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El mayor desafío

El coronavirus le ha dado un toque amargo a estas fiestas y estamos ante el mayor desafío sanitario hasta ahora, por la ola de contagios. Su impacto también se siente en los agro negocios, que siguen adelante, con grandes diferencias según el rubro.

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Nicolás Lussich

Nicolás Lussich /Ing. Agrónomo MBA / Periodista

Uruguay está enfrentando lo que los científicos consideran la primera ola de la pandemia, confirmando - una vez más- que al Uruguay todo llega un poco más tarde. Con méritos propios el país logró evitar los primeros embates del Coronavirus, pero ahora el desafío es mayor por las cifras récord de contagios.

La economía está sufriendo el golpe: los datos del Producto Bruto Interno (PBI) del 3er. trimestre mostraron un rebote de casi 8% respecto al anterior, pero el Producto fue 6% inferior a su nivel de un año atrás (gráfica). Octubre -inicio del cuarto trimestre- fue positivo en varios sectores, pero en noviembre ya comenzaron a verse algunos síntomas de preocupación, porque el impacto en el empleo y los problemas financieros que se venían acumulando en las empresas comenzaron a hacerse presentes. En estas circunstancias llegó la ola de Coronavirus, que obligó al gobierno a tomar medidas fuertes para contenerla. La más importante se aprobó por ley y apunta a combatir las aglomeraciones, principal fuente de contagios, al tiempo que se suspendieron los espectáculos públicos. No parecen medidas drásticas, pero aun así la actividad se va a resentir.

Gastronomía, turismo, entretenimiento y comercio en general, están entre los sectores más complicados. Los agronegocios, en cambio, han estado más condicionados por la falta de lluvias que por la pandemia, al menos hasta ahora. El efecto del Coronavirus ha sido más claro a nivel de la demanda externa de algunos productos, como la lana o la carne, en este caso especialmente en el mercado europeo.

Lo más preocupante ahora es la afectación de la actividad por los casos de Coronavirus en trabajadores de las agroindustrias, en especial en los frigoríficos. Por varios meses la faena se mantuvo sin alteraciones por la pandemia, pero algunos casos recientes -que obligaron a suspender las exportaciones- generan incertidumbre.

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Aportes de la ciencia y la tecnología. De todas formas, hay datos positivos en varios rubros. El caso más notorio es la agricultura, con excelentes cosechas de invierno -récord en cebada y muy buena en trigo-; lluvias escasas pero valiosas han permitido además concretar las siembras de cultivos de verano, cuyas áreas seguramente se mantendrán similares a las del año pasado. La falta de agua obliga a la cautela, pero los precios están en máximos de más de 6 años (gráfica), una fuerte señal de estímulo para plantar. Es que la sequía también está afectando a la región, mientras la demanda china es sostenida. China ha logrado sobrellevar la pandemia y emerge como la gran ganadora entre las principales economías del mundo.

En momentos en que se destaca especialmente - y con justicia- el aporte de la ciencia frente a la pandemia, vale recordar la contundente y creciente aplicación de conocimiento científico y tecnológico que se ha dado en los cultivos de nuestro país. Maquinaria de precisión, agricultura por ambientes, fertilización localizada y específica (con nuevos nutrientes y micronutrientes), y -tal vez lo principal- la incorporación de biotecnología a través de los eventos transgénicos, que han permitido no solo aumentar en forma destacada los rendimientos (gráfica), sino habilitar el propio desarrollo de ciertas modalidades de cultivo, como el maíz de segunda- que sin los transgénicos resistentes a insectos no sé habría desplegado como lo ha hecho. Por esto es positivo que el Sistema Nacional de Bioseguridad haya habilitado un conjunto de nuevos eventos transgénicos, algunos de los cuales se habían presentado hace más de 5 años para evaluación, una demora injustificada, entre otras cosas porque dichos eventos se han usado en otras partes sin problemas.

En el afán de dar garantías e incorporar múltiples visiones, el Sistema ha quedado con escasa capacidad operativa y expuesto a injerencias políticas que lo desvirtúan. Llegó el momento de agilizarlo y, -además- de dar la discusión sobre biotecnología agrícola de una manera mucho más objetiva de lo que ha sucedido hasta ahora.

Otros asuntos ya están incorporados en la agenda del gobierno. Por un lado, se decidió extender un beneficio para la producción arrocera con una rebaja en el precio del gasoil de e entre 4 y 5 $/l, que correrá por cuenta de DUCSA (distribuidora de ANCAP). Asimismo, en una tarea de mediano plazo, se comenzó el trabajo para recopilar información de producción geo referenciada, que sirva de base para el desarrollo de los seguros agrícolas.

