Los datos de existencias vacunas al 30 de junio confirman varias de las tendencias que se preveían y agudizan algunas otras que dan muestras claras de que la ganadería uruguaya camina con buen rumbo, a su paso, hacia una ganadería desarrollada. En la década de los años 1960 y principios de la siguiente, un joven Danilo Astori, con el bagaje que le significaron los años de trabajo en la CIDE (junto al Cr. Enrique Iglesias) y en OPYPA en el Ministerio de Ganadería (MGAP) encabezado por Wilson Ferreira, escribió un famoso libro (en 1971) sobre el estancamiento de la ganadería, sus causas (entre las que resaltaba la presencia de latifundios y minifundios que no permitían una mejor explotación del capital tierra) y las formas de salir de ese estancamiento.
Las propuestas de Astori para promover el desarrollo ganadero, con una obvia visión de izquierda, apuntaban a una “profunda” reforma agraria que distribuyera de mejor manera el capital tierra. Eran épocas distintas, en las que incluso en el programa de gobierno del partido Nacional, que en las elecciones llevaba como principal candidato a Ferreira, se hablaba de reforma agraria.
Ya se sabe que el devenir de la historia y de la ganadería en Uruguay avanzó por otros caminos, pero claramente la ganadería dejó de estar estancada y en las últimas tres décadas ha tomado un camino de desarrollo impulsado fundamentalmente por precios del producto que hacen al negocio mucho más atractivo y por políticas de liberalización del sector que permitieron a los agentes tomar las decisiones más adecuadas con el objetivo de elevar la rentabilidad del negocio y hacer un mucho mejor aprovechamiento del recurso tierra.
Los datos de existencias ganaderas al 30 de junio, dados a conocer pocos días atrás por parte del MGAP, confirman los avances significativos que se están logrando en todos los eslabones de la ganadería, incluida la cría.
Se sabía que sería así, pero siempre es bueno que los datos lo confirmen. La tasa de destete (la cantidad de terneros contabilizados respecto a las vacas de cría que había el año anterior) fue la más alta de la historia, 71,9%. Los 3,039 millones de terneros es la mayor cantidad de la historia, y hay que tener en cuenta algunas decenas de miles que se exportaron en pie previo al 30 de junio, por lo que no ingresaron dentro de la cuenta.
El otro gran dato es que aumentó la cantidad de vacas de cría en 75 mil cabezas a 4,34 millones, la mayor en cinco años. Esto, sumado a la buena tasa de preñez que constató el Taller de Preñez de INIA este año, abriga las esperanzas de que el año que viene, a mediados de 2026, nuevamente se contabilicen más de 3 millones de terneros, superando un umbral que anteriormente solo se había logrado un año y por muy poco, en 2020 con 3,015 millones de terneros.
Por lo tanto, el rodeo de cría (la suma de vacas de cría y terneros) aumentó en más de 500 mil cabezas a 7,38 millones para representar 64% del rodeo total. Este es otro de los grandes y positivos datos de la evolución del rodeo vacuno en Uruguay, un peso relativo mayor del rodeo de cría sobre el total, lo cual tiene enormes implicancias. Significa que el grueso de la tierra la ocupa la “máquina de producción” de terneros y que los siguientes pasos de la cadena se aceleran para lograr que el animal llegue antes al peso de faena, a una edad menor y, como si eso fuera poco, con pesos de las carcasas más altos.
Aquí juega un papel preponderante el corral de engorde, que quita animales de las pasturas y aumenta la velocidad de engorde, permitiendo pesos de las carcasas más altos.
En Uruguay, así como en todas las principales ganaderías del mundo, la utilización de los corrales está aumentando a paso acelerado gracias a los buenos precios de venta de los animales terminados y a los relativamente bajos precios del alimento animal. La coyuntura, por lo tanto, ayuda, pero es una herramienta que llegó para quedarse y que seguirá teniendo un rol clave en la ganadería uruguaya del futuro.

Será desafiante para Uruguay lograr que en 2027 nuevamente se superen los 3 millones de terneros. Vaya uno a saber cómo será el clima y las condiciones forrajeras durante el entore 2026 (directamente relacionado con la tasa de preñez) y la cantidad de vientres en el rodeo de cría. Estará ingresando al rodeo la generación 2024, que es la del entore de la seca 2023, por lo tanto, más reducida. Además, aumentó más de 20% la faena de vaquillonas este año. De todas formas, si las cosas ruedan de forma más o menos normal en este mundo tan convulsionado, si no se llega se va a estar cerca de los 3 millones. Serían tres años consecutivos superando ese umbral (o muy cerca) y ya se puede pensar en un paso más ambicioso, alcanzar los 3,5 millones de terneros por año. Para eso se precisan 5 millones de vacas en el rodeo de cría con una tasa de destete de 70% o 4,7 millones si se logra avanzar a 75% de destete, nada tan lejano a la proporción de este último año.
Para que la ganadería se mantenga en la senda de desarrollo y siga acercándose a ganaderías que antes se veían como mucho más desarrolladas y hoy en día no están tan lejos (Australia) se precisan las mismas dos cosas que permitieron que saliera de ese estancamiento estructural en que estuvo sumergida hasta principios de los años de 1990: precios remuneratorios y políticas liberales que permitan que las señales del mercado lleguen a los distintos eslabones de la cadena de la forma más cristalina posible. La primera no depende de las cosas que se hagan en Uruguay, la segunda claramente sí, y la exportación en pie es una herramienta esencial en este sentido, que le da un piso al precio del ternero.
Despejando esta segunda condición (se supone que los uruguayos no seríamos tan torpes de tirarnos un tiro en el pie), las condiciones del mercado internacional prácticamente están asegurando buenos precios en lo que queda de este año y el próximo. La demanda sigue siendo intensa y la disponibilidad bajará, con un menor saldo exportable de Brasil y seguramente de Australia, nada menos que los dos principales exportadores mundiales.
Las condiciones, por lo tanto, están dadas para apostar a una mayor y mejor producción, ya que todo indica que los precios serán remuneratorios. Eso implica inversión en pasturas, en el uso de suplementos y en genética para seguir mejorando el potencial de producción del rodeo.