A pocas horas del Congreso Anual de la Federación Rural que se celebrará en San José, Rafael Normey —quien asumirá la presidencia del gremio— analizó el momento del sector agropecuario, los desafíos institucionales y el vínculo con el nuevo gobierno. En diálogo con Hablemos de Agro (Canal 10), abordó temas como la rentabilidad del agro, el atraso cambiario, la caminería rural, la trazabilidad ganadera y la conflictividad sindical.
—Hablemos en primer lugar del momento del sector. ¿Cómo ves hoy al sector agropecuario?
—Hoy estamos en un momento bueno. Sin duda que estamos en un momento bueno, en el sentido de que, si uno mira el panorama de precios, el panorama del negocio, cómo está funcionando... tenemos, por un lado, una ganadería que está en un momento muy sólido. Y una agricultura, una lechería, que también vienen funcionando muy bien. Quizás la agricultura con un momento de precios complejos, pero productivamente muy potente. Entonces, yo creo que hoy la foto es buena. Tiene similitudes con lo que sucedió en el 2022. Ese año en que todos pensábamos que estábamos viviendo algo estructural, que iba a durar mucho, y que nos motivó a una cantidad de inversiones, de decisiones, que en poco tiempo se desarmaron. Y bueno, después vino la sequía, la baja de precios, el atraso cambiario. Todo complicó el cuadro. Aquello que parecía estructural no era tal. Ahora volvimos otra vez a una situación bastante similar a esa. La duda es: ¿estamos viviendo un pico corto de un momento bueno que en breve vamos a estar penando de nuevo? ¿O la situación que tenemos hoy es una foto estructural en la que tenemos que creer y empezar otra vez a invertir y apostar fuerte?
—¿Por qué escenario te inclinás?
—Yo creo que hoy hacer futurología no se puede. Tenemos que ser inteligentes y aprender del pasado. Sin duda que hay ciclos. Todo indica que estamos en un momento con muchas fortalezas, con muchos temas que parecen ser bastante estructurales. Pero hay que tener cautela. Yo creo que hoy el sector, sobre todo después del golpazo de ese post-2022, de baja de precios, sequía, luego inundaciones, atraso cambiario, altos costos... que fue realmente muy traumático, nos va a costar mucho a los productores volver a creer en que esto es algo estructural y volver a creer en una apuesta fuerte. Pero bueno, el tiempo lo irá mostrando, y el momento hay que aprovecharlo. Hay que tratar de acomodar los números.
—¿Cómo ves el sector ganadero específicamente?
—Hoy estamos, repito, en una foto muy buena. Cuando uno mira todos los indicadores, tanto económicos, de precios, de mercados, de inserción internacional, y productivos... también hay que mirar la parte de lo que se está produciendo. Realmente Uruguay está teniendo signos importantes de cambio productivo a nivel primario. Y la foto es buena. ¿Cuánto puede durar esto? Y también ver las oportunidades del Uruguay como tal, cómo las aprovecha o no. ¿Qué pasa? Si el sistema político, apenas el sector productivo empieza a levantar un poquito la cabeza, lo baja de un hondazo con un cambio en las reglas de juego o cambios fiscales, ya de entrada vamos a haber perdido todas las posibilidades reales de creer. Ahora, si esto se mantiene, si hay una apuesta real a la inversión, al crecimiento... si el ministro de Ganadería dice que para que crezca el Uruguay tiene que haber más terneros, y eso se transforma en ideas claras, bueno, ahí estamos muy bien.
—En materia de productividad, en este próximo Congreso en San José, ¿hay alguna propuesta en concreto de la Federación Rural? Más allá de temas habituales como el tributario o el atraso cambiario, ¿hay algo específico que la Federación va a plantear?
