Los últimos días han mostrado una inestabilidad inédita en la economía global y hay pocos indicios de cambio, al menos a corto plazo. Asistimos a una puja por el empleo global que cambia la dinámica comercial del mundo y aumenta la probabilidad de confrontaciones directas, que pueden ir más allá de lo económico. Para Uruguay -pequeño país entre los gigantes en lucha- el escenario no es sencillo. Se reafirman las fortalezas, pero también se desnudan debilidades.
El asunto se complica, además, porque arranca un nuevo gobierno y la discusión política se entrevera. En particular cuando hay que encarar los problemas de varias empresas industriales y agroindustriales, que están en dificultades o directamente cierran. Son tristes noticias que impactan duro a los trabajadores involucrados, pero también interpelan a los políticos, que se ven en la necesidad -no siempre justificada- de “hacer algo”.
Cada caso es distinto, más allá de las dificultades generales de la economía. Tomemos algunos de los más resonantes. El frigorífico Casablanca venía con problemas, pero se vió arrastrado por Conexión Ganadera, donde todo indica que hubo más que irregularidades (algo similar sucede con el frigorífico ovino de Paso de los Toros). Otros frigoríficos -que al igual que los anteriores están de mitad del ranking hacia abajo- también cerraron o están en crisis, pero también tenían problemas previos. Los grandes frigoríficos siguen activos y firmes, más allá de los desafíos que imponen los mercados y la oferta de ganado.
El caso de Casablanca afectó a Paycueros, otrora una de las grandes industrias del país, que también está en proceso de ajuste hace tiempo, por adversidades de mercados, problemas de costos, etc.. La industria curtidora ha perdido a varios de sus principales protagonistas en los últimos años; no son problemas nuevos.

En la industria láctea se ha presentado a concurso la empresa Calcar luego de que su situación financiera hiciera insostenible su continuidad. Calcar es una cooperativa que viene con aprietos financieros desde hace muchos años, por problemas de gestión, decisiones estratégicas arriesgadas o problemas serios de mercado, incluído el contencioso con Venezuela, que también afectó seriamente a otras lácteas. Cuando la situación llegó al límite de no poder pagar la leche a los productores, la empresa dejó de ser viable. Los trabajadores han quedado expuestos al desempleo y la crisis.
Ante este conjunto de problemas, la nueva ministra de Industria, Fernanda Cardona (entre otros referentes del oficialismo) acusó al gobierno anterior de ocultar una situación de declive, y -con el ministerio de Trabajo- buscan algún tipo de respuesta, aunque sea parcial.
Aquí vale enfatizar un par de conceptos. Las crisis empresariales son parte de la realidad y el Estado uruguayo tiene mecanismos de sostén (seguro de paro, concurso, etc.) para contener los peores extremos. Pero no compete al Estado tomar recursos generales del presupuesto para atender a una situación particular. De eso hubo mucho en otro momento y nos fue mal. Por otra parte, los cruces de responsabilidades políticas tienen cierta lógica: al nuevo gobierno no le gusta arrancar apagando incendios (gobernar no es sencillo).

