Por Gabriel Capurro Álvarez (*),
Columnista invitado
La compra por parte del Instituto Nacional de Colonización de la estancia María Dolores en Florida ha desatado diversas opiniones sobre la conveniencia de dicha inversión. El Instituto Nacional de Colonización tiene como uno de sus cometidos radicar y mantener familias en el sector rural, lo cual puede ser compartible considerando la baja población rural que tiene el país y su tendencia en el mediano y largo plazo.
El último censo de población en el país marcó un nuevo descenso en la población rural que bajó del 5% al 4%, determinando que la densidad de población rural es la menor de América y una de las más bajas del mundo, a pesar de que Uruguay es uno de los países de economía más dependiente del sector agropecuario.
El descenso de la población rural es una tendencia mundial que ningún país ha logrado detener, pero casi todos intentan frenar con distintas políticas de apoyo a la producción. Es discutible que la colonización de tierras, tal como se realiza en nuestro país, sea una herramienta eficiente para detener o mitigar dicho proceso a una relación costo-beneficio razonable.
La evolución de la economía determina que en casi todos los sectores las empresas necesitan mayor tamaño para subsistir y desarrollarse. El agro no escapa a esa tendencia. Las empresas más grandes tienen economías de escala que determinan menores costos de producción por unidad de producto, y pueden acceder a las últimas tecnologías y maquinarias que son caras pero otorgan mayor eficiencia a las empresas. Esto les permite afrontar, en mejores condiciones, oscilaciones en los precios de los productos, y también en los niveles de producción ocasionados por crisis climáticas .
A los productores de menor superficie les resulta muy difícil enfrentar caídas importantes de precios o de producción, por ello, tienden a desaparecer en nuestro país y en muchos países del mundo salvo que reciban subsidios y apoyos por parte de los gobiernos o tengan ingresos provenientes de otra actividad.
La lechería no escapa a esa tendencia porque además es una actividad muy sacrificada, las vacas deben juntarse y ordeñarse dos veces por día los 365 días del año, no hay feriados, no hay vacaciones, no hay Navidad ni primero de año, no hay fines de semana, no hay tormentas etc., etc, lo cual en definitiva provoca que la tendencia general es más fuerte. En 1985 había 7.102 productores lecheros en nuestro país, hoy quedan 3.042.
En base a lo anterior, una opción razonable para el proyecto de Colonización de la estancia María Dolores sería darle mayor escala a productores que ya están en el sector, utilizándolo como campo de recría y/o producción de forraje.
En caso de optar por otra opción, el proyecto no debería limitarse a radicar 15 o 16 familias en tambos de 100 hectáreas como ha trascendido, lo cual implica agregar una inversión importante en infraestructura, y una superficie económicamente muy vulnerable si no se complementa además con apoyos para mejorar la escala con campos de recría y/o la provisión de forraje.
La Colonización de tierras en todos los casos implica inversiones muy importantes para su adquisición y su desarrollo y subsidios permanentes a los productores si no tienen la superficie adecuada y se pretende que permanezcan en el campo.
La conveniencia en esta etapa del desarrollo del país de destinar recursos que son siempre limitados a la Colonización de tierras o a sectores de la población como la primera infancia y/o la población en asentamientos y la rentabilidad social de las distintas opciones, es una discusión que el sector político y toda la sociedad deberían encarar.
(*) Ing Agr. Gabriel Capurro Alvarez
PD. Como ex Presidente de la ARU es pertinente aclarar que las opiniones vertidas son personales y no involucran a dicha Institución cuya Directiva no integro desde hace más de 4 años.