La producción de leche en los tambos subió 10% interanual en el mes de junio y acumula un avance de más de 5% en los primeros seis meses del año, según datos del INALE. Las cifras ya superan, además, lo registrado en el primer semestre del año 2023, de manera que -de continuar la tendencia- la producción lechera en Uruguay tendría un nuevo aumento y un nuevo máximo histórico. Cuando se observa la evolución de la producción en kilos de sólidos -que es el volumen efectivo para el procesamiento industrial-, la producción en el último año móvil marcó un nuevo récord de más de 160.000 toneladas (gráfica).

De esta manera el sector vuelve a mostrar su fuerte capacidad de inversión y crecimiento, respondiendo al estímulo de precios de exportación, que han aumentado de manera significativa en los últimos meses. El crecimiento de las ventas al exterior se da en un contexto dinámico, no exento de desafíos, con ventas a Brasil que siguen siendo claves y más ventas en Argelia y otros países de África; el sector tiene una importante diversificación de mercados (cuadro).

En la base productiva y luego de dificultades climáticas graves, la producción ha retomado dinámica y está aprovechando, entre otras cosas, las buenas relaciones de precios entre la leche y los concentrados y granos forrajeros. Esto sin desconocer que el precio en términos reales (es decir, en relación al poder de compra en el mercado local, descontado por IPC), está en niveles cercanos al promedio histórico (gráfica). Los precios internacionales, en dólares, son altos y se transfieren a la cadena, pero los costos locales (en pesos) pesan cada vez más y emergen nuevamente y con contundencia los problemas de competitividad.

Es un escenario con desafíos y oportunidades, que exige a la cadena láctea enfocarse en productividad, innovación y nuevas inversiones. La situación es particularmente complicada para las empresas de menor porte y las plantas de menor escala, donde se precisan mayores ajustes de costos y planes de mediano plazo, para sostener la producción y la industria. Pero el sindicato industrial del sector, sus actitudes y conductas, va exactamente en la dirección opuesta, lo que genera pérdidas permanentes a la producción y con eso a los propios trabajadores, poniendo en riesgo el empleo.
Cambios inevitables y necesarios.
Que un sindicato se movilice ante el cierre de una planta industrial o un ajuste de plantilla, es lógico y esperable. Pero cuando los argumentos no tienen fundamentos y se enuncia información errónea, la posición sindical queda desacreditada. Conaprole -la principal empresa- decidió cerrar su planta en Rivera, una pequeña instalación con una producción que cayó a la mitad en 6 años y enfocada exclusivamente en producción de leche en sachet, para consumo local. La planta tiene pérdidas por US$ 1,5 millones (lo inverso a lo que dice el sindicato) y allí trabajan unos 20 operarios, que la cooperativa ofrece relocalizar, con un plan de transición que envidiaría cualquier trabajador en cualquier departamento, ante una situación similar. No hay despidos y ya varios operarios han manifestado su voluntad de traslado. Si algún trabajador no acepta la relocalización (algo que razonablemente puede suceder) la desvinculación se propone con varios mecanismo de apoyo y con plazos largos.
La escasa producción de Rivera se cubrirá desde otras plantas, donde hay capacidad y -además- pueden producir leche de mejor calidad y vida útil, lo que -asunto clave- le permitirá a Conaprole seguir compitiendo con la creciente producción importada, que ofrece estos mismos productos.

El sindicato desconoce todo esto y comienza con paros y medidas de fuerza, afectando hasta los propios trabajadores, de Conaprole y el resto de las empresas. Como si el objetivo fuera confrontar por el conflicto mismo, cuando las condiciones de trabajo en Conaprole son destacadas hasta por el propio Instituto Cuesta Duarte, del PIT-CNT.
No es la primera vez que esta actitud genera dificultades y pérdidas. Hace pocos años, cuando Conaprole decidió invertir en nuevas máquinas para producir leche UHT con mayor eficacia y calidad, el sindicato se opuso frontalmente y la inversión demoró 2 años en concretarse. Ninguno de los funcionarios de las líneas de producción previas perdió el empleo y, al contrario, hoy trabajan en otros puestos de la Cooperativa, incluso con mejores sueldos.

Otro caso grave se está dando en la empresa láctea Claldy, emblemática de Young (Río Negro). La firma está con dificultades financieras serias y problemas de pago. Ha tenido apoyo estatal para hacer una reestructura y recomponer la situación. Esto implica, entre otras cosas, ajustar la plantilla laboral e incorporar inversiones, cosa que se ha hecho recientemente.
Para ajustar costos y evitar pérdidas, Claldy planteó reducir la plantilla de 200 a 150 trabajadores, de manera de que -con otras medidas- se preserve la actividad. Otra vez, es legítimo que el sindicato se movilice para defender el empleo en la mayor medida posible. Pero los directivos de Claldy denuncian que hay un boicot: el sindicato impide la supervisión de las nuevas líneas de producción, que están trabajando muy por debajo de su potencial; además, dispuso trabajar a reglamento y en asamblea permanente. Dicha conflictividad ocasionó constantes incumplimientos en los planes de producción, con la consecuente pérdida de ventas y clientes. Las empresas agroindustriales uruguayas, que compiten todos los días en los mercados, locales y globales, son muy sensibles a distorsiones de este tipo y no tienen, ni las más grandes de ellas, la capacidad de poner condiciones. No pueden fallar y se juegan su sostenibilidad cada día.
En consecuencia, la acción del sindicato conspira con la preservación de los empleos que se quieren mantener y toda la actividad indirecta (comercio, empleo, servicios) que una industria como Claldy genera en la zona. Paga más de 40 millones de pesos mensuales a los productores y unos 20 millones a los trabajadores, ingreso que luego circula en Young y en otras zonas, generando los conocidos encadenamientos de actividad y trabajo indirecto. Si la empresa cae, todo eso se pierde.
La industria láctea ha perdido varias empresas chicas y medianas en los últimos años, que se llevaron casi 300 puestos de trabajo. Sin endilgar la responsabilidad de fondo, hay que mencionar que el sindicato aportó poco o nada a atenuar ese proceso y sigue sin hacerlo. Se precisa una acción sindical distinta, enfocada en el apoyo al trabajo productivo, que es lo que fundamenta mejores salarios.

Mientras, el sector y la economía en general enfrentan dificultades de competitividad ostensibles. Si bien los datos de actividad, empleo y salario promedio son buenos, las cuentas del Estado están en rojo oscuro y el costo país no cede. La discusión presupuestal tiene que estar a la altura de las circunstancias para revertir esto, antes que sea tarde.