Publicidad

El país es chico, pero entramos todos: volver a vivir en tierra ajena

La mayoría de los venezolanos que se fueron de su país, nunca quisieron irse. Jorge Navarro tampoco quiso, pero no tuvo opción

Jorge Enrique Navarro Lescano es Ingeniero de Producción Animal de San Cristóbal, del Estado Táchira en el occidente de Venezuela

En el mundo hay más de 7 millones de venezolanos que salieron de su país en busca de un futuro; una mejor vida para ellos, para sus hijos y para sus padres. La mayoría de las personas que se fueron, nunca quisieron irse; les tocó irse. “Venezuela es una dictadura en donde se violan los derechos humanos todos los días, en donde no hay libertad de expresión, en donde no hay ningún tipo de libertad jurídica, en donde está lleno de mafias, de narcotráfico y de delincuencia por parte del Estado y por parte del gobierno”, me contaron. Como en todos los países, hay venezolanos buenos y hay venezolanos malos. A cada uno le toca escribir una historia, un poco más difícil para algunos que para otros. “Ser un migrante marca”, dicen. Muchos le agradecen a Dios por estar bien, porque con esfuerzo, dedicación y trabajo salieron adelante en un techo que no es el de ellos, pero que adoptaron como tal, arrastrados por una situación que los aplastaba, pero que no los dejaba salir. Hoy charlamos con uno de esos 7 millones de venezolanos que, antes que nada, reconoció y agradeció a Uruguay y a todos los uruguayos la calidez con la que le abrieron las puertas: a él, a su familia y a su pueblo.

Jorge Enrique Navarro Lescano es de San Cristóbal, del Estado Táchira del occidente de Venezuela. Son tres hijos y él es el del medio. Recuerda a su infancia como “feliz” y de mucho deporte; desde pequeño practicó el atletismo, la natación y el tiro con arco, y desde sus ocho años corrió en varias maratones en San Cristóbal llegando a representar a su estado en juegos de competencia nacionales. Describe a su infancia como tranquila. Su formación académica la realizó en San Cristóbal: la escuela, el liceo y hasta la universidad, en donde se graduó de Ingeniero de Producción Animal. Allí conoció a su novia, hoy, su esposa: Laura Granados con quien comparte la vida y la profesión. Tienen un niño de 12 años que es abanderado en su escuela. La familia está por cumplir sus primeros cinco años en Uruguay.

Nunca tuvo un vínculo directo con el campo. Su padre vivía y trabajaba en Caracas, en la capital, y viajaba los fines de semana. Recuerda que siempre los llevaba al campo porque a toda la familia le encantaba. Supone que lo hacían para distraerse de la ciudad. Iban a la finca de un amigo y allí eran felices corriendo por todos lados. Piensa que ese fue el motivo que lo impulsó a inclinarse por una carrera vinculada al campo.

Su padre era un empleado público, trabajador del Ministerio de Caracas, en el área de contabilidad de archivos. Su madre ama de casa, siempre al pie del cañón con sus hijos.

Luego de recibirse trabajó en Venezuela, en el Ministerio de Ganadería y Agricultura, que luego le cambiaron el nombre. “Le colocaron un nombre ridículo y político: ‘Ministerio Popular para los hombres libres de tierra…’ no sé qué cosa”, dijo. Estuvo allí unos años trabajando como técnico de campo en el área de inspección de créditos agrícolas y pecuarios. Aprendió mucho, puesto que se formó en el área ganadera y le tocó trabajar en agricultura y en ganadería en un momento en el que se producía cerca del 60% de lo que se consumía en el país.

En Venezuela, un trabajador público se limita con el trabajo, porque no puede hacer otra cosa. Entonces renunció y comenzó a trabajar como gerente general en una estancia -que allá se denomina hato- ubicada en los llanos venezolanos.

Contó que Venezuela pasó por varias crisis económicas -parecida, según dijo, a la que hoy atraviesa Argentina- en donde el dinero se devaluaba a cada hora, con una crisis política muy grave y una dictadura “bien, bien, bien marcada”. Había, recuerda, cada vez menos derechos civiles o “cualquier tipo de derechos”. En 2014 el país atravesó una dura crisis alimentaria y los habitantes la pasaron muy mal. “Yo estaba en una estancia y en ese hato podía conseguir los alimentos, que era lo más difícil de conseguir. Ganaba, en relación a cualquier otra persona, muy bien comparado con la devaluación que se venía. Mis jefes eran unas personas muy conscientes del tema inflación y te hacían esos ajustes. Te ayudaban al máximo para que no sintieras tanto la crisis, pero el momento era difícil”, dijo.

Por esos motivos tomó la decisión de irse, pero sin querer irse. “Solo pensaba en el futuro de mi hijo, porque yo ya me había formado; mi vida ya estaba hecha, pero el futuro de mi hijo estaba limitado o cada vez iba a tener más limitaciones... eso me hizo tomar la decisión de salir”, contó. Antes de hacerlo, evaluaron las situaciones en otros países y el principal objetivo era la legalidad. “Habíamos estado de vacaciones en Aruba junto a un amigo del liceo que se había ido a la isla. La manera en la que actuaban cada vez que veía a un policía me marcó. El pánico que le entraba a esas personas era impresionante… entonces le dije a mi esposa que si nos íbamos, sería en un sitio en donde de verdad pudieran estar legales y en donde pudiéramos desarrollarnos profesionalmente”, recordó.

De Uruguay habían escuchado hablar que era un país que vivía de la carne y lo conocían por los jugadores de fútbol: “qué mejor que Uruguay para emprender ese camino... ir a un país ganadero y empezar a trabajar ahí”. Habían investigado también el tema de los papeles y era “bastante accesible”. “Así que escogimos Uruguay. Teníamos el sueño de que nos validaran la carrera y poder ejercer como ingenieros los dos”, explicó.

