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Desatar las manos al campo

Guste o no, el agro es protagonista de la campaña electoral, por su relevancia económica y también social.

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Ing. Agr. Nicolás Lussich.

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La economía y los problemas de empleo preocupan cada vez más a la ciudadanía y son un asunto clave de discusión en la campaña electoral, que está en su recta final. Y si de economía, producción y empleo se trata, los agronegocios son un sector insoslayable. Sin embargo las políticas específicas para el agro no aparecen demasiado en la discusión pública. Esto puede tener algunas razones válidas, otras no tanto.

En los últimos días en Twitter se generó un breve pero interesante intercambio entre Carlos María Uriarte -asesor del candidato colorado Ernesto Talvi en temas agropecuarios- e Ignacio Buffa, asesor de Luis Lacalle Pou en estos mismos temas. Uriarte lamentó que en el debate entre Lacalle Pou y Daniel Martínez (candidato del Frente Amplio) el sector agropecuario fue “el gran ausente”. Durante el debate se hizo una mención específica al abigeato y poco más. Sin embargo, Buffa discrepó: “para el agro se hablaron las cosas más relevantes -dijo-: conducta fiscal responsable que mejora el tipo de cambio, eficiencia en el gasto (hizo una crítica a Colonización) y rechazo a la suba de impuestos”, esto último aludiendo a la planteado por su partido.

Ambos enfoques tienen argumentos válidos; como dice Buffa, la política económica en general es esencial para el clima de negocios en el agro. Lo referido a la situación fiscal, la política monetaria, la política comercial y la política tributaria, condicionan en buena medida el marco económico para los agronegocios.

También las políticas sectoriales específicas hacen aportes sustanciales para un mejor desarrollo de los agronegocios, más allá de las virtudes o defectos de la política económica en general. El fortalecimiento sanitario de la producción animal uruguaya responde a una política que -no exenta de problemas- le ha dado soporte a la expansión de la producción de carne y otros productos de origen animal, con el consecuente aumento de las exportaciones. Asimismo, las políticas para el desarrollo sustentable - como el impulso de los planes de uso y manejo de suelos- también contribuye no sólo a mejorar el ambiente sino a reducir vulnerabilidades, en un sector que es mirado cada vez con más detalle en sus prácticas y su impacto ambiental.

Más difícil y polémico ha sido el apoyo a la producción familiar, una combinación de políticas sectoriales y sociales. En este plano el gobierno desplegó varias iniciativas, creando un registro de productores familiares, condición que permite acceder a una serie de beneficios. Sin embargo, pese a algunos casos positivos, es notorio que se está dando una importante pérdida en el número de productores: el caso de la lechería es seguramente de los más graves pero también sucede en la ganadería y la agricultura.

También se han establecido medidas de política en respuesta al reclamo de rubros específicos, como la propia lechería, el sector arrocero y otros. Reducciones en la carga impositiva en el combustible o tarifas eléctricas especiales, así como beneficios en la contribución inmobiliaria y otro tipo de disposiciones que -básicamente- buscan mitigar una situación difícil. Este tipo de planteos y disposiciones emergieron especialmente en los meses siguientes al inicio de las movilizaciones de Un Solo Uruguay; tienen la modesta virtud de mostrar que el Estado, el gobierno, la política, responden -en el alcance de sus posibilidades- ante los reclamos de los que están en problemas. Pero en la mayoría de los casos se trata de mitigaciones, parches, que no alcanzan a cambiar la situación de fondo; generan Incluso un desgaste al gobierno y las gremiales que no es bueno. Cabe decir -además- que esta dinámica de reclamos y anuncios -más pomposos que efectivos- se ha dado en los gobierno del Frente Amplio y anteriores. Y muchas veces responde a la necesidad de jerarcas de ministerios, oficinas o intendencias de “mostrar algo”, que a una voluntad genuina de buscar soluciones de fondo.

Por todo esto, para el agro son claves las decisiones de la política económica general y aquellas sectoriales sistemáticas y de largo plazo, que apuntan a fortalecer su calidad productiva en los sanitario y ambiental.

Impuestos ¿sí o no? En la discusión electoral sobre economía, el capítulo tributario ha estado especialmente intenso, con permanente ida y vuelta entre la oposición -que se ha comprometido a no aumentar impuestos- y el candidato oficialista Daniel Martínez, que no quiere “atarse las manos” comprometiéndose a algo que -eventualmente- puede no cumplir si sobreviene una situación excepcional.

