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El garrón de cordero que deleitó a los paladares más finos

El caballito de Pablo Núñez lo consagró campeón de MasterChef 2024, con lo mejor del campo uruguayo

Pablo Nuñez con sus zapallos para la elaboración de dulce de zapallo

Durante toda su participación en MasterChef 2024, Pablo Núñez describió su estrategia como la de un caballito que marchaba entreverado en la tropilla. Sin destacar demasiado al principio, avanzaba con paciencia y sin llamar la atención, reservando sus fuerzas para el momento decisivo. Y cuando llegó la final, ese caballito corrió con todas sus energías, dejando a todos atrás y cruzando la meta como el gran campeón. Esta metáfora, que marcó su paso por el programa, es el fiel reflejo de su humildad, perseverancia y capacidad para sorprender en el momento justo.

A los 28 años, Pablo Núñez Ojeda, oriundo de San Carlos, logró coronarse campeón de la última temporada de MasterChef Uruguay en Canal 10. Trabaja como peón en una granja turística, pero su pasión por la cocina, que lo llevó a brillar en el reality gastronómico, tiene raíces mucho más profundas: un campo sin luz eléctrica ni agua corriente, en Castillos, Rocha, donde su abuela lo introdujo al arte de cocinar con lo que la tierra ofrece.

La final, conducida por Eduardo “Colo” Gianarelli, fue una muestra de su talento. Pablo preparó una entrada de morcilla sobre hummus de remolacha, hinojo asado y queso de cabra; como plato principal, un garrón de cordero braseado acompañado de vegetales grillados, salsa de pimiento y galleta de campaña; y para el postre, membrillo especiado al oporto con quenelle de crema y mascarpone, licor de butiá y coral verde. Los jurados Sergio Puglia, Ximena Torres, Laurent Lainé y Christophe Krywonis no escatimaron en elogios. Pero detrás de los aplausos y las luces de la televisión hay una historia de esfuerzo y nostalgia, marcada por el olor a leña y las tradiciones rurales.

“Mi abuela vivía en el campo, no teníamos luz eléctrica ni agua corriente”, recuerda Pablo. “Se cocinaba a leña, se cortaba la madera del monte y todo era hecho en casa: pasteles, tortas fritas, carneada y chorizada. Era bien tradicional. Ahí empezó mi amor por la cocina”.

Aunque nació en San Carlos, Pablo reconoce que parte de su espíritu campesino proviene también de su padre, quien trabajó en el campo antes de dedicarse a la mecánica. “Él creció en el campo y sabía todas las tareas, aunque después se mudó al pueblo para estudiar y trabajar. Pero yo siempre tuve esa conexión con la vida rural”, explica.

Se mudó a la capital para estudiar la carrera de Agronomía. Llegó hasta tercer año, pero la pandemia y sus ganas de volver a la tranquilidad del campo marcaron otro rumbo. “Dejé la facultad y me fui a vivir a Garzón, al campo de mi padre. Allí compré 400 pollitas, hice una chacrita y me dediqué a vender huevos caseros y dulce de zapallo”, cuenta.

Sin electricidad ni agua corriente, se las ingenió para mantener la producción fresca gracias a vecinos con heladeras o a los bloques de hielo que le llevaban sus padres. “Era como volver al tiempo de mis abuelos. Esa conexión con el campo es algo que siempre quise recuperar”.

Su emprendimiento no tardó en crecer. Los productos que elaboraba de manera artesanal llegaron incluso a restaurantes de José Ignacio, demostrando que, al igual que en la cocina, en el campo también supo encontrar la receta del éxito.

Cuando Pablo no está frente a las cámaras de televisión deslumbrando a los jurados de MasterChef Uruguay, se le puede encontrar en una realidad que, aunque menos glamurosa, tiene su propio encanto: el campo. En su “vida normal”, como él la llama, Pablo trabaja en una granja turística que forma parte de un conocido hotel de lujo.

Allí, su día a día transcurre entre ovejas, vacas y cercos que necesitan mantenimiento constante. “Tenemos 60 ovejas y corderos, 8 vacas y 3 coles”, relata, con el humor sencillo de quien sabe que las coles no se mueven, pero igual cuentan. Su trabajo abarca desde tareas como curar bicheras y caravanear hasta pintar cercos de tabla y reparar alambrados. En su descripción, uno casi puede imaginarlo alternando entre pinceles y guantes de trabajo, con una receta de cordero braseado rondando su mente. Pero, ¿cómo pasó de este entorno rural a presentarse en un programa de televisión que despierta pasiones culinarias? La respuesta es un cóctel de insistencia familiar y un impulso espontáneo. “Siempre miré MasterChef y mi familia y amigas me decían: ‘Tienes que anotarte’. Yo pensaba, ‘¡Están locos! ¿Qué voy a poder yo?’ Pero un día vi las inscripciones abiertas y me animé”. Aunque su primer intento no prosperó debido a la edición de celebridades, Pablo fue llamado un año después, cuando ya había perdido la esperanza. “Me llamaron en abril. No podía creerlo, pensé que ya había marchado”, confiesa.

