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Un balde de agua fría

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CAMILA_ALDABALDE

Hasta el ortodoxo más liberal tiene en su caja de herramientas el subsidio sectorial flagrante y explícito. Claro que, a la vez, en tanto liberal, resultará exigente sobre las condiciones imprescindibles y garantes de que lejos de ser un costo, sea una inversión rentable para el particular y la sociedad. Seguramente en una escala de valor, el impuesto al gasoil para subsidiar al transporte capitalino sea el cero mientras que el subsidio a los inicios de la forestación se encuentre en un podio virtual.

Los privilegios con los que contó la forestación eran los imprescindibles para que los privados ingresaran a una actividad inédita y que prometía gigantescos costos de aprendizaje. Una vez en ella y con los costos de aprendizaje ya pagos, el retiro del subsidio no solo no afectó el crecimiento del sector, sino que se multiplicó y atrajo enormes cantidades de capitales de todo el planeta. ¿La razón? Era un negocio intrínsecamente rentable.

Hoy el impulso unánime se centra en el desarrollo del riego y en lo personal, no califica de igual manera que la forestación. Para comenzar es un insumo más de una actividad archiconocida para los productores uruguayos lo que lo vuelve más parecido al uso de genética, fertilizantes, y pesticidas que una decisión de cruzar el Rubicón. Las particularidades del recurso riego puede ser adquirido “llave en mano” a los proveedores locales y universales.

El primer llamado de atención es que, habiendo “tecnología disponible”, los empresarios no han decidido adoptarla de motu proprio. Hay solo dos alternativas frente a esta realidad: no se dieron cuenta sobre cómo ganar más dinero o la tecnología no es tal. Algo que se parece mucho a la propuesta de la academia para terminar con los bajos índices de procreo.

Cuando se razona sobre el riego, es muy fácil sucumbir a la tentadora comparación entre el riego y el secano. Sin embargo, los precios de los commodities en el mercado global lo fijan los más eficientes, esto es, los que producen sin riego lo que produciremos en Uruguay con un costo adicional de 400 dólares por hectárea. El riesgo de competir en tales condiciones si hay competencia perfecta es enorme y esto se vería muy agravado en el caso que el aumento de la producción de maíz, por ejemplo, llevara su precio a una paridad de exportación.

La rentabilidad del productor que incorpora el riego es flagrante, pero las cuentas se hacen tomando como inversión el 40% del costo de la puesta en marcha del sistema porque el resto lo aporta el estado vía renuncia fiscal. Si el productor se hiciera cargo del 100% del costo y en condiciones normales el uso de la infraestructura tuviera capacidad ociosa, es altamente probable que no sea rentable. Por otra parte, si el estado suma a su renuncia fiscal las inversiones cuantiosas requeridas para la UTE, tampoco cerrarían los números.

Finalmente, una consideración sobre el riego y la ganadería. En este sector, la inversión equivale a la compra de otra hectárea y alerta mi desconfianza. En segundo lugar, el gran impacto en la ganadería está en el desarrollo de pasturas altamente productivas e intensivamente manejadas. Si éstas llegaran a los campos como consecuencia de haber comprado un equipo de riego, la carreta estaría exactamente adelante de los bueyes.

Por fin, reconociendo el derrame económico de aumentar la producción, es probable que estemos frente a la vidriera que rompió el niño de la parábola de Frédéric Bastiat.

Da trabajo al vidriero y se lo quita al zapatero que habría vendido un nuevo par y los tres actores son globalmente más pobres. Los aciertos económicos según este genio están lo que no se ve. Disculpas si corté con tanta dulzura.

pcarrasco@conexiónganadera.com

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