Agustín Iturralde expresó que “hay un escenario que dice que vamos a tener precios relativamente buenos la próxima temporada”, y en la inserción internacional, valoró la reducción de aranceles pero especialmente la irrupción de otros sectores en las exportaciones. Dijo que el principal desafío de Uruguay es dejar de ser un país caro, si bien hay que atacarlo en varios frentes. Para 2023 espera crecimiento “más moderado, pero con más llegada a la ciudadanía”.
¿Cómo está viendo la actualidad de los agro negocios?
Tuvimos un primer semestre históricamente bueno, donde se alinearon los planetas y se juntó precio, agua y rendimientos. Esto pone un punto de partida muy alto que hay que ver cómo mantener. El sector agropecuario, después de un quinquenio malo de 2015 a 2019, tuvo un rebote post pandemia bueno, rápido y ágil traccionando al país a la recuperación económica, llegando a niveles de normalidad. La economía global que se recuperó de la pandemia con buenos precios en las materias primas a bajas tasas de interés, hoy va a tasas de interés mayores y precios algo más moderados, que han bajado, pero muchos de ellos tuvieron un rebote y siguen estando en muchos casos encima de los promedios históricos. Son precios moderadamente buenos, y si bien no son lo que tuvimos en el primer semestre están significativamente por encima del quinquenio antes mencionado.
¿Cómo analiza la campaña de cultivos de invierno?
Lo que sucede en agricultura de invierno es especialmente bueno, vamos a tener una combinación de cultivos en trigo, cebada y la colza como gran novedad, y este año vamos a estar en niveles inéditos que hacen que se empareje el año en sus dos mitades. Normalmente veíamos la importancia de la soja en verano, pero el invierno registraba menos divisas. Esto lo equilibra y diversifica, lo cual es una muy buena noticia. Mirando los números vemos una producción muy buena, tanto en la superficie como en los rendimientos.
Este año el CED publicó diversos boletines sectoriales en el agro. Comencemos por el arroz, ¿cómo ve la situación del cereal?
En ese quinquenio malo de 2015 a 2019, la carne siguió con algún margen de rentabilidad positivo, pero no fue el caso ni del sector lácteo ni del arroz. En los últimos dos años hubo una mejora de precios, sobre todo en el primero porque en el segundo ya se registró alguna caída. Hay que destacar que se trata de un sector con los rendimientos y productividades más altas del mundo, y sigue mejorando. La última zafra se convirtió en la segunda mejor de la historia en productividad, con más de 9.000 kilos por hectárea. Es un caso muy claro donde se ven productores que hacen los deberes, aplican tecnología, hay una cadena armada y se busca que la productividad funcione, con los desafíos que hay en la competitividad por los costos. Es un sector ingrato porque se invierte mucho, y además tiene la particularidad de desarrollarse en los lugares más pobres del país, siendo generador de empleo de forma intensiva y dando oportunidades precisamente a los más relegados.
¿Y cómo ve a la soja?
Vamos a tener precios algo menores, pero no sabemos exactamente cuándo, y visualizamos una consolidación de buenos valores, particularmente en la oleaginosa. No serán quizás los de la última cosecha, pero serán significativamente superiores al último quinquenio que mostrábamos. Esperamos un incremento de área de entre un 5% y un 10%, partiendo de la base de las más de 1.100.000 hectáreas plantadas el año pasado. Fue una cosecha que nos pone la vara muy alta y es difícil alcanzar tan buenos rendimientos, porque el agua llegó a tiempo en casi todo el país. Más de 3.000 kilos por hectárea, casi 2.000 millones de dólares por facturación, no es fácil igualar, pero el panorama es bueno.
¿Podemos pensar en buenos precios en el mediano plazo?
Es difícil predecir. La economía internacional con suba de tasas de interés de Estados Unidos se correlaciona con un dólar fortalecido y los commodities tienden a la baja. Algo de eso sucedió, pero parecería haberse estabilizado. La soja de octubre a hoy ha tenido una tendencia al alza. Creo que es probable tener buenos precios porque hay elementos y problemas estructurales que lo respaldan: la invasión de Rusia a Ucrania fue favorable para los precios por la presión sobre la producción de alimentos, y hay un escenario que dice que vamos a tener precios relativamente buenos en la próxima temporada, probablemente encima de los 500 dólares en la soja. En facturación quizás no repetimos lo excepcional del año pasado, pero no van a ser números para alarmarse.
Uruguay ha estado presionando en materia de inserción internacional con el TLC con China o la solicitud de adhesión al Transpacífico. ¿Cómo se analiza?
