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La ganadería responde

El stock ganadero marcó un récord este año, superando las 12 millones, 150 mil cabezas. Se llegó a la histórica meta de 3 millones de terneros y va por más. Es una ganadería más eficiente, con importantes desafíos para seguir avanzando.

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Mariana Rivero Baiz

Foto: "Angus a cielo abierto" 2019

Nicolás Lussich /

Ing. Agrónomo MBA / Periodista

El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) divulgó las primeras estimaciones del stock ganadero para este año 2020, en base a las declaraciones juradas presentadas en el SNIG. Los datos son preliminares pero muestran una tendencia inequívoca: el stock ha crecido y lo ha hecho de una manera virtuosa, con mayor número de vientres y con mayor eficiencia de producción.

En efecto, se llegó a un récord de más de 12 millones 100 mil cabezas, que se explica por el aumento en el stock de vacas de cría entoradas, que se ubicó en torno a 4 millones y medio de cabezas (sube 4%). A su vez, el stock de terneros supera las tres millones de cabezas, una meta que por años persiguió la ganadería uruguaya y que había resultado esquiva. Más vacas y más terneros muestran el énfasis productivo de largo plazo de una ganadería que en el campo ha mejorado permanentemente su producción y productividad.

Como toda producción agropecuaria, sujeta a fuertes vaivenes de clima y mercados, el análisis de un año particular nos dice poco y hay que ir a las tendencias de largo plazo que muestran los datos (gráficas). En su historia de las últimas décadas, la ganadería las tuvo a favor y en contra, con avances y retrocesos, pero muestra un rumbo positivo de largo plazo.

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Vacas por todos lados.

Comencemos por analizar el uso de la tierra. Si bien los datos respecto a la base forrajera aún no se han actualizado, sabemos que en la última década y media Uruguay asistió a una fuerte expansión de la agricultura, la cual -si bien retrocedió parcialmente en las últimas zafras- desplazó de muchos de los buenos campos de invernada del litoral a la producción ganadera. Varios campos en Soriano, Río Negro y otros departamentos vieron cómo se desarmaban legendarios alambrados, que facilitaron por décadas el manejo del ganado. En ese proceso, la agricultura -en especial la soja- desplazó a la ganadería, que debió reubicarse en otros lados, otros suelos de menor productividad. La forestación también avanzó paulatinamente sobre ciertos campos ganaderos, de menor productividad, en otro proceso que - sin ser tan impactante como el avance agrícola- también implicó reducir producción ganadera, que debió irse a otros pagos.

Aun así, el stock vacuno se sostuvo y permitió ahora un significativo crecimiento, reflejo de las buenas prácticas y la capacidad de adaptación de la producción ganadera a los diversos suelos y condiciones del país. La caída en los precios agrícolas, además, le han dado a las vacas su revancha.

En este rápido análisis sobre el uso del suelo, cabe recordar que para las vacas no todo han sido retrocesos: durante muchos años el ganado vacuno pudo disponer de más pastos en la medida que las que retrocedieron fueron las ovejas, antes predominantes en muchas zonas del Uruguay. Hoy los lanares son mucho menos (pasaron de 20 millones en los 90, a 10 millones en los 2000, siendo hoy algo más de 6 millones) y las vacas disponen -en general- de más forraje. Dicho esto, hay que enfatizar y remarcar que el pastoreo mixto de ambas especies es siempre más eficiente, por lo que el avance del vacuno con retroceso ovino deja un retrogusto amargo: ambos pueden ir juntos y a eso hay que apostar.

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Lo estimulante del nuevo escenario es que la sinergia histórica entre vacunos y ovinos, también se da con los rubros mencionados previamente. Hay decenas de miles de cabezas de ganado pastando en campos forestales: los montes -en promedio- solo cubren el 60% de los campos destinados a forestación, el resto queda para el ganado y son cientos los productores que hacen allí pastoreo. Los ganados gozan de un excelente abrigo en invierno y fresca sombra en el verano, y no hay dudas de que esta convivencia entre vacas y árboles también aporta para la mejora de la producción y productividad ganadera.