—Sí, sí. La Federación Rural es una organización de segundo grado que se debe a sus federadas, que son más de 40 en todo el país, que son, entre comillas, las dueñas de la Federación Rural. Nos regimos por nuestros estatutos. El Congreso de la Federación Rural es el órgano máximo que mandata a la Federación, y por lo tanto al Consejo, a trabajar. Es un momento muy importante. Ahí veremos qué sucede. No me quiero adelantar concretamente a lo que van a decir los delegados, pero claro que hay temas que seguro van a estar. Riego, seguro. El rubro ovino, con inquietudes sobre cómo se encara un rubro que se nos está muriendo. Viene ya a un nivel muy en decadencia. El tema agrícola también está sobre la mesa, y seguramente van a surgir ideas para amalgamar mejor toda la cadena agrícola. Y en ganadería, temas sanitarios, inserción internacional, INAC. Seguro habrá mucha discusión.
—El ministro Fratti puso hincapié en que uno de los factores clave es mejorar la cría, y al respecto presentó el programa Procría. ¿Cómo ves estas políticas agropecuarias del nuevo gobierno y específicamente esa apuesta a mejorar la cría en el país?
—Eso lo conversamos personalmente con Fratti cuando nos visitó en la Federación Rural. Él planteó tres grandes ejes: Procría, Garrapata y Riego, es decir, manejo de agua en general. En el tema Procría, nos preocupaba que se estaba vinculando directamente el crecimiento económico uruguaya con el crecimiento de la ganadería a través de este proyecto. La línea de razonamiento era: para que crezca el Uruguay tiene que crecer la ganadería, para que crezca la ganadería tiene que haber más terneros, por lo tanto vamos a hacer Procría. Hasta ahí todo bien. Pero nos costaba visualizar cómo una asistencia técnica gratuita por parte del Estado era la solución para activar un motor que, según entendíamos, estaba apagado por otras razones.
En esa reunión también participó (Santiago) Scarlato, presidente del Plan Agropecuario, y nos explicó mejor el proyecto. Ahí comprendimos que se trata de algo más acotado de lo que imaginábamos. Tiene buenos objetivos: ayudar a una cantidad de productores con dificultades, pero no va a mover la aguja de la ganadería en Uruguay. Se habla de unos 1.000 productores, con unas 200.000 vacas, lo que podría generar 15.000 terneros más al año en un rodeo de tres millones. Le pedimos que, si se va a dar asistencia técnica gratuita, que no sea para siempre. Que sea un impulso inicial y que luego los propios productores comprendan que necesitan asistencia técnica y comiencen a contratarla.
—El atraso cambiario, que mencionabas en la primera parte. Hoy, con un dólar apenas por encima de los 40 pesos, ¿tenemos atraso cambiario o no?
—Sí, claro. ¿De cuánto? No tengo el dato exacto ahora, porque es algo dinámico, pero venimos hace más de 20 años con una acumulación de atraso. El año pasado lo cuantificamos: el dólar debería estar a $58 para corregir el desfasaje. Un año después, seguimos igual. Dólar planchado, inflación aún por encima, y el problema se agrava. Esta ha sido la fórmula aplicada: para bajar la inflación, se plancha el dólar. Eso genera atraso cambiario y perjudica al sector productivo. Es histórico. Si se sigue priorizando bajar la inflación sin ajustar el tipo de cambio, el sector queda desprotegido.
—¿Qué alternativas hay para que el sector mantenga su competitividad?
—A largo plazo, mejorar la eficiencia del Estado, reducir el déficit fiscal. Eso implica achicar el Estado, mejorar su estructura. Pero no vemos señales de que se esté avanzando en ese camino. A corto plazo, si se reconoce que el sector productivo está cargando con una mochila extra para que el resto de la sociedad disfrute de baja inflación, hay que aliviar esa carga fiscalmente. Eso implica bajar impuestos, generar estímulos, compensar el sobrecosto que hoy tiene el agro. Es el razonamiento que tenemos en la interna de la Federación.
—Hay un tema que tiene y no tiene que ver directamente con el sector, pero que ha impactado: la conflictividad sindical. Este año hubo problemas en la industria frigorífica, también en la lechería. ¿Cómo lo ven ustedes desde la producción?
