El dólar mejoró su valor real. Es un aumento moderado que mitiga -no soluciona- los problemas de competitividad.
Ing. Agr. Nicolás Lussich.
Uruguay está procesando un lógico ajuste cambiario, motivado principalmente por la situación en Argentina, donde el dólar subió más de 100% en el último año. Con una inflación de algo más de 50%, los precios en dólares en Argentina tuvieron una drástica caída y Uruguay no puede ignorarlo: turismo, servicios, inmuebles y el propio agro (ante el fuerte potencial productivo argentino) son sectores directamente expuestos a la incidencia/competencia de nuestros inestables vecinos.
Así, nuestro país también está bajando sus precios en dólares, aunque no de manera tan fuerte como ocurre del otro lado del charco; no sería lógico tampoco. En el mercado local el dólar subió 20% interanual al cierre de abril, con una inflación que se ubica algo por encima del 8%. Esto hace que los precios al consumo en dólares hayan bajado alrededor de 10% en los últimos 12 meses.
El pasado jueves el dólar superó los 35 pesos en el mercado cambiario y el Banco Central decidió intervenir, después de mantenerse al margen por varios meses. En Uruguay el régimen cambiario es de flotación y no hay un objetivo cambiario específico, pero parece claro que los 35 pesos constituían un nivel por encima del cual el Central no estaba cómodo, ante el riesgo de presiones inflacionarias exageradas. Cabe remarcar que la suba del dólar mejora la competitividad precio si se abre una distancia razonable y sostenible entre dólar e inflación, de lo contrario nos quedamos con la última sin los beneficios de la baja del costo en dólares.
En este nuevo nivel ¿Cuál es la suba efectiva del dólar? ¿Es suficiente para mejorar la competitividad-precio de la economía? Veamos primero los precios relativos. Al cierre de abril, como decíamos, el dólar cerró con un aumento interanual de 20%, por la suba reciente y porque el año pasado permanecía bajo, cercano a 28 pesos. Pero en mayo, a pesar de que arrancó subiendo, el aumento interanual es más modesto porque en el mismo mes del año pasado hubo un aumento importante del dólar, que pasó de 28 a 30 pesos. Así, el dólar se mantiene subiendo por encima de la inflación, pero a menor ritmo.
Es que a pesar de la “sensación” de que el dólar ha tenido un aumento fuerte, tal como perciben los ciudadanos en las pizarras, las cifras reales muestran una situación bastante diferente: el dólar aumentó su valor real en el último año pero sigue cerca de mínimos históricos (gráfica). Esto porque la moneda estadounidense se debilitó a nivel global en años previos (la salida de la crisis financiera se hizo con una ‘inundación’ global de dólares), lo que se ha revertido solo parcialmente en los últimos meses; pero también porque hay factores locales: el dólar bajo es consecuencia de una situación fiscal con gasto y déficit creciente que tiende a impulsar la inflación, la cual se ha controlado con una política monetaria restrictiva que -a su vez- retrasa el cambio.
La crisis argentina nos sacó de esa situación y se ha dado la corrección cambiaria que venimos describiendo, “favorecida” por el estancamiento de la economía, que limita un aumento de la inflación. Es que hay pocos antecedentes de un aumento del tipo de cambio en pleno crecimiento económico.
¿Es suficiente esta corrección al alza del dólar? ¿Debería seguir? Parte de la respuesta se obtiene analizando el desempeño exportador, como indicador de la competitividad de la economía. Los datos del primer cuatrimestre muestran que el monto en dólares que ingresó por exportaciones de bienes se mantuvo respecto al año pasado. En abril se dio un aumento interanual de 10%, pues comienza a verse el impacto de la muy buena cosecha de soja, a pesar de los bajos precios. Trigo y maíz también han tenido muy buen desempeño, apuntalando a los sectores líderes (carne y celulosa). Arroz y lácteos retroceden, especialmente el primero, por la caída en la producción y los pocos negocios concretados.
Al pasar las cifras en dólares a pesos y descontar por inflación (una aproximación a la capacidad de pago de costos internos de los exportadores), se da un aumento real de casi 8% en el cuatrimestre, por efecto de la suba del dólar (ver cuadro). Es una tendencia positiva que seguramente se sostendrá, en la medida que la cosecha siga marcando presencia.
Sin embargo, aunque resulte paradójico, el buen desempeño productivo de la agricultura (la soja tendría un rendimiento récord), encuentra precios menores a los previstos: la oferta global de soja es alta y la demanda china está débil por la peste porcina (que -en contraposición- mejora las perspectivas de la carne). Mientras, los costos no ceden: los fletes subieron 5% en dólares (luego de los reclamos de los camioneros), la refinanciación de deudas se hace a tasas mayores (también en dólares) y ahora los trabajadores de empresas cerealeras plantean no perder valor real del salario, luego de fuertes aumentos reales en años previos. El negocio agrícola está muy fino…
Otros rubros, como la carne y la celulosa, que lideran las exportaciones, se muestran más firmes, aunque no puede asegurarse que sigan avanzando como hasta ahora: la faena seguramente cederá en los próximos meses, lo que impactará en las exportaciones, a pesar del muy bueno contexto de demanda externa. El precio de la celulosa está firme, pero con cierta corrección respecto a los valores récord del año pasado.
De lo que puede concluirse que la corrección cambiaria debería continuar. Para que el dólar suba 10% en términos reales promedio en el año, tendría que aumentar paulatinamente hasta llegar cerca de 40 pesos en diciembre. La intervención del Banco Central de esta semana pone esto en duda, aunque era esperable: el equipo económico va observando la evolución de las variables y el mercado cambiario local es muy pequeño, por lo que conviene “llevar la rienda corta”. Hay en el gobierno un temor a que la suba del dólar retraiga mucho el consumo. Es posible, pero peor sería mantener el consumo a costa del empleo, lo cual no es sostenible. Porque -contrariamente a lo que muchas veces se plantea en el análisis de corto plazo- las variaciones del dólar no tienen ganadores y perdedores: la moneda norteamericana tiene que estar en su justo equilibrio para la economía.