Ese llamado inesperado lo llevó a recorrer un camino de aprendizaje intensivo que, sin embargo, tiene raíces profundas. Cocinar siempre fue parte de su vida, una habilidad afinada por la necesidad. “Cuando estudiaba, me cocinaba yo mismo. Iba a la feria de los jueves y compraba ofertas de verduras. Uno tiene que ingeniárselas; si compras zapallitos, no puedes comer zapallito relleno toda la semana”. Con humor y creatividad, transformaba lo poco en mucho, demostrando que el ingenio culinario puede ser tan efectivo como un premio televisivo.

Aunque se desenvuelve mejor en el terreno de lo salado, también tiene un rincón especial para los postres típicos, como el flan casero o el arroz con leche. “Eso lo heredé de mi abuela, pero, no voy a mentir, soy de lo salado”, admite.

Sacrificio y autenticidad. Participar en MasterChef no solo exige habilidades culinarias, sino también un compromiso absoluto con el aprendizaje, los viajes y las largas jornadas de grabación. Para Pablo Núñez, este desafío fue una montaña que decidió escalar con determinación.

Desde su hogar hasta el set, el recorrido era una maratón en sí misma. “Salía la noche antes de la grabación, me quedaba en la casa de un amigo que me abrió las puertas durante todo este tiempo”, cuenta con gratitud. La rutina se tornó un ejercicio de memoria y creatividad, donde incluso el ómnibus se transformó en una sala de estudio improvisada. “Iba estudiando recetas, memorizando proporciones. Por ejemplo, 175, 50, 25, y sabía que era una receta de masa. Recordaba que el segundo ingrediente era manteca porque lleva bastante. Era una forma de facilitar la memoria, un poco de picardía también”.

El trayecto no estuvo exento de sacrificios, pero Pablo reconoce que el mayor reto no fue el cansancio físico ni las exigencias del programa, sino la falta de confianza que algunos depositaron en su capacidad. “Muchas personas no creían en mi potencial, y si bien no hay que hacer caso a lo que digan los demás, eso me dio fuerza para demostrar y demostrarme que podía llegar lejos”.

Su meta inicial era estar entre los 10 mejores, pero una vez que logró ese objetivo, todo cambió. “Cuando llegué al top 10, me sentí cumplido. Ahí dije: ‘Ahora voy a soltarme más en cámara’. Mucha gente piensa que uno es un personaje, pero yo soy así en la vida real. Ya en ese punto, para mí la+s cámaras no existían”.

Una de las características que más cautivaron a la audiencia fue su espontaneidad. Los “aro-aro” y otras improvisaciones musicales que lo hicieron famoso no eran parte de un guion, sino de su esencia. “Esos salían espontáneamente. Desde gurí andaba con la guitarra, siempre me gustó la improvisación, así que, ya que estaba ahí, decidí hacerla grande”.

El joven no solo se destacó por sus platos, sino también por su autenticidad y su capacidad de transformar cada desafío en una oportunidad para brillar. Un verdadero ejemplo de cómo los sueños, con trabajo y convicción, pueden convertirse en realidad.

El plato final. El triunfo de Pablo Núñez en MasterChef fue el resultado de una combinación única de creatividad, tradición y estrategia. Su inspiración para el plato final vino de sus raíces y de su amor por las costumbres uruguayas. “Yo no me considero gaucho, porque gauchos eran los de antes. Me considero una persona que valora la tradición y las costumbres de su país. Por eso me planteé una parrilla de un domingo como punto de partida”.

