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Inflación, dólar y producción

Ante el avance global y local de la inflación, el gobierno ha tomado medidas puntuales de exoneración de impuestos en ciertos alimentos, mientras el Banco Central subió la tasa de interés. Esto puede impactar en el tipo de cambio real, aunque cierto fortalecimiento del peso es esperable. Lo clave es que no se resienta la actividad

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Las cosechas de verano serán mejores de lo esperado. La sequía de diciembre/enero dejó a muchos productores preocupados, pero volvió el agua y las chacras respondieron, en especial las de segunda. En maíz hay muy buenos rendimientos en éstas siembras, y está arrancando la cosecha sojera con perspectivas de arrimarse a los 2.600-2.700 kg/ha promedio nacional (primera y segunda), aunque esto es prematuro y habrá que aguardar más datos de cosecha.

Lo interesante es que este éxito productivo coincide con las mejores cotizaciones de los granos en muchos años, de tal manera que más del 55% de la producción sojera ya fijó precio. Ahora los productores se abocan a las cosechas y cumplir los contratos, para completar luego las ventas. Buenos rendimientos y buenos precios se multiplican para generar un ingreso destacado, como hace muchas zafras no se lograba.

Es de resaltar el desempeño de los cultivos regados, que hicieron diferencia en un año que tuvo un largo período sin lluvias. Con precios más atractivos -y la tierra valorizada- el riego permite dar un salto en productividad, al que luego acompañan otros “inputs” del sistema (fertilización de precisión, agroquímicos, etc.). La inversión en pivots aumenta (hay estímulos de COMAP para sistemas de riego y las represas) y además ésta zafra UTE dispuso un beneficio para los regantes, sustituyendo el valor de punta por el valor de energía en llano, permitiendo una mejor gestión de los horarios de riego.

El impulso agrícola tomará inercia y habrá buenas áreas de cultivos de invierno, aunque aún hay resquemores por el aumento de los costos, lo que implica más inversión por hectárea y -por tanto- mayor riesgo financiero. En efecto, fertilizantes y agroquímicos han tenido aumentos de precios notorios. La suba de combustibles (gráfica) también pone presión directa sobre costos de siembra, aplicaciones y cosecha, así como en el transporte. Y además, la baja del dólar aumenta los costos internos medidos en moneda estadounidense.

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Se perfila mejor la colza, con costos de 700-750 U$S/ha y un precio récord, hoy, de 750 U$S/ha para la próxima cosecha. Trigo y cebada tienen costos mayores (900-1000 U$S/ha) y si bien los precios son muy buenos, los rindes de equilibrio son similares a los rindes reales. Claro que la canola también tiene riesgos climáticos, más allá de que las últimas cosechas fueron muy buenas.

En el sector ganadero los precios siguen marcando récords, en un escenario inédito de producción e ingresos. La faena sigue firme arriba de las 50.000 cabezas semanales, reflejo de la firme demanda externa y de una oferta que está al límite. Con China como mercado dominante, la situación del Covid en el gigante asiático (con la decisión de suspender 2 plantas temporariamente) es hoy fuente de incertidumbre. Varios operadores señalan que los importadores chinos pautan precios menores a los de semanas atrás, aunque siguen siendo muy buenos valores.

Inflación y dólar 

La inflación es el punto clave hoy en la discusión económica y política, en Uruguay y en todo el mundo. El presidente Lacalle Pou (tal vez prematuramente) señaló en la Asamblea General que este será el año de la recuperación salarial. Pero la inflación se interpone: ya venía en alza antes de la guerra en Ucrania y el conflicto ha provocado aumentos agregados en granos y petróleo, que suben la presión externa de precios.

El aumento de la inflación es global, aunque en Uruguay puede tener agregados particulares (como lo que sucede con la carne vacuna). Para entender esta nueva “ola de inflación” el punto de partida es la pandemia y la decisión de EEUU de sortearla con una nueva expansión monetaria, bajando la tasa de interés a mínimos e iniciando un nuevo plan de compra de activos (títulos de deuda) para inyectar liquidez en la economía (gráfica). Otros bancos centrales relevantes en el mundo tomaron medidas similares.

