frigorífica responsable y certificaciones país que son reconocidas por las naciones más exigentes -como Estados Unidos, Japón, China, Corea del Sur y Unión Europea, entre otras- conforman las mejores armas para la ganadería uruguaya en un mundo donde la guerra contra la carne y los homólogos de carne, que no lo son pero pretenden llamarse igual, están a la vuelta de la esquina.
La ganadería es uno de los sectores de la producción más eficientes, ocupa el 60% de la superficie del país, en más de 40.000 explotaciones ganaderas y 6.700 establecimientos agrícola-ganaderos. El ciclo productivo se hace sobre campo natural y pasturas mejoradas, incorporando los granos en algunos casos como herramientas estratégicas, pero continúa siendo carne producida a pasto.
El mundo científico y los consumidores del primer mundo, siguen demandando carne bovina natural, marcando que ese es el camino. Esa es la senda que eligió Uruguay y hasta ahora, le da dado buen resultado.
El uso de hormonas y anabólicos en el engorde está en la otra vereda para una producción natural y para un país con imagen de natural y si bien es cierto que hay fuertes países productores en el mundo que usan esas herramientas y no tienen mayores problemas al momento de vender, no es la imagen de Uruguay que tiene el mundo. Por eso creo que no debería replantearse la discusión de producir con el uso de hormonas y antibióticos en la fase de engorde.
Vamos por el buen camino, pero todavía hay mucho por hacer. Mostrarle al mundo lo que hacemos y brindarle al consumidor, en base a ciencia, la tranquilidad de que está consumiendo carne de calidad y sustentable, es un desafío enorme pero muchas empresas ya lo están transitando. Son muchos los protocolos existentes para valorizar la producción de carne y todos tienen su lugar. El avance es significativo, sólo alcanza con ir al supermercado y agarrar un corte envasado al vacío de los que se destinan a la exportación y contar las etiquetas que tiene.
Aún así, la ganadería deberá hacer mayores esfuerzos, porque eso es lo que demanda el consumidor y está dispuesto a pagar más por esa carne sustentable, certificada. La medición de la huella de carbono, la huella de agua y otros temas vinculados con el ambiente vinieron para quedarse en el mercado mundial y puede representar, a futuro, una barrera no arancelaria. Alcanza con mirar las restricciones que algunos países de la Unión Europea le impusieron a Brasil, agarrándose de la deforestación del pulmón verde del mundo: la Amazonia. En eso tenemos ventajas, somos un país con una forestación fuerte y el cuidado medioambiental está incorporado a la producción desde el vamos. Aprovechemos entonces esas ventajas para ganar valor.
Las experiencias de las empresas ganaderas que están certificando carbono neutro, entre otros protocolos, han sido por demás exitosas y marcan el camino. Claro que no son para toda la carne, pero si la meta de Uruguay es vender caro, porque exporta calidad , naturaleza envasada como dice el Instituto Nacional de Carnes y confianza para el consumidor, hay que generar más volumen. Uruguay tiene todo para ir transitando ese camino y valorizar más su producción, continuar ganando mercados de elite y mostrándole al consumidor europeo, asiático o estadounidense, que la carne es saludable y si es producida en Uruguay: es la mejor del mundo…