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Emiliano Ferreira: "Buscamos sustituir químicos por biológicos, pero con un resultado productivo equivalente"

Emiliano Ferreira.
Emiliano Ferreira.

Se convirtió en ingeniero agrónomo porque siempre tuvo claro que no quería vivir en Montevideo y buscaba encontrar un medio de vida que le permitiera estar cerca de la naturaleza. Emiliano Ferreira hace más de 25 años que trabaja en Asinagro, la consultora del “Ruso” Chebataroff y Hernán Zorrilla, pionera en investigación y desarrollo de productos vinculados a la agricultura. Años más tarde, tuvo la posibilidad de dar un paso más y transformarse también en productor arrocero. Sobre la evolución de la investigación, Ferreira recuerda como un gran paso el arroz tolerante a imidazolinonas y dice que cada vez hay menos herramientas químicas para controlar las malezas resistentes, entonces el uso del sistema en su conjunto, más allá del arroz puntualmente, cobra una relevancia muy grande para ser sostenible en el tiempo con altos niveles de productividad. Ferreira expresó que se está caminando con el avance de bioinsumos, bioestimulantes no microbiales o insumos de mayor eficiencia para sustituir aquellos de síntesis química, pero es un camino de largo plazo y no se puede “sustituir por sustituir, solo por decir que somos amigables con el medio ambiente”, porque los productores se defienden con kilos, para todo esto es necesario que las empresas sean viables y “el resultado productivo debería ser equivalente”.
—Sos nacido y criado en una familia de la capital, sin vínculo con el campo, ¿de qué forma se dio tu llegada al interior y al agro?

—Yo estaba absolutamente decidido de chico que no quería vivir en Montevideo. Me gustaba mucho la naturaleza. Cuando fui creciendo me fui dando cuenta de que para vincularme más a la naturaleza, vivir en el interior y tener un medio de vida, la agronomía podría ser un buen camino. Años más tarde tuve un golpe de suerte cuando me acerqué a un club de fútbol universitario vinculado a Treinta y Tres y conocí a una persona que me dijo que había un llamado para ingeniero agrónomo, entonces me contrataron el “Ruso” Chebataroff y Hernán Zorrilla.

—Tomaste un perfil técnico y si bien hoy también sos productor, tenés una “pata” bien científica, ¿empezó ahí?

—Por supuesto. No tuve otra por la clase de maestros que tuve. En el caso de Hernán un perfil más marcado entre lo práctico y la investigación, pero el “Ruso” un perfil totalmente técnico e investigador, con la escuela de la Estación Experimental del Este. Yo entré para hacerme cargo de un campo experimental que iba a evaluar rotaciones de cultivos de alternativa con nivelación controlada, cosas que se están haciendo hoy, 25 años después. Era para controlar fundamentalmente el arroz rojo, introduciendo la soja, el maíz y el sorgo en campos de Río Branco que tenían problemas de malezas, entonces la rotación con otros cultivos y el uso de herbicidas podrían disminuir esa población o la propia competencia habilitar de nuevo esos campos para uso de arroz. En ese momento todavía no teníamos los cultivares Clearfield.

—¿Cómo compaginaste en su momento el tener ese perfil técnico y de investigación con asumir los riesgos de transformarte en productor y empresario?

—Puede parecer sencillo, pero es de difícil respuesta. La investigación es un desafío continuo, una pasión que muchas veces trasciende los aspectos vinculados a lo comercial. No hay nada más gratificante que imponer una tecnología o desarrollar un producto en el cual además, como es el caso de la consultora Asinagro, tenemos la confianza de nuestros clientes de involucrarnos mucho en el diseño del proyecto. Lo otro es totalmente distinto. Ahí quiero destacar a quien fue mi socio durante muchos años, Darío Bottaro, que viene de familia arrocera. También quiero agradecer a quienes nos abrieron las puertas, en primer lugar a Saman. Mucho de la ejecutividad lo aprendí con Darío, y al adquirir eso y compatibilizarlo después con el conocimiento técnico de la chacra, se hace fácil porque tenemos los dos manejos.

—Cerca de 25 años en la investigación y en Asinagro, ¿los conceptos o demandas a investigar han cambiado mucho de allí a hoy?

—No es que hayan cambiado mucho. Se vienen trabajando desde 1998, pero en paralelo se desarrollaron tecnologías. El arroz tolerante a imidazolinonas por ejemplo fue un cambio tremendo. No son caminos que se enfrenten con el otro desarrollo. Apareció la soja en los sistemas arroceros, que involucra entre otras cosas elcontrol de malezas. La problemática en sí, de base, es la misma: el uso del suelo y la intensividad de eso, con la eventual degradación del recurso, tanto química como física. Cada vez tenemos menos herramientas químicas para controlar problemas de malezas resistentes, entonces el uso adecuado del sistema, no solo del arroz per sé, es fundamental para ser sostenible en el tiempo con niveles altos de producción.

—Hoy en día se habla mucho de agroecología, ¿hasta qué punto se pueden acompasar las demandas ambientales con la rentabilidad del negocio?

