Diego Camilo Telesca Rovira tiene 14 años y cursa tercero de liceo, en el N° 5, de Tacuarembó. Le va muy bien, no se ha quedado con ninguna materia y sus padres aseguran que le gusta estudiar, aunque no madrugar. Es muy caprichoso, tanto en el estudio como en lo que a él le gusta hacer: los caballos. Es campeón en equitación, una disciplina que practicó en la escuelita del zoológico, en la reserva de Tacuarembó. De eso sacó muchas cosas buenas y le permitió andar por varios lugares. Le ha tocado ganar y también le ha tocado perder.
Camilo es un niño quieto, pero con la mente de una persona grande. “Es un gurí muy observador y que no habla mucho. Es muy avispado y no le gusta perder”, nos dijo su padre, Diego Telesca.
“Es un niño que compite con los grandes y hasta le ha ganado a los grandes. Hace dos años ganó la final en el Prado, es campeón nacional en prueba de riendas acá en Uruguay. Y corre también con los grandes y le ha ganado a los grandes, a la mayoría de los grandes. Y mirá que acá en Uruguay hay jinetes buenos, con caballos buenos”, agregó.
Se pasa la tarde con los caballos. Estudia de mañana y cuando queda libre va derecho a entrenar con los caballos. “Y ahí está el resultado de él. Porque no le gusta perder, pero es como yo le digo: ‘si vos querés ganar, tenés que dedicarte’. Pero no lo obligo. Nunca lo hice. Él ama los caballos y dice que no le gusta otra cosa que los caballos. Si te gusta el fútbol, la bicicleta o lo que sea no hay drama, lo vamos a apoyar. Le hemos hablado varias veces, ‘no tenés por qué estar obligado a hacer lo que a mí me gusta. -No, papá, a mí me gustan los caballos’, nos responde. Y si le gusta y quiere ganar, tiene que atracar. Entonces el tipo se dedica a la yegua de él. Vive prácticamente para la yegua de él. Los otros niños de su edad no se lo toman tan a pecho y por eso, generalmente, les termina ganando”, explicó el padre.
Es hijo de Diego Telesca e Isabel Rovira. Tiene una hermana, Karen, de 18 años. Son de Tacuarembó, de barrio Santangelo. Su padre trabaja en la intendencia y también es peón de campo. En su tiempo libre cuida caballos para las pruebas de rienda: para el Prado y para las exposiciones.
“Yo soy variador, corro en campaña, no soy jockey profesional ni nada de eso, me revuelvo para hacer la changa nada más… entonces cuando él empezó a correr y a competir siempre le dije que escuchara y prestara atención a los que sabían más que nosotros. Yo no sé nada de pruebas de rienda, pero él tiene una chispa tremenda. Un día, nos habíamos hecho camarada de Damián García, un muchacho de Rocha que es un jinete de rienda muy bueno y que, además, tiene una yegua excelente. Lo empezamos a observar y un día Camilo me dice: ‘mirá el Damián lo que le hizo a la yegua de él; salió corriendo al galope, la paró en el último tanque y le dio dos o tres vueltas. Yo voy a hacer lo mismo’. Allá fue: ensilló a su yegua y pasó la tarde practicando. Después le pasamos vídeos a Damian y él le decía ‘hace esto, hace aquello’. Él iba y hacía. La yegua fue mejorando, mejorando y mejorando. No es una yegua de punta, pero es una yegua con la que ha ganado muchas competencias. Eso se lo debemos a Damián porque nos compartió sus ideas”, contó.
Para su primer cumpleaños sus padres le regalaron un petiso. “Una vuelta me tuve que ir a trabajar a Florida un mes. Cuando se terminó el mes, mi patrón me dijo: ‘y Diego, ¿qué te pareció el trabajo?’. Le dije que me servía y que me quería quedar, porque ellos así lo querían, pero yo tenía una hijo y lo extrañaba como loco. Me dijo: ‘traete a tu gente’. Cuando me dijo eso yo saltaba de contento. Camilo apenas caminaba… llamé a mi mujer y les dije que se vinieron. Ahí mismo en Florida habían unos ponys sueltos. Averigüe con un gaucho de quién eran. Le compré uno y lo esperé con el petiso de sorpresa. Él no sabía andar a caballo. Había que verlo… se recorrió toda la vuelta de la casa con el petiso de tiro. Andaba de tiro con el petiso por todos lados. El petiso lo seguía por todos lados. Y ahí con ese petiso fue que empezó a soltarse y a andar solo. Y así fue como le empezó a gustar”, recordó Diego.