Lo mismo con la agricultura, que pasó de la competencia a la cooperación: la soja no pudo sostenerse en muchos campos del centro y el este, donde los vacunos han vuelto paulatinamente. Mientras, es la fuerte demanda ganadera -y en su medida, también la de la lechería- la que impulsa la producción de granos forrajeros, con la producción de maíz llegando a récords históricos en el Uruguay. Buena parte de ese grano va a los corrales de engorde y a raciones para todas las categorías. Mientras, se ven más vacunos en el litoral.

Todo esto demuestra la dinámica y capacidad de adaptación del que sigue siendo el principal rubro agropecuario: la ganadería se adapta a todos los suelos y condiciones. Al decir del ingeniero Rodolfo Irigoyen, los árboles y los granos eligen campo, “todo el resto es ganadería”.

Esto hay que valorarlo especialmente al momento de medir la eficiencia del rodeo, que ha aumentado notoriamente en los últimos años. En la gráfica adjunta se expone la evolución del Parámetro de Eficiencia Reproductiva (PER), que no es otra cosa que el cociente entre el número de terneros de un año respecto a los vientres entorados y vaquillonas de más de 2 años del año anterior. Así, engloba no sólo el procreo sino la edad de entore, como indicadores de eficiencia; la ganadería avanzó por ambos lados, más allá de las fuertes fluctuaciones por clima, que -por ejemplo- seguramente harán bajar la parición este año.

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Los mercados.

Toda esta evolución habría sido imposible si no se hubiese avanzado permanentemente y significativamente en el plano comercial. La política sanitaria tuvo allí un rol clave: luego de la crisis de la aftosa (2001), Uruguay fue retomando los mercados y -manteniendo la vacunación- siguió hasta abrir nuevamente los destinos más selectos, como Corea y -recientemente- Japón. Asimismo, se sumó en Europa a la cuota 481, seguramente el mercado más dinamizador de la ganadería en los últimos años, el cual explica buena parte de los avances en productividad del stock, alineando consumidores, frigoríficos, corrales de engorde, criadores y agricultores. La reducción paulatina que se está dando en dicha cuota es una clara advertencia de que -en materia comercial- nada hay garantizado. Justamente, en estos días la industria cárnica enfrenta nuevos problemas en los envíos de carne a Estados Unidos; no se puede bajar la guardia en ningún momento. Y -al mismo tiempo- hay que sumar energía para seguir abriendo mercados y mejorar las condiciones de acceso, porque todavía se pagan cifras enormes en aranceles a los gobiernos de los países que nos compran carne.

Crece desde el pie.

El avance del stock también refleja -en su medida- las políticas de apertura y liberalización de los mercados ganaderos, que se aprobaron en los 90 y que tuvieron una verdadera prueba de fuego durante las últimas grandes exportaciones de terneros en pie a Turquía, en 2017 y 2018. Aquel conjunto de medidas - en tiempos de Lacalle padre- que incluyeron una nueva ley de arrendamientos, eliminación del stock regulador, venta de los frigoríficos intervenidos y apertura de la exportación de ganado en pie, entre otras, fueron claves para el desempeño posterior del sector. Ponderar su importancia siempre es difícil, porque además coincidieron con la recomposición del stock luego de la gran sequía del 88. Pero su objetivo era claro; poner al productor en el centro; de manera que cuando -más recientemente- emergió la demanda de terneros en pie al exterior, la apertura permaneció, aún a sabiendas del duro golpe que implicaba para la industria (como se comprueba hoy).

Se mantuvo el rumbo y se reafirmó el escenario de estímulo a la cría, sin la cual no pueden sostenerse el resto de los eslabones de la cadena cárnica. Hoy las categorías de cría están valorizadas y el stock seguirá creciendo, la faena aumentará y seguirá adelante la producción cárnica, para beneficio de todos sus actores y de la economía uruguaya.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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