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Riesgos cárnicos. La ganadería -por su parte- cierra el año con faena en alza y precios menores, aunque mejoraron las referencias en los últimos días. Las proyecciones del INAC apuntan a una faena 10% mayor el año que viene, a partir de la recomposición del stock ocurrida en los últimos años. El desafío es que esa mayor producción tenga una colocación fluida, y allí es donde hay ciertos riesgos por la alta dependencia de China y los problemas de demanda en Europa. El volumen exportado caerá casi 15% este año y dado el escenario de la pandemia, parece difícil una recuperación completa para 2021.

Sería ideal contar hoy con más cuota en Estados Unidos o con un acuerdo de Libre Comercio con algún país asiático consumidor relevante, como Corea o el propio Japón, para poder vender con menos aranceles. Pero esto es más un sueño que una posibilidad real: por prejuicios ideológicos y falta de consensos políticos, Uruguay ha quedado rezagado en su inserción comercial y eso tiene consecuencias. Es en las difíciles que estas carencias más se sienten.

El sector lácteo cierra un año difícil pero con tendencia positiva. Por un lado, la remisión aumentará significativamente (casi 5%), a pesar de que se han seguido perdiendo productores (pequeños y medianos). Por otro lado, el gobierno y el INALE han avanzado en la reconfiguración de algunas herramientas sectoriales como el FFAL (Fondo de Financiamiento de la Actividad Lechera) y el Fogale (Fondo de Garantía Lechero). En este último caso se amplió su alcance (subió el tope de 25 a 120 mil dólares, con mayores porcentajes posibles de deuda garantizada). No es una solución mágica a los problemas serios que tienen varios productores, sino que se mejoran las opciones financieras. En el FFAL hay que respetar los compromisos con los financiadores, pero hay productores que ya pagaron todo lo que usaron… y siguen pagando. Y otros que no tomaron crédito y pagan igual; son situaciones insostenibles que seguramente deberán corregirse por ley.

El sector forestal ha hecho un aporte sustancial a la actividad a través de la construcción de la segunda planta de UPM, con un potente efecto contra cíclico en una economía muy afectada por la pandemia. La obra está amortiguando la caída del PBI, que de lo contrario hubiera sido bastante mayor.

Sin embargo, al sector le ha caído un balde de agua fría con la media sanción legislativa (Diputados) del proyecto que limita la forestación exclusivamente a campos de prioridad forestal, una iniciativa sin fundamento técnico, antojadiza y que genera graves incertidumbre para eventuales nuevos proyectos forestales, de todo tipo. Esperemos que en el Senado se recapacite y se conduzcan las decisiones hacia la promoción sectorial, no a su limitación.

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El rubro ovino ha tenido un año crítico, por la fuerte caída en las exportaciones de lanas. La pandemia bajó drásticamente la demanda por lanas y las exportaciones cayeron 50%, por lo que difícilmente lleguen a los US$ 100 millones (contabilizando tops y lana sucia). Todo indica que la cadena de consumo frenó las compras, al no ser la lana un producto de primera necesidad.

Por esto la situación difícilmente se revierta antes de que se normalice el escenario sanitario global.

Más auspicioso es el panorama de la carne ovina, aún con las incertidumbres que atañen a todo el sector cárnico. Al igual que la carne vacuna, la ovina tiene limitaciones comerciales importantes, que intenta sortear con los compartimentos ovinos, a través de los cuales se alcanzan precios notoriamente mejores (que justifican los mayores costos). A su vez, desde el MGAP se está impulsando el programa para erradicar el gusano barrenador del ganado (bichera), que tendría un fuerte impacto positivo en la producción ovina, al tiempo que se aumentó la devolución de impuestos a la industria topista (de 3 a 6%) para atenuar el grave escenario que atraviesa.

Los citrus tuvieron una zafra auspiciosa y las exportaciones muestran un aumento del 12%. El rubro demuestra la relevancia de la apertura de mercados: los citrus habían visto cómo se perdían ventajas y competitividad en el mercado europeo, pero se abrió el estadounidense y la producción viró de la naranja a la mandarina, con cambios genéticos y costosas inversiones, que han permitido responder al nuevo escenario.

Así, la alegría va por rubro, aunque permanecen desafíos de competitividad que cruzan horizontalmente toda la producción (mercados, macroeconomía, infraestructura). Cuando el virus retroceda -esperemos que sea pronto- lo urgente deberá dar paso a lo importante.

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