—Eso nos preocupa mucho. No sé si en el Congreso se tratará puntualmente, porque dependerá de las ponencias y lo que se discuta, pero sin duda está en la agenda. Nos hemos reunido con FOICA, con el entonces Ministro de Trabajo del gobierno anterior, y hemos tenido contactos con este gobierno también. La paz sindical debería ser la norma, no el conflicto. Cuando se instala una lógica de conflicto permanente, de tira y afloje, todos pierden. Este gobierno tiene la oportunidad —por sensibilidad o por afinidad— de encarar este tema de forma estructural. Incluso, si el gobierno quiere lograr sus objetivos, deberá tomar este asunto con seriedad y resolverlo de fondo.
—Un tema en el que la Federación ha sido muy clara es su oposición a la concentración de la industria frigorífica. Se viene la audiencia en la Comisión de Defensa de la Competencia sobre la venta de acciones entre Minerva y Marfrig, y aparece ahora un nuevo actor, el Grupo Allana, interesado en Frigorífico Colonia. ¿Cuál es tu posición al respecto?
—Si queremos más competencia por la hacienda gorda, no puede ser que los competidores se pasen las plantas como figuritas. No podemos ser tan ingenuos de aceptar esta forma de operar. Las empresas que quieren trabajar en Uruguay son bienvenidas, pero deben venir con reglas claras y por la puerta grande, no con negocios que se arman en una oficina en San Pablo o París. Este tipo de transacciones, entre jugadores que supuestamente compiten, no se pueden permitir.
La Comisión de Competencia tiene que revisar esto. Si yo estuviera en esa comisión y me presentan un negocio así, lo rechazo desde el primer momento, por la forma en que está planteado. Y espero que también haya una reacción política firme. Al día siguiente de rechazarlo, hay que hablar con quienes quieren invertir, y dejar en claro que Uruguay es un país serio, abierto a la inversión extranjera, pero con reglas de juego sanas y equitativas.
—En cuanto a la sanidad animal, mencionaste el tema garrapata. Se habla de una “política de shock”. ¿Qué espera la Federación Rural?
—Estuvimos reunidos con Fratti y con Marcelo Rodríguez, director de Sanidad Animal. Nos presentaron un principio de plan. Nosotros entendemos que aún está en elaboración. Se plantea volver a baños obligatorios, reforzar fiscalización. Creemos que hay que hacer cumplir la ley. No puede ser que haya veterinarios que firmen despachos de animales con garrapata. La ley es buena, está bien hecha. El desafío es bajarla a tierra y hacerla cumplir.
Ahora apareció la vacuna como posible solución. Hay que ir paso a paso: validarla, ver costos, formas de pago. No es solución inmediata. Mientras tanto, no podemos permitir más despachos de tropa con garrapata.
Y hay otro foco grave: el millón de hectáreas forestadas en etapa de madurez. Generan microclimas distintos y son zonas rojas. En esos campos, la ganadería es extensiva, los potreros enormes, los animales difíciles de encontrar. No se puede pretender erradicar la garrapata sin un abordaje específico en esas áreas. Además, hay que considerar otros elementos como los bioinsumos, edición génica, nuevas tecnologías. Todo eso debe articularse bajo una estrategia nacional clara.
—Vinculado al sector, y de cara al Congreso de la Federación Rural el próximo fin de semana, se presentó hace pocos días la propuesta de reformulación de la identificación del ganado. ¿Cómo ves este paso cambio hacia una modernización de la trazabilidad?
—No usaría la palabra “cambiar”. La idea es mantener la trazabilidad como un concepto fundamental, pero revisar qué se puede mejorar. Ver qué se está haciendo a nivel mundial, qué tecnologías tenemos localmente, y qué se ha generado para modernizar el sistema actual: bajar costos, mejorar prestaciones. En ese sentido, me parece que el proceso ha sido bien llevado, con un llamado internacional muy transparente. Sabemos que se presentaron varias propuestas. Lo importante es que se fije un calendario, plazos claros, y que se seleccione la mejor opción.
Se habló de “inviolabilidad” en el llamado. Eso, en rigor, no existe. Pero sí es posible avanzar hacia un sistema más robusto, más difícil de vulnerar. Lo de la georreferenciación nos genera algunas dudas, porque tecnológicamente todos somos medio analfabetos, pero si aparece una solución funcional, bienvenido sea.