—Me es muy difícil separar lo que nos compete como consultora y nuestro perfil agronómico o de investigación del productor. Muchas veces hay que cuantificar otros aspectos que son tan relevantes como el cuidado del ambiente, que es el resultado económico de las empresas, con lo cual las mismas son viables en el tiempo. El gran tema con los productos biológicos o bioinsumos es que no se pueden tomar medidas drásticas siguiendo la corriente de que hay una demanda mundial de esto. Hay que generar sustituciones de productos que hoy funcionan por otros que tenemos que determinar realmente cuál es su resultado, su impacto. No podemos sustituir por sustituir, solo por decir que somos más amigables con el ambiente. Es un camino a largo plazo. Nosotros estamos metidos en un proyecto en el cual trazamos diferentes tratamientos de manejo del cultivo de arroz, donde se contrasta el testigo comercial de uso más común del productor con otras trayectorias que podríamos llamarle más agroecológicas, de sustitución de insumos de síntesis química por bioinsumos, bioestimulantes no microbiales o insumos de mayor eficiencia, que es importante y pueden ir en paralelo. Por ejemplo hay fertilizantes que tienen diferentes tipos de protección para que quede más disponible en la planta y se pierda menos en el ambiente. Si tiene mayor eficiencia, podemos bajar la dosis. Pero todo eso tiene que tener un resultado productivo equivalente. No podemos hacer sustituciones a la ligera, bajando la productividad y determinando que el resultado productivo no sea viable. En el caso del arroz, la cuenta es muy fina, dependemos mucho de los precios, pero lo que nos ayuda son los kilos por hectárea. No creo que nadie esté dispuesto a sacrificar kilos.

—¿Te parece que cuando se habla de agroecología la gente en general de verdad sabe de lo que se habla?

—Creo que hay un lobby detrás de todo eso, de gente que no tiene los conocimientos básicos porque tiene algún otro tipo de interés. Generalmente se estigmatiza por el hecho de que hay una agenda en la cual se explotan esas grietas. En el caso de la producción arrocera, somos pioneros en las buenas prácticas y tenemos que generar un producto de altísima calidad e inocuidad. Si no nos creen que es por coincidencia, es porque los tenemos que vender a mercados súper exigentes y no nos podemos arriesgar a que nos rechacen un barco en Europa porque el producto que enviamos no cumple las normas. El arroz uruguayo es de primera calidad en el mundo y los productores sabemos a conciencia el bien que estamos manejando, y que no estamos en el sistema por un año o por dos, queremos la permanencia en él porque es nuestro medio de vida. Además, en el 75% de los casos es un bien prestado. El énfasis en el cuidado es perpetuar ese recurso porque lo necesitamos cada año y el margen es elástico pero tiende a achicarse, por lo que no podemos degradar un sistema al fin de no hacerlo productivo porque no tenés opción de cambio. Los sistemas hoy están exigidos porque no son los mismos de hace 25 años, donde la marca país de la rotación arroz con pasturas era una grifa súper importante. No quiere decir que hayamos perdido ese valor, pero lo hemos cambiado un poco, porque hay distintos modelos de rotaciones, como lo es la soja o el área sobre rastrojo.

—Dentro del trabajo de investigación y desarrollo de Asinagro, ¿hay algún otro concepto u otra área que pienses que se deba destacar?

—Los productos que probamos en la secuencia de uso, como si fuera una chacra comercial, tienen no menos de 5, 6 o 7 años de investigación. ¿Qué hacemos ahí? Los estamos conjugando, los estamos manejando de forma integrada en un sistema productivo único. Tenemos expectativas de nuevas herramientas de control de enfermedades para aquellos cultivares susceptibles, porque tenemos restricciones en la cantidad de fungicidas disponibles. Para los herbicidas estamos restringidos en las moléculas que podemos usar en el arroz, sobre todo en los lugares donde ya hay resistencia a determinados mecanismos de acción. Pero eso depende más de las empresas que hacen investigación y desarrollo para generar estas herramientas. En la integración, seguir trabajando en el acople de otros cultivos a la rotación con arroz. Está firme la soja, pero debemos buscar otros acompañantes al cultivo. Hay algún emprendimiento en maíz, que requiere mucho trabajo de nivelación y riego. Otro aspecto fundamental es qué hacemos en esas rotaciones cortas durante el invierno. Los cultivos de cobertura se están trabajando mucho, pero hoy en día tienen una adopción baja en los sistemas productivos, a mi entender. Por último esa rotación arroz soja es altamente extractiva de nutrientes, y también involucra micro y macronutrientes, los cuales nunca fueron un problema para el arroz, salvo situaciones peculiares. Por eso cobra mayor vigencia e importancia investigaciones de respuesta a fertilizaciones foliares con micronutrientes en esos sistemas, tanto Zinc pero también calcio u otros como el azufre.

—Como productor arrocero, ¿cómo ves la presente zafra?

—La vemos con muchas expectativas. Sabemos que repetir los números de la zafra anterior, por las propias coyunturas internacionales, va a ser difícil. Tenemos una campaña en algunos puntos del país sumamente desafiante por el clima, con una realidad muy dispar por zonas. Yo estoy en una zona donde el registro de precipitaciones en dos meses y medio fue el de medio año. Y ha sido en el momento de la siembra, que produjo atrasos y variantes enormes en la logística normal del desarrollo de una chacra. Hay que solucionar la rotura de taipas, como no seca nunca tenés que entrar a reparar con gente pero no podés entrar con un tractor, hay incremento de costos porque tenés que aplicar urea por avión… En Río Branco te diría que hay un 25% del área con un mes de atraso. Tenemos que esperar que el año nos acompañe en temperatura y fundamentalmente luminosidad. Nuestros arroces van a florecer tarde y astronómicamente las horas de sol son menos que en enero. Las chacras están lindas, pero la foto tiene un mes de atraso. Por otro lado, tenemos un verano que parece más un “otoñito” que un verano, pero el arroz todavía no está en el momento crítico. Si ahora viene un golpe de calor y radiación, como es normal en enero, te diría que el 70% del área va a tener un clima benévolo como para ir hacia buenas productividades

Dambo realizó una jornada con foco en la adopción de nuevas tecnologías y estrategias en el arroz más amigables con el ambiente

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