Al comenzar a salir de la pandemia, la demanda aumentó más que la oferta y comenzó una primera escalada de precios. Se multiplicó el precio de los fletes y el mercado laboral demoró en reincorporar trabajadores. Ya en ese contexto inflacionario irrumpe la guerra en Ucrania, que genera un nuevo salto en el precio de la energía y los granos, con sus repercusiones directas e indirectas en el resto de los precios. Ante esto, la Reserva Federal de EEUU debería empezar a retirar la liquidez que sumó en la pandemia, pero no parece muy convencida, por el riesgo de generar una recesión.

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Los aumentos en los precios globales comenzaron a “colarse” en la economía local, a través de subas en los combustibles, así como en los granos y sus productos (panificados, aceite, etc.). En Uruguay, además, se da la singularidad de que la carne vacuna es clave en la dieta y ya venía con un fuerte aumento, poniéndole más impulso a la inflación.

El gobierno tomó medidas puntuales para moderar los precios, como la exoneración de IVA al asado y cortes con hueso, así como la exoneración de este impuesto en panificados. Y es posible que se sumen algunas otras disposiciones parecidas. Pero la medida más contundente en el combate a la inflación la viene tomando el Banco Central (BCU), con el aumento en la tasa de interés.

Durante la pandemia el BCU bajó la tasa a casi 4%, para facilitar la liquidez y el crédito en la emergencia. Pero ya a partir del año pasado comenzó a “normalizar” la política monetaria aumentando la tasa. Ahora, ante el empuje inflacionario, decidió apretar el acelerador: esta semana subió la tasa de 7,25 a 8,50%, más de lo anunciado, porque la inflación subió a 9,4% anual. Según el Banco, la actividad económica muestra buen desempeño y no se verá afectada por la suba en la tasa.

Lo que sí se ha movido (a la baja) es el tipo de cambio. “La incidencia sobre el tipo de cambio real es parte del efecto de la política monetaria”, planteó el presidente del BCU, Diego Labat en la conferencia donde anunció la medida. Ciertamente, si hay una mayor inflación global en dólares y -a su vez- el desempeño exportador del país es destacado, es esperable una valorización del peso uruguayo. El asunto es no “pasarse de rosca”. Desde el mercado financiero se observa que, al menos hasta ahora, no hay una caída extrema: no se vislumbran operaciones de “carry trade” (entrada de capital especulativo de corto plazo para colocar en pesos) y además Uruguay acompaña en buena medida la tendencia del tipo de cambio en Brasil.

Con la caída del dólar, sube el salario medido en dólares, por la sencilla razón de que el salario, si bien no alcanza la inflación (cae en términos reales) sube nominalmente (7% anual a febrero según el Índice Medio de Salarios). Así, el salario en dólares está volviendo a los niveles pre pandemia, los cuales son similares a los de los mejores años del boom agrícola (gráfica). Para quienes reclaman “derrame” de manera algo indolente, vale plantear estas cifras para mostrar que en dólares (la moneda en que tienen sus ingresos los exportadores) los salarios no han caído.

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Hay que mencionar que cuando se habla de inflación, salarios o tipo de cambio, se manejan indicadores promedio. Pero, en realidad, estamos asistiendo a un cambio apreciable en los precios relativos. En el IPC (el indicador de inflación en Uruguay), los alimentos han subido 13,3% anual (gráfica), dentro de los cuales la carne vacuna un 20%; los combustibles subieron casi 30%. Pero el alquiler lo hizo solo 5% y la energía eléctrica 3,5%, anual nominal.

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A su vez, no todos los asalariados están en la misma condición. El promedio muestra un aumento de 7%, pero los trabajadores de la construcción tuvieron esta semana un ajuste de 9,9% (de lo que resulta que otros están por debajo de 7%...). Los indicadores generales son ineludibles, pero es claro que las subas no son parejas ni en precios ni en ingresos.

Tampoco es pareja la situación entre sectores. Hay que ver que -en simultáneo con la mayor inflación- se han abierto las fronteras con Argentina ante la mejor situación sanitaria, y eso ya está golpeando al comercio del litoral. El turismo también podría verse afectado, si bien esta semana santa muestra buen nivel de reservas. Que no decaiga.

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