
Nacen cada vez menos niños en Uruguay, según las cifras del último censo, pero el del Pacífico llegó: el Niño está generando en nuestra región las esperadas lluvias que permiten dejar atrás la sequía, en especial en el sur del país donde aún se precisaba agua. Dicho esto (tal como se ejemplifica en la gráfica adjunta), todavía falta para una recuperación hídrica completa: la seca fue tan profunda que aún estamos casi 500 mm debajo del promedio de lluvias, tomando los datos del último año móvil a noviembre.
De acuerdo a las perspectivas climáticas elaboradas por el IRI (Universidad de Columbia) para las precipitaciones acumuladas en el trimestre Diciembre-Enero-Febrero 2024, en conjunto, se estiman mayores probabilidades (40-50%) de que las lluvias estén por encima del promedio en todo el país, lo cual es alentador y esperable en contexto Niño. Sin embargo, para las temperaturas en el mismo trimestre, se estiman mayores probabilidades (45%-50%) de que estén por encima de lo normal en todo el territorio. Más agua pero con más calor; habrá que ver cómo queda el balance en términos de demanda atmosférica, considerando también que seguramente habrá más días nublados.
Con este escenario más auspicioso desde el punto de vista climático, cambian los ánimos del productor: mejora a la posición de los ganaderos en los mercados de hacienda y en la agricultura -más allá de los contratiempos que causan las lluvias- los campos se cargan de agua y permiten esperar un buen ciclo de cultivos de verano; será una verdadera revancha después del golpazo de la cosecha anterior.
Los precios de la agricultura no son excepcionales: buenos en el caso de la soja y cerca del promedio histórico en el caso del trigo, con presión lógica sobre los valores por la abundante cosecha, no solo en Uruguay sino también en la región. Aun así, el precio del principal cereal de invierno salió de los mínimos en que había caído semanas atrás y todo parece indicar que se marcó un “piso”; los productores están necesitados de recomponer su capital de trabajo y hay ventas importantes; no hay tiempo para especular y la alegría viene por el lado de los excelentes rindes. La calidad, va por barrio.

En el caso de la ganadería también se está configurando un rebote en los valores, con el precio del novillo ya dejando atrás los 3 U$S/kg y con los productores pretendiendo ir bastante más arriba. En la reposición las tendencias son similares. A juzgar por los precios medios de exportación, que se estabilizan en 4.000 U$S/ton o incluso algo arriba, hay argumentos para la mejora en el precio de los ganados. El precio internacional de los lácteos también mejoró.
Un año difícil
Más allá de la abundante información disponible sobre los principales mercados de los agronegocios, resulta especialmente valiosa la que atañe a la situación económica de los establecimientos. Allí se destaca la que brinda todos los años Fucrea, con datos recopilados de cerca de 400 empresas que integran los grupos CREA, en los diversos rubros. Es una radiografía muy precisa de la situación productiva y económica de productores que buscan siempre mantenerse con los mejores niveles de productividad, incorporación de tecnología y resultado económico
Los datos correspondientes al ejercicio 2022/23 se presentaron esta semana y -como son empresas reales, no supuestos de papel- reflejaron con contundencia lo complicado que resultó, en fuerte contraste con el anterior, récord en ingresos y resultado. Tal vez por eso muchas empresas pudieron sobrellevar el mal año, en el que coincidieron sequía y baja de precios.

Recordemos que Fucrea calcula el Ingreso de Capital para cada empresa (IK) dejando de lado el costo del capital (intereses de deuda) y el costo de la tierra (arrendamientos), un criterio equiparador que supone que las empresas trabajan todas con capital y tierra propia, de manera de hacer comparables los resultados.
En el caso de las empresas ganaderas, el resultado fue el más bajo en muchos años, mientras que en el caso de las empresas agrícola-ganaderas el resultado promedio fue apenas 12 U$S/ha, casi cero. De hecho, el ejercicio podría haber sido aún peor, de no ser por la buena cosecha de invierno que hubo el año pasado (2022/23); el derrumbe de la producción fue mayoritariamente en el caso de los cultivos de verano, lo que reafirma que la agricultura es un rubro basado en rotaciones y no en cultivos individuales, más allá de la predominancia que ha tenido la soja en las últimas décadas.
Resultó particularmente interesante el caso de los productores lecheros, que asumiendo altos costos lograron sostener márgenes relativamente razonables en la medida que la industria mantuvo buenos precios para el productor, aún con un mercado internacional en caída. Fue clave en este caso la estrategia de Conaprole (principal industria) que -a sabiendas de los problemas causados por la sequía- decidió asumir cierta pérdida en la fase industrial para facilitar las cosas en los tambos, mantener las lactancias y con eso sostener la producción que se necesita para todo el año.

El esfuerzo dió sus frutos, entre otras cosas porque las vacas devolvieron un rendimiento individual superior al esperado; es que -si bien la base productiva es pastoril- la seca obligó a que por muchos días buena parte de los rodeos lecheros estuvieron consumiendo casi exclusivamente concentrados. Esto derivó en una mejora en la producción de leche por vaca, que sorprendió a muchos productores y técnicos.
En todos los casos la “caja” de los establecimientos sufrió y hay un escenario financiero más restringido. Los propios datos de Fucrea muestran que un alto porcentaje de las empresas en cada rubro no pudo cubrir la retribución de los factores de producción. Se espera que la situación mejore, paulatinamente, a partir del ejercicio actual.
Perspectivas
En el plano macroeconómico el tablero tiene una luz encendida en el dato fiscal, mientras el dólar sigue chato, con una tendencia a cerrar el 2023 en un valor similar a 2022. La inflación estará en torno a 5%, lo que implica una nueva caída en el valor real del dólar. Hablar de problemas de competitividad ya se vuelve repetitivo; el asunto complica particularmente a las fases industriales de los agronegocios (molinos, frigoríficos, industrias lácteas). En los establecimientos el atraso cambiario también golpea, pero varios costos han bajado, entre ellos el gasoil que cayó de 1,66 a 1,46 U$S/l el último año (12%); algo es algo. El petróleo sigue en baja y podría ameritar un nuevo descenso de los combustibles para enero, aunque con el petróleo en baja es difícil que otros productos internacionales (p.e. los granos) se fortalezcan. Así las cosas, el panorama parece mejorar, aunque moderadamente y paso a paso. Habrá que seguir peleando cada kilo y cada dólar.