—¿Esto busca modernizar el sistema o es una respuesta a los fondos de inversión y el descrédito que se generó en algunos casos?
—Creo que viene por el lado de modernizar el sistema. Lo otro, la confianza, se construye con diálogo. Hoy está rota. Si yo fuera inversor y me dicen que hay una oportunidad en ganadería, miraría de costado. Hay que volver a enamorar al inversor, explicarle que la mayoría de los ganaderos somos gente seria, confiable. Eso se arregla con relaciones humanas, no solo con tecnología.
—Otro tema recurrente: caminería rural. Uruguay tiene más de 50.000 kilómetros de caminos rurales. ¿Qué piensa plantear la Federación?
—Lo estamos planteando. En la gira pre-Congreso por todo el país, donde hablamos con más de 25 federadas, este tema surgió en todos lados. Es un problema transversal. Hay intendencias que tienen maquinaria pero no personal capacitado; otras que sí tienen gente pero trabajan tres horas por día; otras que directamente no permiten circular cuando llueve. ¡Una intendencia soluciona el tema prohibiendo el paso! Es increíble.
Entonces, hay un relajo institucional que nos preocupa. La Federación hizo un comunicado antes de las elecciones departamentales para sensibilizar sobre esto. Pero tenemos otro problema: el Congreso de Intendentes es el órgano más mal educado que existe. No responden mails, ni cartas, ni solicitudes de reunión. No funciona como un Ejecutivo. Y son los intendentes, con sus equipos, quienes deben dar respuesta.
—¿Hoy las intendencias tienen recursos suficientes para atender este tema, o sería necesario crear un fondo específico como se propuso años atrás, por ejemplo, el ICIR?
—Hoy hay una fuente importante: el fondo de la OPP para caminería rural. En muchos casos el problema no es de recursos, sino de gestión. En otros sí habría que reforzar el presupuesto. Pero cuando hay maquinaria y no hay personal capacitado, o directamente no se arreglan los caminos, estamos ante un problema de voluntad política. Sin caminos, todo lo demás es verso. Si hablamos de mejorar la ruralidad, de desarrollo productivo, primero hay que poder circular.
—La ganadería paga un 1% municipal. ¿Otros sectores como agricultura o forestación deberían aportar también?
—En eso la Federación ha sido clara: vamos por la eliminación del 1% municipal. Es injusto, burocrático, grava solo a la ganadería y se transforma en una traba más. Tiene procesos de devolución complicados, se superpone con BPS y DGI, y mucha gente nunca logra recuperar ese dinero. Nosotros decimos: el 1% no va más.
Ahora, los recursos para la caminería deben estar. Y creemos que el sector ya aporta suficiente. Quizás haya que revisar otras partidas, achicar el gasto del Estado o reasignar fondos. Pero no con más impuestos al agro.
—Para cerrar, también sos director de la cabaña Don Aniceto, dedicada a la raza Corriedale. ¿Hay esperanza para el ovino, para el Corriedale?
—Sí, claro que sí. Los ovejeros somos muy tercos, muy perseverantes, y siempre mantenemos la esperanza. Hay que separar las dos grandes áreas del rubro ovino. Por un lado, la carne, que atraviesa un buen momento a nivel internacional. El problema es que tenemos muy poco stock, muy bajo, y además se han sumado complicaciones del lado industrial, especialmente en los frigoríficos. Pero mientras el precio internacional se mantenga alto y exista demanda, creemos que el rubro ovino puede jugar un papel importante como actividad complementaria.
Por otro lado, está la lana. La fibra ovina tiene atributos únicos, que están perfectamente alineados con lo que el mundo hoy dice buscar: sustentabilidad, naturalidad, trazabilidad. Sin embargo, cuando vemos los precios actuales, incluso de la lana fina —hablo de valores en el entorno de 5 o 6 dólares— sentimos que estamos regalando un producto extraordinario. Esa lana debería valer 30. Es un producto espectacular, noble, con cualidades que pocos materiales tienen. Tal vez el mercado global aún no lo reconozca como debería, pero quienes trabajamos con lana sabemos el tesoro que tenemos entre manos.
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