Al comprometerse a no elevar la carga tributaria, la oposición está reafirmando su voluntad de apuntar a reducir el gasto estatal como forma de reducir el déficit fiscal, aliviar costos y retomar el crecimiento económico. El Partido Nacional ha sido particularmente explícito, planteando una reducción del gasto de US$ 900 millones, sin recortar gasto social, según dice su programa.

La postura del Frente Amplio es diferente: Martínez y sus asesores han planteado que no recortarán el gasto sino que los contendrán (que crezca menos que el PBI) y apuestan a que el crecimiento retome vigor (impulsado especialmente por UPM). El programa del FA plantea seguir cambiando la base tributaria hacia una mayor progresividad, propone un aumento en el IRPF a retornos de capital y “fortalecer” el Impuesto al Patrimonio.

La idea de “no atarse las manos” ya se había planteado en la izquierda años atrás, cuándo Argentina -durante los primeros años de Kirchner- impuso retenciones a las exportaciones del campo. En Uruguay, economistas vinculados al FA no las descartaban, con el mismo argumento de no atarse las manos y no descartar ninguna herramienta de política. Aquello también generó una fuerte polémica, que se saldó con la recordada apelación gastronómica de José Mujica: “son choriceses de economistas”. El FA finalmente ganó el gobierno y no hubo retenciones en Uruguay, aunque sí periodos de atraso cambiario que transfirió recursos desde los sectores exportadores al resto de la sociedad.

Más recientemente, quedó quebrada la promesa del presidente Vázquez, quien en la última campaña electoral había prometido no subir la carga tributaria y -ya en el gobierno- lo hizo, obligado por las circunstancias de un déficit fiscal creciente. El aumento de impuestos fue importante, subió la recaudación, pero el déficit sigue aumentando porque el gasto creció más y -ahora- la recaudación también cedió, por el estancamiento de la economía.

Este antecedente Martínez lo tiene muy presente e insiste en “no atarse las manos”. En un reciente acto en Melo puso un ejemplo particularmente ilustrativo “¿Qué pasa si la soja cae a 10 dólares y el trigo a 5?”. Como es habitual en su discurso, Martínez apela a hipérboles que -obviamente- no hay que tomar literalmente, sino en su idea subyacente: las circunstancias pueden cambiar y hay que tener opciones. A mí juicio el comentario tiene un rasgo positivo, pues asocia un escenario crítico para el Uruguay a un escenario crítico para el agro (un derrumbe de precios), reconociendo implícitamente la indiscutible relevancia del sector. Pero también tiene un giro que me hace ruido: si los precios del agro caen y el país entra en dificultades serias ¿habrá que poner más impuestos? No tiene mucho asidero. No quiero exagerar con la exégesis de los dichos del candidato, pero si hay una crisis por una caída en los ingresos por exportaciones estaríamos en serios problemas, y los impuestos no son respuesta, entre otras cosas porque no van a recaudar más en esas circunstancias.

Acumular para progresar. En este contexto ¿Cuál es la situación hoy de los agronegocios? Difícil de responder en una frase porque hay grandes diferencias entre los rubros. La lechería con problemas, la agricultura en ajuste, la forestación con una proyección de crecimiento contundente por la inversión de UPM y la ganadería en un momento de precios récord. El dólar está ayudando modestamente a mejorar los números de la producción, luego de un retraso importante en el tipo de cambio. La soja se recuperó y se nota en las exportaciones (cuadros).

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La situación del campo no es fácil, pero el momento ganadero es auspicioso. En realidad, con estos precios para el ganado y para la carne exportada, con China comprando todo lo que puede por la falta de carne propia (efecto de la fiebre porcina), productores y frigoríficos deberían estar generando firmes ganancias para acumular capital, invertir e incrementar la producción en el mediano y largo plazo. Pero esto no se está dando: los costos son elevados y acotan esa capacidad de acumulación y crecimiento.

Bueno sería mejorar la proyección del sector ganadero y del agro en general, bajando costos, haciendo acuerdos para reducir aranceles e invirtiendo en la infraestructura que precisa el campo para trabajar mejor, permitiendo la acumulación de capital que lleve a los 3 millones de terneros y más. El agro también pide que no se les ate las manos.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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