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Una forma de vida...

Nacido en Montevideo pero con una fuerte vinculación al campo desde 4 generaciones atrás en el departamento de Treinta y Tres, Guzmán Vergara Larrechea optó por una forma de vida que honra a la tradición campera.

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El Ing. Agr. Guzmán Vergara Larrechea y una pasión que se transmite

 

 

 

Milagros Herrera.

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Como a muchos, la formación académica lo mantuvo en la capital yendo y viniendo a campaña.

Si bien en su familia eran criadores de ganado Hereford, Corriedale y tenían caballos de trabajo de ninguna raza especifica, siempre le gustó el Aberdeen Agus, la majada negra y el caballo Criollo.

Estimulado por su padre y su tío logró, siendo muy chico, tener un potrerito para administrar alguna vaca Aberdeen Angus y alguna oveja negra Criolla que en aquel momento estaban destinadas al consumo del establecimiento. A su pequeño emprendimiento se le sumaron las primeras yeguas Criollas de pedrigee, base de lo que terminó convirtiéndose en la cabaña “El Gavilán", que realiza su ya reconocido remate "Criollos da Fronteira” bautizado así, casualmente por el director de este mismo Portal Rurales El País.

De su niñez recuerda los veranos enteros en el campo. Desde diciembre a marzo, cada vez que se tenía que ir, lo único que quería era volver. “El peor día de las vacaciones era el último, el que entraba la nostalgia, llegaba la hora y te ibas, recuerdos que te quedan patentes hasta el día hoy, de la angustia que sentía. Yo lo que quería, era vivir ahí”.

Y así lo hizo. Luego de cursar los años en Facultad de Agronomía, ni bien se recibió se fue a vivir al campo. No sin antes sufrir, ser montevideano en campaña y “canario” en Montevideo, eso de parecer nunca estar en el lugar de uno para los demás, aunque en realidad el sabía bien que su lugar era el campo y la decisión estaba tomada.

Su afición a los caballos Criollos  tuvo mucho que ver con los pelegos, porque como siempre le gustó ensillar, mas aún… ensillar bien. Y para lograrlo, ésta es una pieza clave. Mirando desde niño cómo se preparaban aprendió y perfeccionó la técnica para hacerse sus propios pelegos negros.

A aquella majadita negra original comenzó a cruzarla con algún carnero Corriedale negro, mejorando y mejorando aquellas 15 ovejas negras. Con un número interesante de animales sobre el cual trabajar, su gusto por el buen ensillar y la generosidad, típica característica del hombre campero, se fue dedicando a hacer los pelegos que salían cada tanto para regalar.

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Desgracia con suerte.

Un año, dejó los carneritos negros de aquella majada enteros, sin capar y los metió con los corderos pesados pensando en sacarlos en la primavera. Para ese momento, razonó, ya tendrían pelego y mejor carnal. Llegó la primavera y por una cosa o por otra, olvidó sacarlos pasando al otoño enteros. Cuando llegó la época de parición la sorpresa fue grande cuando comenzaron a aparecer corderos negros en majadas blancas.

Y fue por ese error o no tan error, que comenzó a hacer pelegos profesionalmente.

Buscando posibles formas de comercializarlos, probó en las redes sociales, y allí encontró una gran demanda a la que tuvo también que adaptarse, ya que como el mismo dice “el producto no está hecho, lleva su tiempo, el pelego está en el capón”.

Cuenta que para llegar al producto tal como lo conocemos, tiene que cumplir todo un sistema que consta del curtido del carnal, estaqueo para que se estire, lavado, cortado y esquilado para que quede parejito. Es un trabajo que lleva mucho tiempo y mano de obra.

Pero no es solo eso, ya que como decía un profesor de facultad a quien recuerda con mucho cariño “ningún método de conservación de forraje, mejora la calidad inicial del forraje que se va a enfardar” y  en el pelego, sucede exactamente lo mismo. Si no se parte de un buen animal con buena lana no se llega nunca  a un buen pelego.

Y así decidió seguir mejorando la majada. Aplicando el concepto de una raza compuesta, donde se logra por cruzamiento de razas el llamado vigor hibrido, es decir, lograr un animal que obtiene lo mejor de las razas.

A la ya base Corriedale negra, le cruzó Merino negro buscando afinar la lana y apretarla para que sea confortable. Pero, se encontró con la contra de que por la característica del Merino que es más pequeño, achicaba los pelegos. Siguiendo con su objetivo, decidió cruzar con Texel negro, en este caso para darle tamaño. Otra vez como la característica de esta raza es que tiene mucho sobaco y verija, al momento de cortar el cuadrado que se forma entre medio, quedaba chico el pelego. Atendiendo esto, decidió volver a cruzar la majada pero esta vez con Ideal negro para darle color bien negro y lana fina. Un largo proceso de ensayo y error que finalmente dio sus frutos.

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Como bien dice Guzmán, nunca pensamos que “cuando te comprás un pelego estás comprando también todo ese trabajo”.

Además comenta que “es una artesanía que no se hace, uno se puede encontrar a lo largo y ancho del país con guasqueros, talabarteros, plateros, pero gente que haga pelegos buenos y negros no, muy poca gente le puso el cariño a este oficio”.

Cariño que se nota cuando habla de sus pelegos, también de sus caballos y del ganado. Porque como reflexiona “Hoy es más común ver la cultura campera en la sociedad uruguaya, por suerte. Porque para los que somos orgullosos ganaderos, los que nos sentimos orgullosos de nuestro oficio y de aportar al país, de ser tradicionalista, de que nos gusten las cosas camperas que vienen de nuestros ancestros y sentimos placer al trasmitirlas a nuestros hijos, se nos hace más fácil que todo eso se entienda como una elección que hicimos, como una forma de vida”.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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