Publicidad

“La demanda de bioinsumos nace desde el campo”

Desde Tacuarembó, Alda Rodríguez lidera una respuesta natural y científica a las plagas del agro, con foco en la salud del suelo, la agroecología y la articulación con los productores

Alda Rodríguez

CREBIO es una empresa uruguaya dedicada a la búsqueda de soluciones para el control de plagas y enfermedades del agro, a través del aislamiento y utilización de bacterias y hongos entomopatógenos nativos. Nació como una línea de investigación del Batoví Instituto Orgánico (BIO Uruguay), fundado en 2003 en una chacra rural de Tacuarembó por Alda Rodríguez, ingeniera agrónoma y doctora en Ciencias Agrarias, como respuesta concreta a las necesidades del sector productivo en torno a la salud del suelo y el tratamiento de plagas. Batoví trabaja en prácticas agroecológicas: producción orgánica, conservación de semillas nativas, sistemas de saneamiento natural, huerta orgánica y control biológico. En ese camino, el desarrollo de herramientas biológicas ha sido clave para promover procesos de regeneración y transición agroecológica. Fruto de ese proceso nace CREBIO, hoy con una intensa actividad científica, productiva y territorial.

-Alda, contanos quién sos y cuál ha sido tu recorrido.

-Soy oriunda del departamento de Tacuarembó. Nací en Paso Borracho, que hoy se llama Vill Ansina, e hice la secundaria en la ciudad. Me picó el “bichito” de la agronomía cuando estaba terminando el liceo. Crecí en el campo, siempre me encantó producir. En casa y en la de mis abuelos había muchos frutales, huerta, chacra, y todo giraba alrededor de la producción ganadera. Ya en tercer año de Facultad de Agronomía, me empecé a cuestionar el modelo productivo vigente, basado en la Revolución Verde y los insumos químicos de síntesis. Junto con otros estudiantes, fundamos el grupo Agricultura Alternativa. Después, ya recibidos, formamos la Mesa de Agroecología que antecedió a la Red de Agroecología. Volví a Tacuarembó a trabajar en temas de producción orgánica. Fui coordinadora nacional del Programa de Producción Orgánica, con cooperación técnica alemana. Al finalizar ese proceso, justo cuando estaba terminando mi doctorado, comenzamos a pensar cómo seguir empujando la agroecología, viendo la necesidad de contar con herramientas biológicas para sustituir los químicos. Así fundamos Batoví Instituto Orgánico, con más de 30 personas vinculadas al agro, la salud, la docencia. A partir de ese núcleo nació el laboratorio CREBIO, con dos grandes líneas: Pozaña Capiré, turismo educativo agroecológico, y el desarrollo de microorganismos benéficos como estrategia para usar, estudiar y multiplicar nuestra biodiversidad. Así surgió el CREBIO, el primer biohormiguicida registrado a partir de un hongo nativo, y luego productos para la mosca blanca y otras plagas, siempre trabajando con organismos abiertos genéticamente, que regeneran ecosistemas. Actualmente, tenemos una línea fuerte en investigación y producción, con nuevos desarrollos como un biogarrapaticida, en proceso de registro. Pronto saldrá publicado un artículo científico que resume ese proceso de innovación, siempre trabajando con productores, instituciones y autoridades sanitarias. Nuestro aporte busca incidir en problemas nacionales graves que generan pérdidas económicas o afectan patrimonios naturales, como el caso de las palmas.

-¿Qué tipo de trabajo realizan hoy en el laboratorio?

-Más que laboratorio, es una biofábrica con un área fuerte de investigación y desarrollo. Tenemos un banco de organismos benéficos que creamos hace 18 años. Buscamos microorganismos nativos con distintas funciones: solubilizar fósforo, fijar nitrógeno, inducir resistencia vegetal, actuar como entomopatógenos o antagonistas de patógenos. Empezamos con horticultura, donde desarrollamos varios productos, participando en proyectos como el FPTA de DIGEGRA. Luego avanzamos a la agricultura extensiva y ganadería. En sanidad animal llevamos casi 20 años trabajando en alternativas para el control biológico de garrapata bovina. En todos los casos, nuestro proceso parte de la prospección, selección, desarrollo y validación de productos adaptados a los sistemas productivos reales.

-¿Qué ventajas tienen esto frente a los tratamientos químicos convencionales?

-Muchas. Primero, no generan resistencia. Segundo, tienen múltiples funciones: matan plagas específicas, pero también inducen resistencia en las plantas, no dañan otros organismos benéficos y promueven suelos supresivos, que naturalmente controlan patógenos. Además, no dejan trazas químicas en los alimentos ni afectan la biodiversidad, algo que sí ocurre con el uso repetido de químicos. Sabemos que solo se conoce una pequeña parte de los microorganismos del suelo, y muchos procesos de fertilidad y sanidad dependen de ellos. Por eso, debemos cuidar los insumos químicos existentes y complementarlos con herramientas biológicas dentro de un manejo integrado.

-¿Qué desafíos presenta producir bioinsumos a escala en Uruguay?

-Muchos. Hay muy poca industria nacional desarrollando bioinsumos a escala comercial. No tenemos centros que nos entreguen organismos benéficos ya aislados, como ocurre en otros países. Nosotros hacemos todo: desde la prospección hasta la formulación y el registro. Faltan marcos regulatorios adecuados, inversión pública, y formación de técnicos con conocimiento en estas herramientas. Necesitamos agrónomos, veterinarios y extensionistas capacitados en biológicos, que sepan cómo actúan, cómo se integran, con qué son compatibles. El desafío no es solo técnico; es también institucional y educativo.

-¿En qué sectores ven más adopción por parte de los productores?

-En horticultura hay un avance importante, gracias a proyectos como el FPTA, que acompañan al productor con técnicos de campo y monitoreo. Esos proyectos han sido clave. Nosotros capacitamos a los técnicos y mantenemos diálogo fluido con ellos.

En ganadería, la demanda también crece, especialmente por la problemática de la garrapata. Hay resistencia a los acaricidas químicos y muy pocas moléculas disponibles. Nosotros trabajamos con productores, MGAP e Instituto Plan Agropecuario en al menos seis zonas del país. En todas se logró disminuir la infestación, restaurar el equilibrio, y hubo participación activa de veterinarios. Es una experiencia muy rica que muestra el potencial del biogarrapaticida.

-¿Y cómo ves la apertura de los productores uruguayos hacia estas soluciones?

-El interés es enorme. Desde nuestra experiencia en Batoví y CREBIO, vemos que los productores están traccionando el cambio. Ellos nos buscan a nosotros, no al revés.

La demanda viene de todos los rubros: horticultura, ganadería, agricultura, forestación. Por ejemplo, el biohormiguicida se desarrolló por pedido del sector forestal. También trabajamos en agricultura por problemas de suelos con alta carga patogénica. La demanda real viene del territorio.

Licenciada en Comunicación por la Universidad ORT (2017) y máster en Dirección de Comunicación Corporativa (2024). Desde agosto de 2020 forma parte del equipo de Rurales El País. Actualmente colabora con la revista de la Asociación Rural y produce el programa #HablemosdeAgro, que se emite los domingos por Canal 10. Además, acompaña a empresas del sector agropecuario en el diseño y la implementación de sus estrategias de comunicación. Anteriormente trabajó como periodista agropecuaria en El Observador y fue productora del programa radial Valor Agregado, en radio Carve.

Publicidad

Publicidad