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Mejor con ovejas

El rubro ovino lideró por décadas a la economía uruguaya. Hoy, con otro perfil, plantea interesantes posibilidades de producción y negocios.

Ing. Agr. Nicolás Lussich.

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Hace ya tiempo y por largo período, la venta de la zafra lanera era el dato clave para la economía y de su suerte dependía el bienestar de la mayoría de los uruguayos. Hoy, son otros los rubros líderes (carne vacuna, soja, celulosa), pero la producción ovina aporta un significativo 4% a las exportaciones nacionales y está en un buen momento, tanto por el escenario de mercados de la producción lanera como por las oportunidades que -trabajosamente- se van abriendo en el rubro cárnico. De manera que el monto exportado aumentó 15% en el último año (gráfica).

Es que la oveja -recurso ancestral del hombre para su abrigo y alimentación- tiene virtudes renovadas en esta nueva economía centrada en la sostenibilidad ambiental y preocupada por el empleo. La lana fue una de las principales fibras para vestimenta y abrigo por siglos, hasta que irrumpieron las fibras de síntesis química (derivadas del petróleo), quedándose con la mayor parte del mercado. Pero las cualidades excepcionales de la lana para la elaboración de prendas finas o tejidos de punto, a lo que se suma su condición de fibra natural, le han permitido mantener un mercado relevante, con innovaciones en vestimentas y usos.

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Algo similar sucede con la carne ovina: por siglos fue la carne de sustento para muchas sociedades y base de la dieta rural y en el “interior” uruguayo, por su bajo costo y accesibilidad; hoy -con un mercado notoriamente menor al de otras carnes- es la que tiene el mayor valor al comparar precios. Producida a pasto, también destaca por su perfil natural y sostenible.

Además de su desempeño como negocio para los productores y sus correspondientes agroindustrias, la producción ovina ha sido siempre un integrador social, incorporando al trabajo con las majadas a mucha gente, en su mayoría arraigada en el campo. Por supuesto, la forma de trabajar con las ovejas cambió radicalmente en pocos años y hoy es impensable sostener la producción sin servicios profesionales especializados en sanidad, nutrición, ecografía, automatizando al máximo posible las tareas con perros pastores, alambrado eléctrico y hasta con novedosos drones. Es un trabajo intenso, como cualquier proceso valioso y tiene el rasgo virtuoso de permitir una capitalización rápida al que emprende, a partir de una inversión relativamente baja.

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Aun así, el buen momento del rubro hace hoy difícil el acceso a buenas majadas: los productores están reteniendo las ovejas dado el buen escenario de precios, en especial el de las lanas finas, cuyo precio ha aumentado notoriamente en los últimos años. Por esto, puede esperarse un fortalecimiento del rubro, en especial en tiempos en que la agricultura está recomponiendo áreas y la producción ganadera retoma incidencia en varias zonas. La creciente oferta de opciones de genética ovina es síntoma de un rubro dinámico, en el cual el abanico de posibilidades es muy amplio, dependiendo la opción adecuada de cada situación productiva (suelos, combinación con los vacunos, trabajo en el establecimiento, etc.).

Esto es relevante porque la oveja difícilmente prospere sin un sector de carne vacuna dinámico, como -por suerte- se presenta hoy, más allá de los reducidos márgenes. Es inobjetable la mayor eficiencia y la mayor rentabilidad de la ganadería cuando combina vacunos y ovinos, en particular en los sistemas más pastoriles.

¿Por qué entonces tantos productores han reducido sus majadas o han abandonado el rubro en los últimos años? La respuesta es sabida: flagelos como el abigeato y -más recientemente- las jaurías de perros, frustran e impiden producir con ovinos, especialmente en las cercanías de los pueblos y localidades. Es una paradoja terrible: justo en lugares donde resultaría muy valioso y oportuno tener una buena opción de trabajo y capitalización -sobre todo para gente joven-, es casi imposible producir. La inseguridad -consecuencia de un Estado cuasi-ausente en este plano- golpea especialmente a la oveja.

Si estos problemas se enfrentan y se superan (no es fácil), el rubro podría avanzar significativamente: el precio de la lana seguirá firme según las proyecciones de mercado, en especial en lanas finas. Por otra parte, la apertura del mercado de EE.UU. para exportar carne ovina con hueso (la de mayor valor) a través de los compartimentos, abre un nicho con alto potencial. El año pasado las ventas fueron por 1,5 millón de dólares y pueden crecer más.

La lucha contra el delito, los avances sanitarios y la apertura de mercados se encaran mejor con instituciones que apuntalan al rubro, como el SUL, INIA, el apoyo de INEFOP en capacitación, y otros organismos, junto al MGAP. Los avances han sido notorios, desde el impulso al acondicionamiento de las lanas (hoy ineludible para acceder a los mejores precios) hasta las recientes estrategias para combatir la mosca de la bichera.

Finalmente, es clave para la producción ovina mejorar la inserción internacional. Las ovejas “descubrieron” China antes que nadie aquí en Uruguay y son los industriales laneros los que más experiencia acumulan en su relación con el gigante asiático. La industria topista uruguaya se ha mantenido competitiva, a pesar de la caída en la producción, subsanando parcialmente este hecho con crecientes importaciones de lana.

Sin embargo, a pesar de exportar hace décadas, no tienen condiciones preferentes de ingreso, como sí las tienen países competidores. Con la carne pasa algo similar: superadas las barreras sanitarias, quedarán las arancelarias. Si estas limitaciones se levantaran, y la competitividad general de la economía mejora, la producción y agroindustrias ovinas tienen mucho para crecer.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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