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Nuevos datos, nuevos problemas

La evolución de los precios relativos y el escenario productivo tienen un vínculo directo, aunque en el corto plazo puedan mostrar cierta independencia. Las posibilidades de mejorar la competitividad se achican.

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Ha sido una semana con abundante información en el plano de la economía, que define el entorno en el que se despliegan los agronegocios. En el plano internacional -lo hemos analizado- hay un nuevo escenario financiero, con una tasa internacional de interés real alta, que se mantendrá por un tiempo. Esta semana, sin embargo, hubo algunos atenuantes en este escenario, en la medida que la Reserva Federal de EEUU decidió mantener su tasa de referencia, algo que se preveía, a lo cual se agregó un dato del mercado de trabajo estadounidense que no fue lo bueno que se esperaba, lo que alentó expectativas de que la Reserva podría estar llegando a culminar su ciclo de subas en la tasa. Y si la economía estadounidense acumula más datos malos, podría empezar a bajarla. Esto llevó a que esta semana el dólar retrocediera y las bolsas de valores subieran, al tiempo que bajó el petróleo. Los granos recuperaron terreno, aunque solo la soja tuvo avance semanal.

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Pero los rasgos generales del escenario no han cambiado: hay un mayor costo del dinero, y eso no va a cambiar de un día para el otro. Esto incidirá en el desempeño de las inversiones, el comercio y la economía en general, en el año 2024.

En el plano local también hubo novedades importantes. El salario real sigue firme, marcando nuevos máximos históricos. En septiembre el Índice Medio de Salarios en términos reales (descontada la inflación) llegó a un máximo en casi 50 años. Esto es consecuencia de la fuerte baja en la inflación que se ha dado en los últimos meses, mientras que los ajustes salariales nominales corren claramente por encima. Es posible que esto exprese un cierto rezago de los aumentos salariales respecto a la inflación; primero quedaron por detrás, ahora van por adelante. En cualquier caso, se ha cumplido -y hasta de manera anticipada- el compromiso del gobierno de recuperar el salario real a los niveles pre pandemia.

Desde el punto de vista del ingreso y el consumo, son muy buenas noticias; además se está dando con una expansión del empleo en el último año lo cual es un síntoma positivo más: crecimiento en simultáneo del salario del empleo. La pregunta es si la economía puede sostener esta dinámica de expansión del ingreso.

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Hasta ahora todo indica que sí, pero los cambios en los precios relativos en general tienen cierta demora en sus efectos. Lo cierto es que hoy el aumento de los salarios (que se traduce a los costos de servicios locales, no transables) le impone una fuerte exigencia a los números de los sectores transables: al pasar los salarios a dólares se ve un aumento impactante en los últimos años: avanzó 17% en el último año y 31% respecto a su nivel pre pandemia.

De tal manera que para sostener esos salarios los sectores de los agronegocios tienen que tener un aumento en la productividad fuertísimo, y no todos los sectores ni todas las empresas pueden hacerlo. A modo de ejemplo, tomando el Índice Medio de Salarios en dólares y el precio medio de exportación de la carne vacuna, hoy se necesitan 36% más kilos para pagar un salario promedio, respecto a 2019.

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Al mismo tiempo, se dio a conocer el resultado de las cuentas estatales correspondiente al mes de septiembre, con un apreciable aumento en el déficit fiscal anual, que llegó el 4,3% del PBI. Esto equivale a unos US$ 3.230 millones. La cifra es ciertamente preocupante y refleja la caída en la recaudación, entre otras causas por el desvío de consumo hacia la Argentina y por la menor actividad por la sequía. Hay que recordar también (en un asunto a profundizar) varios de los sectores y empresas más dinámicos están usufructuando exoneraciones impositivas, que hacen que -al menos en el corto plazo- su mejora en desempeño no se refleje inmediatamente en una mejora en la recaudación.

Por otra parte, los egresos del Estado se mantienen mucho más rígidos e incluso aumentando, de la mano del propio aumento de salario real en su componente de salarios públicos; también suben en términos reales las jubilaciones. Un déficit fiscal del 4,3% es insostenible y, si bien Uruguay tiene grado inversor y buena reputación de pago, hay que actuar. El equipo económico había planteado cerrar el año en el 3,2%, meta que se aleja cada vez más.

Todo esto se asocia a problemas de competitividad en la economía. Y dado que desde el gobierno se descarta cualquier tipo de acción a través del mercado cambiario o de la política monetaria-cambiaria, los sectores productivos y sus representantes gremiales (entre ellos el agro) están apuntando a plantear atenuantes por el lado de nuevas reducciones en las cargas impositivas o beneficios vía disposiciones regulatorias.

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Pero el referido aumento en el déficit fiscal hace que cualquier medida agregada de este tipo esté totalmente descartada, ya antes de siquiera ser planteada al equipo económico. A modo de ejemplo, una delegación de la Asociación Agropecuaria de Dolores se entrevistó en estos días con la ministra de Economía Azucena Arbeleche, en una reunión que estaba pactada ya desde hace un tiempo. Una serie de planteos bien formulados de parte de esta gremial de la zona litoral del país, no fueron de recibo, básicamente porque -de una u otra manera- implicaban exoneraciones o resignaciones tributarias imposibles de configurar en el actual escenario fiscal. Así, quedaron por el camino eventuales rebajas en los impuestos a los combustibles o apoyo con beneficios tributarios al encalado (la ministra transmitió que “si es positivo, no necesitaría exoneraciones”). Sí se mostró interesada en mejorar la oferta de seguros, pero sin medidas concretas. Mientras, la oferta de seguros agrícolas se redujo para esta zafra, después del golpazo que se dieron las compañías en la zafra pasada. El BSE amplió la cobertura, pero con menos beneficios. El resto de las compañías se retrajo. Así las cosas, al accionar gremial sectorial le queda muy poco en la agenda.

Producción.

Mientras tanto, en los campos y chacras, el ciclo productivo sigue adelante. La faena va aumentando como era esperable: la producción allí está y en la medida que los precios tuvieron una cierta entonación, los ganados seguirán saliendo para los frigoríficos. Pero las cuentas no cierran o están justas; y si esto no cambia, será difícil mantener el impulso a la producción de carne.

En la agricultura, los cereales de invierno están muy bien, aunque existe preocupación por la incidencia de estas lluvias primaverales, que pueden afectar la calidad de los granos de trigo y cebada en los días previos a la cosecha. Mientras, las siembras de soja y maíz se siguen concretando a buen ritmo y -si los pronósticos se cumplen- habrá agua y habrá más toneladas para cosechar y exportar. El año 2024 verá una recuperación de las exportaciones del agro, luego de la caída de este año por la seca (gráfica). Además, se agrega la actividad de la nueva planta de celulosa, producto que pasará a liderar la exportación. El sector agropecuario está haciendo los deberes. La macroeconomía no.

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