Desde ahí, Pablo comenzó a explorar los elementos más representativos de la parrilla uruguaya. “Hice una lista con chinchulín, choto, cuajo, hígado, y empecé a desglosar qué podía usar tanto para la entrada como para el principal. En la entrada, decidí utilizar morcilla, que contrastaba lo salado con el dulzor de un humo de remolacha, buscando además un fuerte impacto visual con el color”.

garron de cordero braseado

Para el plato principal, Pablo optó por el garrón de cordero, una elección estratégica que buscaba sorprender al jurado. “Quería usar un corte que nunca se había visto en una final de MasterChef Uruguay. Sabía que, si salía bien, podía sumar mucho. El garrón generalmente se usa para guiso o se asa entero, pero lo llevé a otro nivel. Lo preparé en tres cocciones: primero lo sellé, después lo cociné en olla a presión con una reducción de vino tinto, y finalmente lo terminé con un grillado usando aceite de oliva y hierbas. Fue un riesgo que valió la pena”.

El postre también dejó su huella, destacándose por su originalidad. “Quise explorar algo típico, pero que también se sintiera innovador. Flan y otras opciones tradicionales ya se habían hecho, así que busqué algo diferente. Pensé en el membrillo, tipo pastafrola, pero quería darle una vuelta. Entonces recordé una receta de desconstrucción de lemon pie y la adapté. La idea era mantener mis raíces y mi estilo, pero al nivel que una final exige, tratando de impresionar al jurado”.

Pablo Núñez logró en su plato final transmitir su esencia, su amor por la cocina uruguaya y su capacidad para innovar. Con esa combinación de tradición y creatividad, conquistó tanto a los jurados como a los espectadores, dejando un legado en la historia de MasterChef.

El futuro. Tras su consagración como campeón de MasterChef 2024, Pablo tiene claros sus objetivos para el futuro. Su pasión por la cocina y su conexión con el ámbito rural marcan el camino que quiere recorrer. “Me gustaría cocinar en eventos, porque no me imagino en una cocina sin interactuar con los comensales. Me gusta esa cercanía, compartir la experiencia”.

El impacto de su participación en el programa ha trascendido fronteras. “Tuve mucha repercusión, gente de todo el país me escribió, también de Chile, Argentina e incluso de Estados Unidos. Sentí el apoyo de la gente en cada paso. Llegar a la final fue como un triunfo colectivo, porque si hubiera salido segundo, para mí igual habría sido como ganar, gracias al cariño que recibí”.

A lo largo de la entrevista, Pablo reiteró su gratitud hacia quienes lo acompañaron en este camino. “Quiero agradecer siempre a mi familia, que es fundamental, y a mis amigos, que me apoyaron y me contuvieron en los momentos más estresantes. Cocinar bajo presión no es fácil, y mientras más cerca estaba de la meta, más complicado se volvía”. Pablo también destacó que, más allá de los premios materiales, lo que más valora es el reconocimiento a su esfuerzo y talento. “Ser el ganador de la edición 2024 de MasterChef es un orgullo que nadie me puede quitar. Es algo que me marcó para siempre”. Con su característico ingenio, Pablo recordó una de las estrategias que empleó durante la competencia: “Siempre traté de mantenerme en el medio de la tropilla, porque si me mostraba como un competidor muy fuerte, mis compañeros me hubieran dado desventajas en los beneficios. Pero cuando se dio la oportunidad, abrí por el costado y avancé”.

Así fue como el caballito de Pablo Núñez alcanzó la gloria. Con cada paso firme y calculado, demostró que la constancia y la estrategia pueden ser tan poderosas como el talento. Al llegar a la final, no solo corrió: voló, ganando no solo el título de campeón, sino también el reconocimiento y el cariño de todo un país. “Mi caballito marchó entreverado, pero al final corrió y ganó. Esa fue siempre mi manera de encarar las cosas, y estoy orgulloso de cómo terminó la carrera”, expresó Pablo con la satisfacción de haber hecho historia.

Tradición e innovación de forma excepcional

Uno de los momentos más destacados del programa final en el que Pablo Núñez se consagro ganador del certamen gastronómico, fue cuando Sergio Puglia, jurado del programa, elogió sus platos, destacando que “el menú de hoy te representa el mejor menú de la comida”. Para Puglia, la propuesta de Pablo no solo fue deliciosa, sino que también hizo honor al origen y a esos productos que, a menudo, caen en el olvido debido a la evolución de las costumbres. “A veces las costumbres cambian y se olvidan”, comentó Puglia, señalando que lo más valioso del menú de Pablo era su capacidad para mantener viva la tradición. Además, destacó que el plato de Pablo no solo respetaba esas raíces, sino que también lograba darle una vuelta moderna, convirtiéndolo en un ejemplo claro de “identidad gastronómica moderna”. Con estas palabras, Puglia reafirmó lo que muchos pensaron durante la final: que Pablo había logrado equilibrar la tradición y la innovación de manera excepcional.

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

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