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La ganadería al rescate

El retroceso agrícola abre espacio al ganado, pero el crecimiento no será inmediato.

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Por el Ing. Agr. Nicolás Lussich.

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La seca fue dura y sus secuelas se verán en la producción ganadera por un buen tiempo. Afectó principalmente la cría y la merma en la preñez se verá a mediano plazo, con menos faena y exportaciones. Sin embargo, el clima aprieta pero no ahorca: transitamos un otoño amigable, con temperaturas altas y lluvias, buen clima para recomponer los ganados, implantar verdeos y pasturas, antes que caiga el invierno.

Tal vez lo más destacado de esta dura sequía es cómo reaccionó el sector, pues las virtudes se ven más en las difíciles. Los circuitos ganaderos tenían todas sus llaves y fusibles funcionando: buenos precios y mercados de exportación que permitieron procesar una faena récord; la industria frigorífica compitiendo por los ganados, lo que permitió sostener el mercado del gordo; y una exportación en pie muy activa, fusible clave que contribuyó también a sostener los precios y la relación flaco / gordo (gráfica). Las discusiones sobre la conveniencia de mantener abierta la exportación en pie parecen (por suerte) haber quedado atrás. Para los frigoríficos, el fortalecimiento de las exportaciones en pie implica preocupación y desafíos en el presente, pero garantía de oferta a largo plazo. Por esto, no es de extrañar que lleguen más inversiones al sector.

Con los mercados se vislumbra algo parecido: a pesar de los vaivenes, los precios están firmes y la demanda se sostiene, liderada por China. Tal vez la nota de preocupación es la coincidencia de dos hechos: una mayor concentración de la exportación cárnica uruguaya en China, justo cuando se afirma la guerra comercial entre dicho país y EEUU. Y lo segundo puede reafirmar lo primero. Sin embargo, las últimas proyecciones de demanda mundial lucen auspiciosas para la carne vacuna.

En cualquier caso, es claro que todo el sector agropecuario está complicado y tendremos una caída en la actividad de faena y producción en los próximos meses, por la faena anticipada, la llegada del invierno y las estrecheces financieras. En la ganadería se manejan precios en dólares, pero Uruguay tiene sus costos en pesos e inflación alta; así, al pasar los kilos de carne a pesos, enflaquecen (ver cuadro).

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Todo esto confirma algo sabido: clima y mercados van y vienen, con las fluctuaciones esperables de cada caso. Lo que lleva a reenfocarnos en las cuestiones propias, esas que solo dependen de lo bien o mal que hagamos las cosas. Allí, el sector exhibe FORTALEZAS: la gestión se ha profesionalizado, la nutrición es cada vez más eficiente en todas las etapas, lo que deriva -a su vez- en una mejora paulatina en la calidad del producto. Los avances tecnológicos y la inversión acumulada en producción agrícola pueden tener su “derrame” en la producción ganadera, a través de la producción de granos forrajeros, reservas, y verdeos; además, el retroceso de las áreas agrícolas va a liberar más áreas para la ganadería, como ya lo están esbozando los datos de Dicose.

Sin embargo, también hay DEBILIDADES: a pesar de los múltiples mercados a los que llega la carne uruguaya, los costos arancelarios son muy altos y poco se ha hecho para mejorar en este plano; en parte porque no es fácil -los contrarios también juegan- en parte porque no queremos: las trabas ideológicas a la expansión comercial debilitan los esfuerzos que intenta el gobierno. Lejos estamos de tener una visión inocente de las negociaciones comerciales: todos intentan arrimar agua a su molino y la negociación con la UE es un ejemplo. Pero aún no se asume -en particular en el FA- que comerciar más es mejor, sobre todo para un país como Uruguay, que es chico y quiere agrandarse.

Si esto no se despliega con más vigor, queda debilitado otro factor relevante para la carne uruguaya: su valor de marca. En este plano los avances han sido notorios, a partir del trabajo de las empresas exportadoras, productores, INAC, Uruguay XXI. Pero en la competencia por los paladares más exigentes no estamos solos: luego de más de una “década perdida”, la ganadería argentina busca recomponerse y la tendremos de vuelta en el mundo, con un valor de marca reconocido que constituye una objetiva AMENAZA en el mediano plazo. Hay otras, como la mencionada “guerra comercial” entre EEUU y China, que puede sumar algún otro a la trifulca; asimismo, los problemas comerciales de Brasil, que enfrenta trabas en las exportaciones, pueden deprimir los precios de las carnes en la región.

Pero también hay OPORTUNIDADES: aún con las crecientes exigencias sanitarias, en bienestar animal y en calidad en general, la carne uruguaya tiene potencial para crecer mucho en valor agregado, tanto por volumen como por calidad. Para aprovecharlas -además de reducir las debilidades y conjurar las amenazas- se requiere que el Estado (que hace aportes) mejore mucho más su productividad y eficiencia, de lo contrario se vuelve una carga imposible de sobrellevar, por más esfuerzo que se haga en los campos, frigoríficos y en el comercio. En el fondo, se trata de asumir -de una vez por todas- que se agrega más valor y se beneficia más la sociedad uruguaya criando más terneros, y engordando y faenando más novillos en todo el país, que invirtiendo en hornos de portland que no se instalan, o en cooperativas fundidas, o en ciertas áreas de la salud pública que más bien parecen cotos privados.

Se escucha habitualmente que la granja, la lechería y hasta la agricultura, tienen un impacto social relevante. Pues lo mismo vale para la ganadería, cuyo rol social se ha soslayado vaya a saber por qué cúmulo de prejuicios. Al final, la vaca les gana (otra vez).

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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