Publicidad

El uso del suelo confirma intensificación de la producción

En los próximos años los cambios en el uso del suelo seguramente mantendrán la tendencia de los anteriores; con la segunda planta de celulosa de UPM, lo lógico sería que se dé un crecimiento adicional de la superficie destinada a la forestación, aunque no debería ser muy significativo

Rafael Tardáguila
Rafael Tardáguila

Aquello del estancamiento del agro uruguayo es cosa del siglo pasado. En el primer quinto del siglo XXI la evolución ha sido notoria, tanto en los volúmenes de producción como en los énfasis de los distintos rubros. Algunos crecen en área, otros se intensifican y algún otro va perdiendo pie y dejando espacio a los que son una mejor opción económica en estos nuevos tiempos. Al fin de cuentas, se trata de una actividad empresarial y lo que se procura es el beneficio económico, siempre cuidando los recursos para no comprometer a las siguientes generaciones.

En el informe sobre existencias de animales al 30 de junio, publicado por el Sistema Nacional de Información Ganadera (SNIG) del Ministerio de Ganadería, se incluyen los datos de uso del suelo. Por cierto, en una actividad como la agropecuaria, donde los ciclos son largos, la visualización de los cambios se logra mirando plazos extensos. En la comparación de para qué se utilizaba el suelo productivo uruguayo a principios de siglo y en este 2022, se observa claramente la dispar evolución de los distintos rubros.

Uruguay cuenta con cerca de 16 millones de hectáreas productivas, de las que la amplia mayoría es campo natural dedicado a la actividad ganadera, fundamentalmente vacuna pero también ovina. Pero el peso relativo del campo natural en lo que va de este siglo ha ido cayendo de forma paulatina pero persistente. En 2003 era el 78% de la superficie productiva y en 2022 bajó a 72%, unos 11,3 millones de hectáreas. Estas son 1 millón de hectáreas menos de campo natural de las que había a principios de siglo.

Este suelo que dejó de ser campo natural tiene ahora otro uso. En grandes líneas son tres los ítems que han crecido en estas dos décadas: la forestación, la agricultura y los cultivos forrajeros anuales o verdeos.

A principios de siglo, de acuerdo con los datos del MGAP, había forestadas poco más de 600 mil hectáreas. Con las inversiones que se han realizado en el sector en lo que va de este siglo —y que se siguen realizando— el área creció en más de 350 mil hectáreas (59%) a 961 mil. La producción de madera es uno de los grandes ganadores en el Uruguay productivo en lo que va de este siglo.

La agricultura es otro ganador. A principios de siglo el área destinada a tierras de labranza en el invierno apenas superaba las 450 mil hectáreas. Este año fueron algo más de 700 mil, unas 250 mil más. En realidad, la superficie agrícola es mayor, porque esta es la que era dedicada a cultivos en pleno invierno, que es menor a la superficie agrícola en el verano. Igualmente, la comparación entre los años sigue siendo válida.

El otro gran ganador en lo que va de este siglo es la producción ganadera más intensiva, fundamentalmente la de carne, pero también la lechería. La superficie destinada a praderas permanentes y mejoramientos extensivos prácticamente no ha variado. Lo que sí aumentó y de forma significativa es la superficie destinada a cultivos forrajeros anuales o verdeos. Eran 220 mil hectáreas en 2003 y fueron 640 mil hectáreas este año, prácticamente triplicándose en 20 años.

Los verdeos son los que más materia seca producen por hectárea, por lo que el cambio es significativo en cuanto al potencial productivo de esas más de 400 mil hectáreas.

Pero, además, la intensificación de la producción ganadera no se da solamente en el tipo de pastura que se utiliza, sino también en la concentración de los animales de terminación en corrales de engorde. En una pequeña superficie se aglomera una gran cantidad de vacunos que usan una porción insignificante del suelo, pero con una altísima producción.

En grandes números se podría decir que en estos 20 años la ganadería perdió unas 600 mil hectáreas que se destinaron a la agricultura y a la forestación. Hay un perdedor en este período que es la producción ovina. En 2003 había 10 millones de lanares y este año eran 6,1 millones, una caída de casi 40%. En una amplísima mayoría esos ovinos pastaban en campos naturales. Sin embargo, en la producción de carne vacuna no se advierte una disminución, más bien todo lo contrario. La cantidad de vacunos era prácticamente la misma, poco más de 11,5 millones de cabezas. Pero en 2003 el rodeo era mucho menos eficiente, con más de 600 mil novillos de más de 3 años y con una producción de terneros de 2,6 millones. Este año los novillos más viejos no llegan a 350 mil y se contabilizaron cerca de 2,9 millones de terneros. La diferencia es enorme.

En los próximos años los cambios en el uso del suelo seguramente mantendrán la tendencia de los anteriores. Con la segunda planta de celulosa de UPM, lo lógico sería que se dé un crecimiento adicional de la superficie destinada a la forestación, aunque no debería ser muy significativo. A su vez, con nuevas opciones agrícolas de invierno, fundamentalmente la colza, la expectativa es que las tierras de labranza mantengan la tendencia expansiva. La ganadería de carne y leche tendrá que seguir siendo más intensiva en el uso de la tierra, con mayor producción por unidad de superficie. Así es como seguirá creciendo la producción de carne, dejando espacio para rubros que pueden sacarle mayor provecho económico al suelo.

Imagen Mestre 03_page-0001.jpg

Publicidad

Publicidad