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La magia de las cartas y un intercambio para aplaudir

De Puño y Letra busca conectar niños del campo con los de la ciudad...

Niños rurales
La experiencia motiva a los niños a escribir y fomenta la paciencia por las respuestas.

¿Qué pasa por la cabeza de un niño de ciudad cuando lee que a unos cuántos kilómetros de su escuela otros niños de más o menos su edad tienen como diversión jugar guerras de bosta u “bolear” ñandúes? Es, seguramente, la misma sorpresa que se lleva un niño rural cuando lee que los niños de la ciudad tienen tantas actividades extra curriculares que la primera pregunta que se les viene a la cabeza es: ¿y cuando juegan? Ese intercambio está generando conciencia rural, conciencia social. Es comprender que nacer de un lado u otro del alambrado no significa estar -o ser- mejor o peor que el otro. Simplemente es ser consciente de que del otro lado hay alguien con vivencias, creencias y hasta una cultura diferente. Ni mejor, ni peor; diferente. Entre otras cosas, a eso apunta De Puño y Letra, una iniciativa de escritura cultural entre una escuela rural y otra en la ciudad que ha atrapado a los niños, fomentado la paciencia y la emoción por la escritura de cartas.

El proyecto busca conectar niños rurales y urbanos a través del envío cartas personales manuscritas para generar vínculos y aumentar la auto confianza de los niños.

De Puño y Letra es un proyecto complementario que se está llevando a cabo en escuelas rurales desde hace tres meses para acercar comunidades e impartir conciencia agropecuaria.

La experiencia ha involucrado a las familias y ha recibido apoyo de una ONG llamada Edúcate, que trabaja en educación rural. La respuesta ha sido sumamente positiva y los padres están organizando actividades para un próximo encuentro en Montevideo en el mes de setiembre.

De Puño y Letra es una idea de Carlos Guinovart y Gabriela Zabaleta. El Correo Uruguayo aportó la gratuidad del envío de las cartas y, al momento, ha alcanzado a unos 600 niños de casi 40 escuelas.

Este es un proyecto complementario a la educación e independiente de la Administración Nacional de Educación Pública. “Este sistema es muy liviano, en el sentido que las maestras no tienen que pedir permiso ni comunicar nada”, contó Carlos Guinovart a Rurales El País.

La idea surgió simultáneamente en las cabezas de Gabriela Zabaleta y Carlos Guinovart. Ella había empezado a trabajar con un taller de cocina con niños. En él, la seca fue el disparador. La falta de conciencia social urbana con el tema del déficit hídrico sembró la idea de generar una conexión entre el campo y la ciudad.

“Por el tema de achicar la brecha. La seca fue un poco el disparador con las dificultades para comunicar los problemas del campo. Me surgió este razonamiento y empezar por tratar de achicar o acortar la brecha, generando vínculos entre los niños”, expresó Carlos Guinovart.

Fue así como llegó la propuesta de escribir cartas personales que generen confianza y tengan un referente del otro lado.

El proyecto tiene varias capas y esa es una. Otra, es aumentar la auto confianza y el autoestima de los niños rurales.

Otra, es que la escritura sea manuscrita porque está demostrado que trabajan otros circuitos mentales que permiten generar cosas más profundas, menos esquemáticas y más relacionadas a los sentimientos, además de practicar la motricidad fina.

Es también recuperar valores que se perdieron con el avance de la tecnología y que dejaron muy atrás las cartas, el correo, la espera y la paciencia…

Y la carta en sí es también una gran capa del proyecto, dado que aporta mucho a la comunicación de los niños.

“La carta no es instantánea, es algo que hay que razonar, presentarse ante alguien que no conoce. Requiere de un esfuerzo muy grande de síntesis y contar quién soy, dónde vivo y cuáles son mis sueños, qué es lo que me gusta, qué no me gusta. Es una gran reflexión para los niños, para cualquiera en realidad. Plasmar los sentimientos en una carta, organizar los pensamientos. Escribir es transmitir, es una manera muy fuerte de fijar esos pensamientos y ese razonamiento”, contó Guinovart.