El error que percibo es creer que Uruguay puede elegir qué camino de inserción internacional le gusta más. Si es por mí, yo también tengo mis preferencias, pero no es sencillo lograr acuerdos y no hay contrapartes relevantes. El camino es golpear todas las puertas, hacer cosas disruptivas, generar ruido y ver cuál se abre. Hay que ir por ambos, y ojalá se concrete también el tratado entre la Unión Europea y el Mercosur. El acuerdo con China marca importancia en dos aspectos: el ahorro arancelario, ya que hoy Uruguay deja casi 200 millones de dólares en aranceles en su principal socio comercial, pero sobre todo ingresar con nuevos productos. La experiencia de Nueva Zelanda o Chile muestra que los mayores beneficiados fueron los productos que aún no iban. Los lácteos pueden empezar a ir, la fruta, el pollo: hay que pensar y ser más atrevido y ambicioso en esto y no solo en los sectores tradicionales.
¿Y el Transpacífico?
Es un mercado importante porque Uruguay aún no tiene un gran vínculo comercial, pero hay integrantes de mayor poder adquisitivo como Japón. Para la carne es importante porque permite seguir sofisticándose y acceder a clientes de mayor poder adquisitivo que pagan más por corte, y no tanto al bulto. Son estrategias paralelas, las dos son buenas y saludables donde hay poco para perder y mucho para ganar, pero no hay que elegir: hay que avanzar en cada lugar que se pueda.
Los sectores agro exportadores han estado reclamando por un fortalecimiento del dólar. ¿Cómo ve el tema tipo de cambio?
El dólar está bajo y el peso uruguayo está fuerte. Esto tiene una contra cara que es que el asalariado urbano tiene mayor poder de compra en una economía que tiene muchos productos importados: puede comprar una cafetera, cambiar el auto, comprarse ropa o irse de viaje a Argentina o Brasil. Los desafíos están en el sector agro exportador, que ya no tiene precios excepcionalmente buenos, sino moderados. Sé que suena difícil para el que lo sufre, pero buena parte de esto proviene del éxito de Uruguay y su estabilidad macroeconómica. No es cierto que esto está sucediendo solo en Uruguay, capaz que sí pasa con más fuerza, pero pasa en muchos lados. Brasil tuvo una apreciación del real, y los países sin sobresaltos políticos fortalecen la moneda local frente al dólar, con un desempeño del sector exportador de materias primas, alimentos y energía que aumentan el ingreso de divisas. Argentina, Chile y Colombia tuvieron devaluaciones por problemas de ellos. Argentina es claro. Lo segundo es el buen desempeño del sector exportador y lo tercero es la captación de inversiones, como UPM 2, la recuperación post pandemia y el ingreso de divisas.
¿Y qué podemos esperar?
La proyección del verano es de más ingreso de divisas, así que no creo que veamos un aumento del dólar en el cortísimo plazo, pero en el mediano debería empezar un camino al alza, porque además de los fundamentos de fondo hay que considerar el tema más polémico: la política anti inflacionaria del Banco Central. No creemos que esa sea la principal explicación, no tenemos grandes capitales golondrina, no hay activos de otros países que vienen a colocarse en pesos… pero es un adicional que empuja el dólar a la baja. En la medida que la política anti inflacionaria vaya cediendo y las condiciones se normalicen, probablemente después del verano veremos una tendencia del dólar al alza.
Uruguay es un país estructuralmente caro. ¿Hay posibilidad de revertir eso, al menos en el mediano plazo?
Es un temazo, y es el principal desafío de Uruguay. Tenemos la trampa al ingreso medio, porque tenemos salarios altos para la productividad de trabajo, pero bajos para los costos de vida. El problema de competitividad se ataca por varios lados: tipo de cambio, inserción internacional, regulación de mercado laboral, mejoras de infraestructura para sacar las producciones del Uruguay profundo. No hay una bala de plata, no hay algo que hagas por sí solo y te haga competir, es una agenda de reformas en 5 o 6 frentes que en todos los casos tocan intereses. Está la regulación laboral moderna que da a la discusión compleja de economía política y sindical, la baja de costos energéticos que implica regular o no el mercado de combustibles, donde se podría liberalizar la importación o las estaciones de servicio… Cada uno defiende sus intereses legítimamente. No es fácil, pero es imprescindible. Este gobierno lo tiene en agenda, pero es una transformación a fondo, donde hay que meter cuchara y a veces es doloroso porque siempre se toca algún interés, no es gratis.
¿Cuáles son las proyecciones generales para 2023?
El 2022 lo cerramos con una proyección de crecimiento de un 5,5%, con el rendimiento del sector exportador clave en el primer semestre. Para 2023 esperamos un crecimiento más moderado, pero con más llegada a la ciudadanía. Tuvimos gran impacto en exportaciones e inversiones, pero esperamos un aumento del consumo de los hogares más marcado. Para el próximo año, proyectamos un crecimiento del 3%. Hay un clima de negocios bueno: con confianza, con inversión, con productores que han adquirido maquinaria, tierras, hicieron praderas, instalaron riego… El gobierno tiene 3 grandes metas que concretando 2 salva con buena nota: consolidar la reforma previsional, la reforma educativa es una obviedad y la inserción internacional.