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La uruguaya que soñó su futuro sobre un caballo Árabe y triunfa en el mundo

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Olivia recibiendo uno de los tantos premios en Qatar

Una montaña de vivencias. Así es el recorrido de Olivia Strauch Braga en su vida. Si bien nació en Montevideo, su contacto con el campo comenzó a temprana edad, en el campo de sus abuelos en Florida, donde además de sus primeras vacaciones rodeada de tíos y primos, comenzaron sus sueños vinculada a los caballos… Sin dudas ello marcó su infancia y hoy confiesa que la definió para siempre. “Sin querer elegí el campo, los caballos, nuestras costumbres, y hasta el día de hoy no hay nada que me haga más feliz”, asegura desde Qatar.

Pero entre Florida y Asia, hay un largo camino…

A Olivia siempre le atrajeron los caballos, los que montó desde chica. Pero dentro de ellos, su verdadera pasión fueron los de la raza Árabe. Atracción que se la debe a su abuela paterna, Sara Urioste, “una fanática de la raza por su amistad con Olguita Santayana (La Rábida)”. Entre sus primeros recuerdos está una yegua tostada “Citara”, que seguramente hoy no elegiría, pero la memoria emotiva la lleva inexorablemente a ella, “en aquel momento la admiraba, le veía algo especial, diferente a los otros”. Nadie la podía montar, “sólo mi abuela, lo que la hacía aún más especial”.

Hablar de ese momento de su vida, para Olivia es recordar a “Ela” contar historias fascinantes con los Árabes, “las leyendas del desierto, unos libros y láminas que tenía guardados en un mueble y me los mostraba de vez en cuando como tesoros”. Además, le contaba de cabalgatas, de aventuras, “había un cuento de un Árabe tordillo “Ahmar”, que la perseguía por todos lados y la esperaba en la ventana de su cuarto… y cosas por estilo”, rememora con cariño. Claro, hoy reconoce que quizás los cuentos tenían una cuota de exageración, “pero siempre fue mucho más divertido creerlo todo”.

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No a todos les gustaban los caballos Árabes entonces. En la otra rama familiar, dos tíos de Olivia que trabajaban en el campo, los definían como “cascarrias, flacuchos, locos, que no servían para nada, y todas esas cosas tantas veces escuchadas de gente de campo”, recuerda. Si bien entonces no le gustaba “hoy puedo decir que algo de razón tenían, pero esa es otra discusión”, asegura entre risas. Pero en definitiva, para su pasión, “claramente ganó mi abuela Ela”.

Ese origen familiar hizo que al tener que elegir una carrera para estudiar estuviera tentada por Agronomía o Veterinaria, pero en realidad “me gustaba otra cosa, entonces opté por Medicina, pensando en un futuro quizás comprar un campito y poder disfrutarlo como hobby”, recuerda.

Le duró poco. Mujer de decisiones firmes, un día “me voló la cabeza y decidí dejar de estudiar para dedicarme de lleno a aquello que me apasionaba tanto. No tenía ni idea ni dónde, ni como, pero quería intentarlo”.

Y lo hizo.

“Mis padres me apoyaron siempre, y fui conociendo gente en el camino, que hoy son mis amigos, y a los que les voy a estar agradecida siempre por creer en mí y por abrirme puertas en un mundo hasta ese momento totalmente desconocido para mí”, recuerda Olivia.

Fue a Brasil por primera vez y quedó deslumbrada. “Enseguida supe que esa era la vida que quería vivir, y que quería aprender todo sobre esa raza y esa actividad”.

El viaje de su vida…

A la vuelta de aquella especie de pasantía, “mi querido amigo Gustavo De León me presenta a Laetitia (D’Arenberg), que recién empezaba a armar el proyecto de caballos Árabes y fue como juntar el hambre y las ganas de comer”. Era el año 2003, y para Olivia “ahí comenzaba el viaje de mi vida…”.

Siente que tuvo suerte por “haber caído en el mejor lugar posible, haberme rodeado de tremendos entrenadores, criadores y personas”. Es que, en esta actividad no existe universidad, “hay que hacerse trabajando, observando, preguntando, viajando por el mundo. Y después, a prueba y error para de a poquito, ir formando tus propias ideas”.