Su carrera no es Agronomía ni es Veterinaria; es Ingeniero de Producción Animal, una carrera que en Uruguay no existe y en Brasil sería un zootecnista.

La familia venezolana llegó a Uruguay hace cinco años, un 15 de agosto de 2018.

El viaje. Sabían que muchos cubanos hacían una travesía tremenda para viajar, pero ese no fue el caso de esta familia. Se tomaron un vuelo desde la frontera venezolana, en Colombia. En ese momento no se permitía a los profesionales salir del país, por la fuga de talentos. “Habían muchos casos de profesionales que terminaban presos o los trancaban para no dejarlos salir del país, porque se daban cuenta que llevaban sus títulos y sus cosas… Yo salí por Colombia, llegué a la ciudad de Cúcuta, tomé un vuelo a Bogotá, escala en Lima y después a Uruguay”, recordó.

Llegaron al país un 15 de agosto de 2018. Una vez en suelo oriental consiguió enseguida trabajo en una empresa de producción orgánica. En tres semanas ya se había hecho el encargado de esa empresa. “El uruguayo es una persona que lo marcó la dictadura. Es una persona que respeta a las otras personas, capaz porque la mayoría provienen de inmigrantes… pero pasa algo que no se ve en todos lados. Hay muchos venezolanos que sufren xenofobia en otros países, pero nosotros en Uruguay nunca hemos sentido eso. Tiene una gente muy buena que siempre te ha querido ayudar”, dijo.

En la empresa de producción de hortalizas orgánicas trabajó un año, luego estuvo en una avícola y en un frigorífico. Allí conoció a muchos médicos veterinarios y a muchos agrónomos. Un día les surgió -a los dos- una oferta laboral en el norte del país, en Rivera. En un par de meses llegó a ser encargado de la empresa, que son tres estancias de casi 30.000 hectáreas. Es el encargado de toda la parte ganadera, de los manejos de las pasturas, del manejo del feedlot y del confinamiento. Su señora trabaja en la administración de la empresa, en el tema de compras ganado y de facturaciones.

“Desde que iniciamos acá siempre estamos con las ganas de progresar. El sueño es poder tener un hogar, una casa. Esa es nuestra meta”, aseguró.

Por sobre todas las cosas destacó el acceso a la educación. No viene mal recordar que Uruguay es un país en donde se puede elegir qué estudiar, porque en muchos países, como en Venezuela o en Colombia, no es así. “Acá es gratuita la educación y tienes la oportunidad de elegir tu destino. Veo muchos jóvenes que, por inmadurez, no siguen estudiando y no se dan cuenta que tienen la oportunidad de estudiar lo que quieran. En Venezuela, tenías que tener un promedio alto para poder estudiar en una universidad pública, tenías que presentar una prueba de ingreso para poder entrar y si entrabas, tenían un cupo para tales carreras. Acá no… acá es distinto”, resaltó.

Lo que no le gusta de Uruguay es el invierno y la humedad. Le corre sangre caribeña y solía trabajar bajo 40 o 45 grados, con una humedad del 100%. En Venezuela no hay estaciones, hay dos períodos: uno de sequía y uno de lluvia, pero siempre es la misma temperatura.

De Venezuela extraña a sus padres, a su familia. Hoy su país no es el mismo en el que se crió. No es, tampoco, la misma Venezuela de hace cinco años, cuando huyó. De Uruguay se queda con la gente. Dijo que el uruguayo es una persona amable y solidaria. “El uruguayo hace cosas sin esperar nada a cambio”, cerró.

Fue portero y no reconoció a quien hoy es el presidente

Durante sus primeros meses acá, los fines hacía una changa en una confitería de San Bautista y trabajaba con ellos en fiestas. En uno de sus primeros trabajos fue portero en la fiesta de 15 de la hija del alcalde y había un invitado que era candidato presidencial, el presidente Luis Lacalle Pou. Le dijeron que cuando lo vea llegar le avisara al alcade para que lo reciba en la puerta.

“A mí me costaba entenderle a las personas por el acento, no tenía el oído afinado. Yo estaba esperando a un político, acostumbrado a ver un político en Venezuela que llega con 10 camionetas y 30 escoltas... yo esperaba a ese tipo de político. De repente llega el actual presidente y le pido el nombre, pero yo no le entiendo. Él me ve buscando en la lista y me dice: ‘¿no eres de acá?’. Yo creo que tenía como dos semanas de haber llegado y me dice: ‘bienvenido a la República Oriental del Uruguay’. Me pone la mano en el hombro y dijo: ‘Sé que te va a ir muy bien acá, somos un pueblo de gente buena’".

Cuando Lacalle Pou, precandidato a la presidencia en aquel entonces, salió de la fiesta se despidió, también de forma muy gentil. "Cuando veo que se va el hombre, miré a ver dónde tenía escoltas o quién iba al lado de él, pero iba solo. Se montó en un auto y se fue. Eso me impresionó. Era el candidato presidencial y me impresionó la sencillez que tenía. Eso ya te daba algo, te decía la sencillez de la gente de acá, del Uruguay”, recordó.

Licenciada en Comunicación por la Universidad ORT (2017) y máster en Dirección de Comunicación Corporativa (2024). Desde agosto de 2020 forma parte del equipo de Rurales El País. Actualmente colabora con la revista de la Asociación Rural y produce el programa #HablemosdeAgro, que se emite los domingos por Canal 10. Además, acompaña a empresas del sector agropecuario en el diseño y la implementación de sus estrategias de comunicación. Anteriormente trabajó como periodista agropecuaria en El Observador y fue productora del programa radial Valor Agregado, en radio Carve.

Publicidad

Publicidad