Desde muy chiquito comenzó con las pruebas de rienda. Muy chiquito en serio, porque tenía dos años. Desde la organización de la Patria Gaucha se comunicaron con los padres de Camilo para invitarlo a participar en la prueba de rienda. Él tenía el petiso, pero el petiso ya lo había “pulseado”: se le empinaba, tiraba las patas, se le empacaba. Y el niño le agarró miedo. Por lo que su padre se decidió por comprarle un caballo grande.
“La primera prueba de rienda que me lo pidieron para la Patria Gaucha tenía dos años, apenas salía a caballo. Yo le dije al hombre: ‘mira que él no va a hacer prueba porque si uno grande se equivoca, ¿que será de él? Al final le di permiso, pero faltaba una semana para la Patria Gaucha y en una semana no le pude enseñar nada. Salió en una yegua grande con dos años y no hizo prueba ninguna… solamente atravesó el ruedo al trote largo porque se olvidó de hacer las pruebas. No hubo quien no se riera. Toda la Patria Gaucha se levantó a aplaudirle, pero cumplió con la sociedad”, contó Diego Telesca.
“Y me dio lástima, porque a él le gustaba y le terminé comprando un caballo grande. Yo tenía una lechera que tenía una ternera. Negocié esa ternera por un caballo ya veterano, pero que sabía de pruebas. Un matungo muy conocedor. Lo negocié y al segundo año empezó a hacer las pruebas. Al otro año que fue a la Patria Gaucha el tipo (Camilo) ya ganó; se entusiasmó y ganó, pero tenía un buen caballo. El tercer año también ganó. Después empezó a hacer tanques y más nunca paró. Cada vez le gustaba más y era mejor, por lo que comenzó a competir por todos los departamentos; fuimos hasta Brasil y ganó allá también. Fue campeón dos veces en el Prado y ahora cuando cuadró la oportunidad de ir a Argentina no la despreciamos…”, contó.
Siempre que tenían los recursos para que compitiera en diferentes departamentos, sus padres no dudaban en darle la oportunidad. Un día hubo una competencia en Maldonado, en Cerros Azules, y el premio eran 1.000 dólares. Era una competencia sin reserva, es decir, libre para los caballos y para los jinetes.
“Con mi mujer hicimos un esfuerzo muy grande y fuimos. Me acuerdo que no teníamos ni para el peaje, ni para un refuerzo de mortadela, pero fuimos igual. No conocíamos nada. Nos fuimos a pulmón. Me acuerdo que pedimos ayuda en la Junta Departamental de Tacuarembó y nos dieron una orden para poner nafta. Y el gurí ganó. Corrió de noche ese día y la semifinal fue con su maestro, con el Damián García. Aquello era un loquero, porque Damián García es de Rocha y en Rocha es como Messi en Argentina. Messi es Messi y Damián García es Damián García. Todo el mundo gritaba y lloraba. Fue una locura; corrieron pico a pico y no hubo falta ninguna; corrieron a pata de pingo y el gurí le ganó. Entonces te podés imaginar que este gurisito, que pesa 36 kilos, que parece un pichón de teru-tero, le ganó a Damián García y quedó en las nubes. Ya éramos ricos: teníamos 1.000 dólares en la mano”, recordó su padre con gran jolgorio.
Eso fue un sábado en Cerros Azules. El relator de la carrera, Benítez de apellido, es de Argentina. Al otro día, el domingo, les dijo a los padres: “tienen que llevar a ese niño a competir en Argentina”. “¿Cómo si no conocemos a nadie?”, le dijeron. Les dio un contacto y consiguieron una invitación para competir.
Argentina. “‘Este niño tiene que estar compitiendo allá’, nos decía… así fue que nos dio un contacto y vino una invitación enseguida. El año pasado, en Mercedes, Corrientes, hacían las criollas y una clasificatoria para el Jesús María. Pero cuando fuimos a pasar la yegua no había manera… nos pedían muchas cosas; mucha plata y muchos requisitos. Era imposible, imposible, imposible, imposible. Por lo que fuimos solos y el organizador nos prestó una yegua para competir. Allí competía el hijo del organizador de las criollas, un gurisito que tiene nueve años, que no sabes lo que es… Era campeón, de ahí, de Mercedes y de todos lados. Cada vez que el gurisito corría, todo el mundo le gritaba. Y cuando corría Camilo, le gritábamos la madre, yo y más nadie… Fueron pasando y pasando y quedaron los dos en la final. Me mira y me dice: ‘papá, ¿qué hago? -Hijo, haga lo que usted quiera, ya está en la final. Solamente con pasar para este lado, ya es campeón. Haga lo que usted quiera, disfrútala, pero corra como usted quiera’. Y así fue, que se fue zorreando para la largada, estuvieron rato para largar. El mío salió adelante y terminó ganándole la prueba al tanque. Así se clasificó campeón para el Jesús María y ganador de la fecha”, contó.