Entonces, todo lo que fue aprendiendo en Brasil, Estados Unidos, Europa, lo fue volcando, y de alguna manera ensayando, en Las Rosas, “junto con Laetitia y Roberto (Serventi), íbamos trazando un rumbo que nos llevó a lugares inimaginables…”.

Si bien a partir del 2008 se quedó radicada en Uruguay, nunca perdió contacto con el exterior. “Seguí viajando, yendo a los principales shows, vinculándome con gente de todos lados, y conociendo el mundo a través de los caballos”. Es que la raza Árabe tiene eso, es universal, “hasta en la China se está desarrollando y expandiendo”. Y en 2010 llegó a los países Árabes… Pero eso es otra historia que viene después…

A la uruguaya.

Para Olivia lo que hicieron con Laetitia en Las Rosas es casi un milagro. “Fue bien “a la uruguaya”; con 20 yeguas en el medio del campo, sin hacer transferencia de embriones y sin usar semen importado, logramos criar algunos ejemplares para salir a competirle (y ganarle) a los Árabes”. Recuerda que en una década “elegimos e importamos 3 potros (no probados) que fueron la base de un programa “a la antigua” como nos encanta y nos da orgullo”. Y el resultado fue fantástico en Uruguay. “Hoy puedo decir que están dentro de los 5 padrillos más cotizados del mundo”.

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Excalibur ganador en todos lados

Mientras conversamos para esta entrevista, en Qatar Olivia escucha resoplar a Excalibur EA, caballo que con Laetitia llevó en 2013 a Uruguay (y que ganara los máximos galardones que una cabaña uruguaya haya logrado). “Y por esas vueltas de la vida, me reencontré con él acá 10 años después, ya consagrado y siendo uno de los mejores reproductores del mundo”.

El sueño Árabe.

Su historia en esas tierras de Medio Oriente comienza en el 2010 cuando fue por primera vez y la marcó. “A la gente le llama la atención que los Árabes compren caballos Árabes en otros países, siendo que acá es el origen. Pero una cosa son los beduinos y los caballos del desierto y otra muy distinta es la competencia de alto nivel”, afirma con conocimiento de causa. Olivia menciona que ellos no tenían ese tipo de caballo, “lo salieron a buscar cuando descubrieron el petróleo y empezaron a crecer de forma vertiginosa”.

Ahí, “les nació la ambición de querer ser los mejores en todo”. Y hoy sí, para Olivia Strauch, “los mejores caballos Árabes del mundo están en Medio Oriente, porque tuvieron los medios económicos (irresistibles para cualquier persona común) para “barrer” con todo lo mejor de Estados Unidos, Sudamérica y Europa”. Entonces, con calidad y volumen “consiguieron un tipo extraordinario que les permite ser casi imbatibles”.

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¿Cómo llegas a Qatar?

Explica que el hermano más joven del Emir de Qatar, proveniente de una familia de gran tradición y pasión ecuestre, decide empezar su propia cría en el año 2012. “En mi primer viaje a Qatar tuve la oportunidad de visitar el haras que recién comenzaba y de conocerlo personalmente. Me llamó mucho la atención su forma de pensar y sus ideas ya bastante claras de lo que quería hacer, bastante compatibles con las mías, de poner énfasis en la cría y en el proceso y no sólo en ganar, ganar, ganar, como la mayoría de ellos”.

A partir de ahí siguieron en contacto y un día recibió una llamada con una propuesta “muy loca”, que la descolocó completamente. “Yo estaba bien donde estaba, soy muy “de allá” y jamás había pensado en irme. De repente, todo empezó a tomar forma y un sentido y me terminé viniendo con 11 yeguas y 1 potrillo de Las Rosas para de alguna manera continuar ese legado, ahora bajo el nombre de Alwajba Stud en Qatar”.

Bienestar animal.

