
Cansado pero contento. Así terminamos la cobertura de una nueva Expo Prado. Fue la vez número 118 para ARU, donde festejamos los 105 años de El País y en mi caso, es mi sexta participación en la muestra dentro del periodismo agropecuario.
Uno de los hechos que más me emociona en las exposiciones, o al menos siempre me roba una sonrisa, es ver a los más chiquitos entrar con los animales. No creo estar poniéndome más viejo (y si es así, que traiga las bondades de la sabiduría), pero quizás sí mis años ya me permiten ver con una perspectiva realmente clara que ya no soy la generación de abajo: ahora son ellos. Y a ellos, ¿de qué forma tenemos que contarle la historia?
El recambio generacional no es algo que va a pasar, es algo que está pasando. Y con él, desde luego que viene un cambio en la forma de pensar, de decidir, de ver la realidad. Cada uno es hijo de su tiempo. Hoy, tengo a muchos de mis amigos y amigas trabajando en el campo en puestos de importancia, liderando empresas, investigando, haciendo punta en el Uruguay que se viene. De hecho, tenemos un presidente joven. La edad, a veces otorga sabiduría y experiencia, pero cuanto mejor sería si caso a caso se pudiera decidir en función de capacidad y de aptitud, sin importar en qué año nació, ni su género, ni su color...
La nueva generación hoy son esos chiquitos o chiquitas, con una boina varias veces más grande que su cabeza, tirando de un carnero Dohne o un toro Charolais, como me tocó ver este año. A veces, ni el más grande de sus esfuerzos puede lograr que el animal se mueva, más allá de que por mansedumbre y complicidad, decida acompañarlo. Ellos, invitan a mirar lejos, y no enfrascarse solamente en ver a cuánto está el dólar hoy o el precio del ganado en este momento.
Hoy las distancias son más cortas. Hoy en el campo hay Netflix, internet y con una moto estás a un ratito del pueblo. La campaña en la que se crió mi padre, cambió. Y esa tradición que tanto anhelamos y cuidamos, no tiene por qué ser el camino indicado para todos. Conozco mucha gente que decide cambiar los semáforos de la capital por el verde lejano del campo, o la calma del interior. También los hay de los que crecen en los pueblos donde se duerme la siesta, y buscan otro tipo de oportunidades en la “jungla de cemento”. Conozco los que entre semana recorren taipas o ensillan buenos criollos, para el fin de semana jugar en la liga universitaria de Montevideo, así como los hay de los que se toman el ómnibus para ir a facultad o Ciudad Vieja y anhelan que llegue el viernes para que el vehículo no salga desde la parada sino desde Tres Cruces. ¿Cuál elige cada uno? La respuesta es la libertad.
Uruguay es el país de las pluralidades, así como pasó hace décadas y décadas atrás cuando inmigrantes de distintas partes del mundo llegaron para formar este pequeño gran país. Pero a veces, parece que nos olvidamos que ya pasó de moda hablar de “ellos y nosotros”.
Es motivo de orgullo para el sector agropecuario que sentimos tan nuestro ver la forma en la que se produce, la vida que le da al interior, los más altos estándares alcanzados a nivel internacional y el enorme aporte a producir comida para el mundo. Para este lado, pedimos respeto e información: ¡qué necesario sería que todos escuchen las palabras de PJ Budler! Uruguay ha sido, es y será, un país agropecuario.
Pero la realidad que debemos repetirnos también constantemente, es que acá hay lugar para todos. La peor cara de la pandemia, si tuvo algo de bueno, fue que demostró dos de las más grandes fortalezas de Uruguay: trabajar en servicios para el mundo y exportar alimentos. Vaya si son diferentes. O no... Quizás, un joven oriundo de Montevideo trabajando en el WTC obtuvo la cocarda al Gran Campeón del software. Y en el interior, una joven productora que sorteó la sequía fue CEO de la resiliencia con veintipocos años. ¿Qué más da?
El arranque de una nueva zafra de toros entusiasma. Y va más allá de los precios. Es como la siembra: obliga a mirar lejos. Es invertir o reinvertir para que el mañana sea mejor que el hoy. O al menos, para que esos chiquitos de boina grande que llevan un animal de varias veces su tamaño, tengan una justa oportunidad.
Humildemente considero que una educación bien lograda está en entender que transmitir los valores del trabajo y el don de gente es innegociable, pero es la mitad del camino. La otra mitad del camino la elige cada uno.
El deseo de éxito para todos en esta zafra de toros: compradores y vendedores. El deseo de éxito para los agricultores en la trilla de invierno y en la siembra de verano. El deseo de éxito para los que trabajan en los servicios, en el software, en el turismo...
Uruguay es un país pequeño donde lo único más grande que su superficie es su corazón. Basta de “tener que elegir”. El agro, así como el futuro y el propio país, se construye en conjunto.
Al trabajo y adelante. En el mejor país del mundo hay lugar para todos.