“A veces yo compito porque no le puedo explicar a él una cosa que yo no la hago, él me dice, ‘¿qué me vas a decir si no competís?’. Entonces, aunque pierda, a veces compito por eso mismo. Por eso clasificamos los dos para el Jesús María, pero a mí me daba lo mismo competir en la final o no... Yo quería que él fuera, pero otra vez era imposible pasar la yegua…”, recordó.
En marzo de este año, cuando se realizó la Patria Gaucha, estaba el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, mirando el desfile. “Le dije a Camilo: acá el único que nos puede dar una mano es el presidente. Como Camilo era el único niño de Uruguay que iba a representar al país en Argentina, por ahí nos daba una mano... La Intendencia y la Junta nos ayudaban, no estábamos disconformes, pero con eso no hacíamos patria. Le dije que tenía que hablar con él. Le pregunté si se animaba: ‘sí, papá, yo me animo a hablarle al presidente”, me respondió. Hablale y explicale quien sos, cuál es tu sueño y qué es lo que necesitas para lograrlo. Estoy seguro que te va a escuchar”, le dijo.
Llegó el día del desfile y por supuesto que Camilo participó. Cuando llegó a donde estaba el presidente, le habló -como habían acordado- y le explicó la situación. El presidente no le entendió muy bien, porque Camilo habla muy bajo. Sin embargo, Lacalle Pou le pidió que no se fuera y que lo esperara en frente a la Intendencia, que cuando terminara el desfile iban a hablar más tranquilos. Y así fue: cuando terminó el desfile, el presidente se reunió con Camilo y le pidió que le explicara qué era lo que quería. Él se comprometió a ayudarlo en lo que estuviera a su alcance.
“Nunca perdimos contacto con él. Mi mujer quedó con su número y así fue que gracias a él, gracias al presidente, nosotros pudimos viajar y Camilo pudo correr con su yegua”, dijo.
En Argentina participó de una prueba que se llama Criollos de América, una prueba de riendas en tanque. Salió campeón en su categoría y clasificó para la carrera final que se corrió al otro día: quedó segundo.
“Cuando era chiquito, no ganó su primera carrera. Ganó el segundo y el tercer año en Patria Gaucha, la prueba de Santa Josefina. Hace dos años que es campeón también en Patria Gaucha y en el Prado. Cuando salió segundo en Jesús María no había consuelo para él; sólo lloraba y lloraba. ‘Yo vine a ganar todo, papá, que yo vine a ganar todo’, decía. Y yo le explicaba que no se puede ganar siempre, que tiene que aprender a perder también. ‘No, que todo el mundo me ayudó a venir’, decía y decía. Bueno, pero no es así. Hoy no se pudo y, además, saliste segundo. Fuiste campeón el sábado y segundo el domingo”, explicó.
Sobre el futuro de Camilo, el padre no supo qué responder, pero aseguró que en lo que sea que quiera hacer, sus padres lo van a apoyar aunque sean los únicos gritando desde las gradas.
Al final de la charla, Camilo dijo unas palabras de agradecimiento. Muy a su estilo; breve, pero conciso. “Me llamo Camilo Telesca. Primero que nada, quiero agradecer al presidente Luis Lacalle Pou que fue el que me ayudó a cumplir mi sueño de ir a Argentina y competir con mi yegua. También le quiero a agradecer a todos los uruguayos y a Tacuarembó, porque de alguna manera u otra me han ayudado a comprar un numerito de rifa o una porción de olla. Y también a todos los artistas de Tacuarembó, que cada vez que hacíamos una peña venían sin costo ninguno. A la Junta Departamental y a la Intendencia de Tacuarembó, que también me dieron su apoyo. A mis vecinos y compañeros, que siempre estuvieron ahí. Gracias por ayudarme”, cerró.
El pasado viernes, con motivo del desfile del 25 de agosto, Declaratoria de la Independencia, Camilo encabezó el desfile de Tacuarembó, invitado por la Intendencia Municipal.