Recorriendo los datos del desempeño exportador del país, ya con el año casi culminado, se dimensiona el golpe que implicó la sequía, con una caída de casi 70% en el volumen exportado de oleaginosas. La colza sumó, con una muy buena cosecha el año pasado que casi duplicó la anterior, pero la soja cayó a la cuarta parte. Además, los precios bajaron, de manera que las exportaciones del principal cultivo, medidas en dólares, cayeron casi 80%.
En agricultura, el caso positivo es el arroz, cuyo precio tuvo un notable avance y llevó las exportaciones a un aumento de 23% este año.
En carne vacuna cayó el precio y el volumen, lo que hace que las ventas al exterior bajaran más de 20%. Los lácteos mantuvieron los volúmenes, pero el ajuste en los precios hizo retroceder las ventas 7%, siempre hablando en dólares.
En el sector forestal, las ventas de celulosa avanzan, a pesar de la baja en el precio respecto a los excepcionales valores del año previo. La puesta en marcha de UPM 2 (aún sin estar a pleno) hace aumentar 12% el monto exportado (en volumen la suba es obviamente mayor). Sin embargo, en los rubros de madera sólida (aserrada, tableros) el panorama fue más difícil, con una baja de las exportaciones de casi 20%. Las colocaciones en Asia estuvieron más difíciles y los precios promedio bajaron. Aun así, el sector está activo en nuevas inversiones, que permitirán ampliar la oferta exportadora en los próximos años.
En total, las exportaciones de bienes cayeron 14% en dólares en los primeros 11 meses del año. Y el valor real del dólar promedio bajó 6%, de manera que la facturación bruta en términos de capacidad de cubrir costos locales (pesos constantes) cayó 20%. Cierto, algunos costos bajaron. Pero los márgenes se estrecharon y -además- las pérdidas productivas en agricultura generaron un deterioro de la situación financiera que ahora hay que remontar.
De menos a más
Precisamente, a partir de la mejora en las condiciones climáticas (más lluvias), el sector viene cerrando el año con un escenario bastante más auspicioso. La calidad de los fundamentos de una actividad y las fortalezas de un sector no solo se expresan en los momentos buenos sino también y en cómo se sobrellevan los episodios adversos, tanto de mercado como en el clima. En este sentido el agro en general parece haber sorteado bien el trance climático y la producción apunta a recuperarse.
En el caso de la agricultura, las cosechas de invierno están resultando impactantes y es seguro que se romperán los récords de rendimiento. Cabe recordar que el trigo ya viene de una zafra récord con 4.250 kg/ha, de manera que -en cierta medida- que el cultivo siga elevando su productividad puede interpretarse como parte de una tendencia de inversión en genética, manejo e insumos. Aun así, no deja de sorprender. Mayor aún sería el aumento de rinde en cebada, que había tenido un récord de casi 4.800 kg/ha en la zafra 2020/21, el cual sería superado este año con un promedio que la mayoría estima arriba de 5.000 kg/ha. El elemento negativo es la calidad, que no ha sido buena, con porcentajes de rechazo en maltería que superan el 30%. Pero el grano que no llega a calidad maltera tiene buenas alternativas a precios razonables, tanto en exportación como en consumo animal (ganadería y lechería).
El clima lluvioso de las últimas semanas no solo ha afectado la calidad de los cereales de invierno en cosecha, sino que ha retrasado las siembras de cultivos de verano de segunda. Esto puede comprometer los rendimientos potenciales, aunque -hasta ahora- no hay un perjuicio extremo. Tanto en el resultado de las cosechas de invierno como en el estado de los cultivos de verano (en particular el maíz) es notoria la incidencia de la pasada sequía, en el sentido de haber promovido una excepcional mineralización en los suelos, aumentando la disponibilidad de nitrógeno. Esto se refleja en cultivos con un verde intenso pocas veces visto, lo que augura una muy buena producción. Las proyecciones climáticas siguen manteniendo un escenario Niño, aunque el IRI (Universidad de Columbia) no da sesgos para las precipitaciones en el trimestre enero-marzo.
En el caso de la ganadería, en el segundo semestre del año la faena se ha ubicado por encima de lo registrado el año pasado; en las últimas semanas marcando una diferencia de alrededor de 20% respecto a la actividad de un año atrás. Así, en el total anual la faena cae menos de 5% respecto a 2023.
Además, dado el aumento de la oferta forrajera y la voluntad de los productores de “meter” muchos quilos en el engorde, el peso promedio de las carcasas subió algo más de 2% promedio respecto al año pasado, de lo cual se deduce que la producción de carne tendría este 2023 solo una leve caída, algo que se temía fuera mayor tan solo meses atrás. Dada la dinámica del stock, posiblemente la producción de carne vacuna ceda otra vez en 2024,
En el caso de la lechería el año cierra con un leve aumento en la remisión, a pesar de la baja en los precios promedio. Los productores sostuvieron la producción en base a concentrados y lograron cerrar el año con un modesto avance. De afirmarse los precios en los actuales valores o algo superiores, la producción en el sector debería seguir aumentando en 2024.
Con todo este escenario, esta semana Opypa presentó su anuario 2023, que incluye -como es habitual- mucha y muy interesante información sobre el sector y los agronegocios. En el análisis general sobre la situación y perspectivas del agro, elaborado por la economista Ángela Cortelezzi. Se estima que el PBI agropecuario en 2023 crecerá 5,4%, por una mayor actividad forestal y la recuperación de la agricultura, que se verá más contundentemente el año que viene pero que metodológicamente ya se reporta este año. Para 2024 estima un aumento del PBI sectorial de 8,4%.
En lo que refiere a exportaciones del agro y agroindustrias, Opypa proyecta que las del rubro cárnico crecerán en un 5% el año que viene, las del sector lácteo permanecerán estables y la agricultura tendrá una fuerte recuperación protagonizada principalmente por la soja, después del derrumbe del año pasado. De tal manera que las agro exportaciones sumarán más de U$S 9.700 millones, un aumento del 18% respecto a 2023 y cerca del récord del año 2022 (gráfica).
Aún con este escenario auspicioso, persiste en el sector la preocupación por la competitividad-precio, en un país que ha vuelto a aumentar los costos promedio en dólares, mientras los precios de venta al exterior han cedido y no hay elementos para esperar una recuperación que los vuelva a los niveles excepcionales de 2021-2022. Este problema no solo afecta el resultado en las chacras, sino especialmente a las agroindustrias. No todas las empresas tienen la capacidad de compensar con productividad y escala el aumento de costos