En la atención a agroindustrias lácteas en problemas, durante el gobierno anterior se instrumentó el FRIL (Fondo de Reconversión para la Industria Láctea) aprobado por unanimidad por ley en el Parlamento; tomó recursos de otro fondo previo y sumó algo más. El FRIL dió préstamos a Coleme y Calcar, entre otras, pero los resultados no fueron los esperados. Había que “hacer algo”, pero se logró poco.
Es cierto también que -si bien en el último año del gobierno anterior la actividad se recuperó y mostró una mejor dinámica- no todo era color de rosas. La economía no estaba en crisis, pero tenía y tiene problemas. Ni Ferrari ni fundida. Y los problemas son conocidos hace rato: déficit fiscal y limitaciones de competitividad (y ambos están vinculados). Poco crecimiento por escaso avance de la productividad. El gobierno anterior hizo algunos avances parciales en competitividad, pero no mejoró sustancialmente la situación fiscal, por lo que aquellos quedaron a medio camino.
Ahora la tarea le queda al nuevo gobierno de izquierda, históricamente poco afín a ajustes. Sin embargo, el equipo económico liderado por Oddone (y respaldado por el Presidente Orsi) está enfocado en encarar los desafíos. Y es clave porque -si bien cada empresa tiene su circunstancia, como decíamos-, si no hay mejoras generales de competitividad, el riesgo es que se sigan sumando firmas en dificultades.
Ahora, con los cimbronazos comerciales (a los que se agrega el nuevo régimen cambiario argentino) la incertidumbre es altísima. Los frigoríficos están viendo ya las restricciones en EEUU y -en contrapartida- se vislumbran nuevas oportunidades en China. El Mercosur permitió a sus miembros flexibilizar el Arancel Externo Común y seguramente Uruguay lo usará para negociar con el gobierno de Trump.
Los principales sectores del agronegocio están básicamente bien, con las variaciones esperables por el tipo de negocio del que se trata. Los precios de exportación de lácteos y carnes mejoraron sustancialmente; en granos salieron de los mínimos de hace unos meses y la cadena forestal suma inversiones. El problema es el eslabón agroindustrial. En las gráficas adjuntas se muestra la evolución de la producción física industrial en 3 de las principales agroindustrias (datos INE). El caso de la celulosa es conocido, al sumar varias plantas de escala mundial. En la industria frigorífica y la industria láctea, en cambio, hay fluctuaciones y los avances son paulatinos. Para que se sostengan en el tiempo hay que mejorar la competitividad y la productividad. Pero los costos locales son muy altos, en especial para empresas que no alcanzan cierta escala. Aquí se cuentan todos los rubros no transables, incluyendo tarifas, salarios y cargas sociales. En los últimos 10 años el personal ocupado en la industria láctea cayó 15%; en la frigorífica subió apenas 3%.
La articulación del empleo local
Hace ya algunos meses advertíamos en estas columnas que los problemas de competitividad podían empezar a complicar a las agroindustrias, especialmente las pequeñas y medianas, en la medida que las cargas laborales se hacían cada vez más altas (el salario medio está en un récord histórico), subían otros costos y los márgenes se achicaban. La mejora del tipo de cambio de fines del año pasado y principios de este, junto a una mejora en varios precios externos, fueron paliativos, pero los problemas de competitividad y productividad siguen latentes.
Las empresas agroindustriales son claves en la articulación del empleo industrial (que está bajando) y son principales fuentes de trabajo en localidades medianas y pequeñas de todo el territorio, donde suelen ser la mejor opción de empleo con los salarios más altos. Por eso, el cierre de cualquiera de ellas es muy negativo y con alto impacto social. Cabe entonces plantear si la articulación laboral en esa agroindustrias está bien ajustada a esa realidad local o precisa modificaciones, que apunten a una mejor competitividad con una mejor ecuación empleo/salario.

Sucede que los acuerdos laborales, en general, son sectoriales y tienden a desconocer las situaciones particulares de cada empresa o localidad (costo de vida, oferta laboral, inversión). Sería mejor apuntar a negociaciones salariales por empresa; las negociaciones sectoriales amplias pueden servir para las grandes empresas de cada sector y a los líderes gremiales de los grandes sindicatos; el resto, las empresas medianas y pequeñas (y sus trabajadores) tienden a quedar de lado.
Es un punto central, aunque no el único. Los costos locales también son mejorables si se invierte más en infraestructura y se racionalizan gastos en el sector estatal, así como en las empresas estatales (se prende una luz de alerta en la modalidad de ajuste del precio de combustibles). Mientras, los agronegocios van observando qué golpes pueden venir por la guerra comercial y qué oportunidades pueden abrirse. Todo indica que serán más las verdes que las maduras, pero eso se verá. En cualquier caso, para aprovechar las oportunidades fuera, hay que hacer los deberes dentro.