Por ser un proyecto complementario, tiene varias facetas como dijimos anteriormente. Otra de ellas, es acercar a los productores de la zona a las escuelas rurales, algo que siempre ha sido muy enriquecedor y genera un intercambio muy rico.

“En esta instancia estamos invitando a los vecinos de las escuelas a que se arrimen, para que conozcan el proyecto y sumen a más niños a la iniciativa”, agregó.

Por otro lado, la espera de una carta genera un lapso de ansiedad, más en estos tiempos de inmediatez.

“Hay que sacarse el sombrero con las maestras y el manejo de la ansiedad de los niños. Cada vez que se acuerdan y preguntan si llegó la carta les tienen que explicar que no, pero que pueden ir pensando en la próximas respuestas”, dijo.

La iniciativa se consolidó hace unos tres meses. El sueño es que el proyecto se mantenga, perdure en el tiempo. Por lo menos cinco años.

“Los objetivos terminan en la correspondencia. Nosotros tenemos un sueño: el encuentro de todos los niños que se hayan escrito durante el año. Que se den ese abrazo y compartan una comida”, dijo.

El proyecto fomenta, entre otras cosas, la comunicación y autoconfianza de los niños.

Una maestra. Inés De Lisa es la maestra de la escuela de Laureles, en Salto. Tiene 21 niños desde incial de 4 años hasta sexto. La escuela está conectada con una de El Pinar, de Canelones.

La idea es que cada 15 días abran las cartas, pero ese depende por muchos factores. “Esta semana abrimos nuestras terceras cartas. No las esperábamos así que tuve que cambiar toda la programación del día porque ellos vieron que llegó la caja del Correo. Los tuve que grabar de la emoción que les dio”, comentó.

Cada niño tiene un corresponsal, un receptor del otro lado, otro niño de otra escuela que también espera ansioso la llegada de la correspondencia.

Las cartas son personales por lo que las maestras no influyen en las respuestas, ni tampoco corrigen la sintaxis ni las faltas de ortografía.

“El momento de la carta es un momento de disfrute. La idea es que el niño no tenga la presión de tener que escribir perfecto y sin faltas de ortografía. La escritura la vemos en otro momento del año, porque acá trabajamos otras habilidades”, señaló.

Y agregó: “Es un niño por un niño. Lo que nosotros siempre marcamos es que no importa la edad con el niño que se comunica, porque es un diálogo a través de una carta, va más allá de la edad. Tenemos escuelas rurales de cuatro o cinco alumnos. Buscamos la manera de que los niños más grandes ayuden a los más chicos para escribir. Por ejemplo, le dibuja y hay un adulto que puede ser un familiar o la maestra o hasta un compañero que escribe de qué se trata ese dibujo y entablan la conversación para que ese niño pueda vivir también esa emoción”.

Los niños intercambian cartas y aprenden sobre multiculturalidad y diferentes modos de vida. La experiencia ha motivado a escribir más y ha fomentado la paciencia al tener que esperar por las respuestas.

“Solamente los ayudé con la primera carta. Les recomendé que se presentaran como eran ellos. Físicamente solo si querían hacerlo, porque lo importante era que transmitiera quiénes eran como personas. Los aconsejé que terminaran siempre la carta con una pregunta porque es lo que entabla una conversación”, dijo De Lisa a Rurales El País.

En las primeras cartas los niños es contaron qué les gustaba hacer. “Los niños escribían que les gustaba jugar a guerras de bosta. Bien típico de un niño que vive en el campo. Otros decían que les gustaba ‘bolear’ ñandúes. Los niños de El Pinar iban a decir ‘de qué hablan estos salvajes’. Entonces les recomendé que explicaran de qué se trataba cada juego porque los niños de ciudad tenían otras costumbres”, contó la maestra entre risas.

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

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