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El Parque Rodó de la campaña...

El galpón, el viejo ombú, el gallinero, el monte de las casas y, por supuesto, las mangas formaron parte del “Parque Rodó” de muchas infancias en campaña.

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Milagros Herrera.

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El galpón, cuando se llenaba de bolsas con lana de la esquila, era lugar ideal para jugar a la escondida o mejor aún, para lo que hoy llaman en los salones de cumpleaños “muros de escalada”, prendidos a las orejas de las antiguas bolsas de arpilleras las carreras eran interminables, casi tan intensas como el olor a suarda que nos quedaba en el cuerpo.

El viejo ombú hacía de casita en permanente remodelación, con tablas viejas, palos, ramas, allí estábamos convencidos de la existencia de un cuarto, cocina etc., aunque en realidad era el lugar ideal para comer toneladas de mandarinas en su época.

El gallinero ya era otra cosa, más parecida a la búsqueda del tesoro. Los huevos estaban por todas partes, pero qué emoción cuando levantábamos las gallinas que salían todas alborotadas y nos encontrábamos con nuestros aún tibios tesoros. Qué divertido, cuando los amigos más urbanos creían haber encontrado un huevo real y era el señuelo de madera.  Qué susto, cuando había un gallo medio alunado.

De esas tenemos todos alguna historia, donde nuestro orgullo de niños se jugaba cual la carga de arbolito, como dice la canción “Toparon en Arbolito los Muñiz con los Saravia: de un lado divisas rojas, del otro, divisas blancas”.

Creo que siempre me tocó la retirada…

El monte de atrás de las casas, era el lugar para conseguir armas: lanzas de indios, revólveres cuando alguna rama tomaba la forma ideal y horquetas que se transformaban en hondas, aquel lugar era campo de batalla con grandes emboscadas.

Por último, las mangas: ya más alejada de las casas y de la mirada de los mayores, permitía aflorar esa maldad infantil donde el más chico hacía de ternero y terminaba encepado. Lo bueno de la distancia con las casas era que había suficiente tiempo como para negociar, y así tratar de evitar la denuncia con mamá y su consecuente castigo.

Esas mangas, que nosotros veíamos como parte del paisaje normal, casi como un accidente geográfico natural tiene una historia que vale la pena compartir.

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La explotación racional de la ganadería, en la época de la colonia en la Banda Oriental lo primero que necesitaba era que los animales se mantuvieran contenidos en áreas reducidas y limitadas, para así lograr su manejo con orden.

Al principio, las rinconadas de los ríos lograron medianamente esta función, de allí el nombre de algunos potreros o puestos que luego fueron establecimientos cuando se dividieron las estancias originales, como es el caso de “El Rincón”, en la ruta 6, el establecimiento de la familia Gallinal, entre muchas otras.

Como estas rinconadas naturales no se encontraban en todos lados, se comenzó a instalar barreras artificiales que además limitaban las propiedades.

Para esto, utilizaron distintos procedimientos, desde la zanja hasta los “cercos vivos” formados por árboles o palmeras, como es el caso del corral de piedra y palmas de la “Estancia de Mayol”, en Rocha. Donde se calcula se podían encerrar alrededor de 8.000 vacunos.

Con el tiempo, también los corrales, sobre todo los destinados a las tareas más diarias, se construyeron con madera dura como los postes de ñandubay, éstos eran enterrados en la tierra parados y de ahí el nombre de “palo a pique”.

La piedra era un elemento muy barato, especialmente en lugares dónde se encontraba en abundancia, así los corrales cuándo son realizados en piedra son llamados comúnmente como “mangueras”, dejando el término corrales para aquellos construidos con madera.

Es importante recordar que en esa época no existía el alambre, recién empezó a usarse para delimitar los campos a partir de los primeros años de la década de 1860.

Según nos relata detalladamente el Profesor Ricardo Sienra: “cuándo la técnica utilizada se basa en el empleo exclusivo de piedra, sin argamasa o cualquier otro producto de fijación, se habla de “piedra seca”.

La construcción en piedra seca es mucho más que un “amontonamiento” de piedras, es un complejo arte que consiste en yuxtaponerlas, es decir, poner algo junto a otra cosa o inmediata a ella, en una especie de rompecabezas, para que la distribución de las mismas genere presiones que se traduzcan en una estructura de alta estabilidad.

Cuanto mayor es la superficie de contacto entre cada una de las piedras, mayor será la rigidez y persistencia de la construcción”.

Como todos sabemos los cercos de piedra fueron construidos luego de la Guerra Grande, “por comparsas de vascos e italianos”.

Pero según investigaciones hechas por el Prof. Sienra, encontró referencias que muestran que sí existía este tipo de cercos desde muchísimo antes.

Los jesuitas, como no podía ser de otra manera, parecieran ser los primeros. Estos tenían varias estancias y puestos al norte del río Negro, donde todavía quedan algunos restos de corrales y cercos.

Pero también podemos encontrarlos en el sur. Uno de ellos estaba en la que fue la Estancia de “Nuestra Señora de los Desamparados” ubicado cerca de Mendoza, en el departamento de Florida.

La estancia de “Belén” o de “Las Vacas”, conocida luego como “Calera de las Huérfanas”, también tenía en uno de sus puestos, un inmenso corral de piedra que junto al arroyo “El Tala”, forman un paisaje formidable.

Por fortuna muchas de estas construcciones en piedra que están en manos privadas se mantienen en muy buen estado de conservación, como es el caso de las mangueras en la estancia “San Pedro del Timote”, en Cerro Colorado departamento de Florida que, convertida el Hotel, es por su función un punto de fácil acceso.

No muy lejos de San Pedro podemos viajar hacia Manguera Azul y Polanco, en el departamento de Lavalleja, allí el tipo de piedra y la cantidad, nos ofrece una oportunidad fantástica de volver al pasado, y en el pasado encontrarnos con miles hechos históricos vinculados a los cercos y mangueras de piedra como el cerco de Masoller, o en Casupá las mangueras de los Artigas.

Así, una vez más, en estas historias que son cuentos salimos de recorrida al campo de nuestros recuerdos, de la imaginación y la historia.

Al igual que cuando era chica, y llegaba la noche acompañada del cansancio y el hambre, después de un día de “Parque Rodó rural” lleno de aventuras y cuando lo que restaba era acostarse a dormir para planear las aventuras del día siguiente.

De esa misma manera, por hoy me despido pensando cuáles serán las historias que compartiremos el próximo domingo.

Hasta entonces.

 

Fuente: “Relevamiento y caracterización de mangueras y cercos de piedra construido durante las primeras etapas de la ganadería en el Uruguay”. Dr. Ricardo Sienra.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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