¿Y ahora qué? Para Olivia Strauch su deseo es conseguir grandes cosas para el jeque, que confió en ella y le proporciona todos los medios y posibilidades para trabajar de la manera que se siente cómoda. Pero por encima de todo está su misión y el principal motivo por el que está en Qatar, “que es lograr algunos cambios en cuanto a bienestar animal”. Reconoce que aún hay mucha ignorancia en cuanto a manejo y cuidado. “Sé que no voy a cambiar el mundo, pero sí puedo poner mi granito de arena para cambiar algunas cabezas y crear una tendencia en base a hechos”.

Por ello, apenas llegó a Qatar “empecé a conversar con todos mis amigos y conocidos, varios de los cuales trabajan acá hace mucho tiempo. Uno me dijo: “cuando llegas al desierto, tienes que resetear, olvidarte de todo lo que sabes y aprender todo de nuevo, acá estás para resolver cagadas..”.

Confiesa que se quedó pensando días y noches en aquello, hasta se dijo: “no, no es por ahí, no vine a resolver nada, vine para evitar que esas cosas pasen. Estoy acá mejorar la vida de los caballos y para transmitirle a otras personas cómo hacerlo”. En ese sentido, aseguró que se ven muchas cosas feas, “muchas herejías”. Y asegura que después de 20 años en el medio y habiendo visto de todo, “me sigue fascinando la actividad, pero me pesa la consciencia en muchos casos. Sé que se puede hacer mejor. No quiero sonar como una protectora de los animales ni nada de eso, ojalá todos los caballos vivieran como los de las jineteadas”.

La raza en Uruguay.

Además de criadora, Olivia fue presidenta de la Sociedad de Criadores de caballos Árabes en Uruguay. Consultada sobre la evolución de la raza en el país, dijo que “se llegó a un estándar muy alto, de caballos casi perfectos estéticamente, pero con muchísimos problemas”. Hizo un mea culpa, “porque como criadores de caballos “bonitos” hemos dejado de lado, o no hemos priorizado características importantes especialmente los aplomos”.

Por eso se confesó admiradora de lo que hacen los criadores de Criollos, “y cómo han logrado un caballo tan completo. En nuestra raza es más difícil porque la función va por separado y los de la belleza no quieren perderla para arreglar conformación o aplomos. Y mientras los jueces sigan premiando lo exótico por encima de lo bueno, nada va a cambiar”. Claro, asume que “en esta “patriada”, voy medio en solitario, pero no me rindo”.

Mundo apasionante.

La actividad en Qatar está en ebullición, tienen un circuito de shows sumamente agitado, con exposiciones todos los fines de semana en las cuales se presentan entre 200 y hasta 800 caballos. A fin de año se lanzó un “World Tour”, auspiciado por el estado de Qatar, con un pozo de 17 millones de euros en premios, para los que sumen más puntos, que se acumulan a lo largo de 7 fechas, distribuidas en 7 ciudades distintas en Medio Oriente y Europa.

Olivia reconoce que hay muchas cosas para hacer, para cambiar, “pero también para disfrutar en esto de los caballos. Es un mundo apasionante y agradezco todos los días que me haya tocado vivirlo”.

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“Con garra y corazón, los sueños se cumplen...”

Por encima de los caballos, Olivia Strauch pone el foco en que para ella está el método, “que tiene que ver con soñar algo y hacer de todo para conseguirlo, no importa en el rubro que sea”. Asegura que nadie llega a ningún lado sin trabajo o esfuerzo, “nadie te viene a tocar la puerta para ofrecerte nada, lo tienes que salir a buscar”. Porque, si bien el mundo es mucho más libre hoy, no significa que sea más fácil el camino. “Pero con garra y corazón esos sueños se cumplen...”.

Pablo D. Mestre es editor de Rurales. Ingresó a EL PAÍS en el año 1981. Primero desempeñó tareas en el Departamento de Corrección y luego, desde el año 1992, pasó a integrar la Sección Rurales donde fue periodista, productor comercial y hoy se desempeña como Editor. Además, fue fundador y Director de La Vanguardia Melense, trisemanario que se publicó en el departamento de Cerro Largo durante una década. Es también socio director de Mesol Comunicaciones, empresa que lleva adelante, en sociedad con el diario, el Portal Rurales El País y diversas actividades en el sector agropecuario. Es también codirector del programa #HablemosdeAgro que se emite los domingos en Canal 10.

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