Comunicarse es una necesidad, para algunos es mayor y para otros será menor, pero nadie puede negar su importancia.
Milagros Herrera
El domingo pasado compartimos recuerdos de la campaña sin luz y esto trajo a mi memoria también la campaña y su falta de comunicación.
Mis primeros recuerdos son que en casa no había teléfono, si había que comunicar algo importante directamente se iba al pueblo o a la casa de un tío de a caballo que sí tenía. Aunque no siempre funcionaba.
No recuerdo bien cuando instalaron el teléfono, pero sí que el número era de 2 cifras y la imagen de aquel aparato grande marrón conectado a 2 pilas gigantes de color negro, que funcionaba haciendo girar una manija.
Dos o 3 vueltas a la manija y se oía la voz de Elena, la telefonista de Cerro Colorado a quien se le decía siempre “Señorita” como si fuera su nombre de pila.
Un par de vueltas de manija y se oía “¿número?”, uno le pedía con quien se quería comunicar si era de la zona, o le daba el número sino lo era; a lo que la telefonista contestaba: “¿con demora o urgente?” y uno consultaba: “¿qué demora tiene señorita?” cruzando los dedos para que la respuesta no sea “demora indeterminada”. Nunca entendí la diferencia. Siempre demoraba lo mismo, difícilmente menos de una hora.
Muchas veces era tanta la interferencia o lo mal que se oía, que la propia telefonista decía: “¿le retrasmito?”. Es decir, para aquellos que no lo vivieron, le contaba a uno y a otro lo que se querían decir, obviamente limitaba mucho el diálogo, pero hay anécdotas muy divertidas sobre esto.
Por ejemplo, como cuando hubo dos teléfonos, uno en la casa del capataz y uno en la nuestra. Cuando los dos atendían al mismo tiempo el que quería hablar le pedía al otro que cortara, y siempre la que cortaba era la telefonista, teniendo que volver a hacer la llamada nuevamente con la demora correspondiente otra vez, como no podía ser de otra manera.
Otro tema era recorrer la línea del teléfono. Cuando el teléfono fallaba era lo primero que se hacía. A la mañana siguiente de una tormenta se salía de a caballo derecho a eso.
Para esto se dejaba en el principio de la línea de alambrado que corría junto a los cables del teléfono un varejón largo para desenredar algún cable, o “hilo” como se le llamaba, que la tormenta haya podido enredar. La imagen de quien fuera a realizar esta tarea era lo más parecido a un gaucho revolucionario: caballo poncho y tacuara.
También bien existía la figura del “guardahilos” que era un funcionario de Antel. Viajaba muchos kilómetros en una motito chiquita con una larga caña al hombro para desenredar los hilos o tirar nidos de horneros que construían sus casas de barro sobre los bornes de las columnas haciendo que estos hagan contacto. Oficios que desaparecieron, sin duda.
Esta historia para muchos puede parecer muy lejana en el tiempo, no lo es si pensamos en las primeras comunicaciones.
Tendríamos que empezar por la Época Colonial, cuando en la Banda Oriental el fin de las comunicaciones era transportar objetos y personas. Y que para este traslado el sistema era a tracción a sangre: caballos, carretas tiradas por bueyes organizadas en caravanas por seguridad, en una campaña absolutamente despoblada.
En cuanto a las noticias e ideas lo que hoy trasmitimos por teléfono, mensajes, twitter, etc. era trasmitido por el sistema de chasque donde baqueanos conocedores de la campaña mediante caballos de recambio cubrían largas distancias.
El problema tal vez mas grave en esta época era los ríos y arroyos. Aquí es cuando el baqueano tomaba gran valor, conocedor de pasos y picadas, en ellos en sus conocimientos estaba depositado el éxito o fracaso de las comunicaciones de esta época.
El tiempo va pasando y de a poco la carreta va siendo sustituida en muchos casos por las diligencias tiradas por caballos, pero sobre todo la mejora más importante fue de las formas organizativas mediante la incorporación del sistema de postas en postillones.
Supone la existencia de numerosas casas de postas, donde se produce el relevo de las caballadas y donde los hombres descansan y se alimentan.
El gran cambio por supuesto se dio con la aparición de la primera línea ferrocarrilera. Corría el año 1866 cuando se otorgó una concesión ferrocarrilera para unir Montevideo y Durazno, se llamó: “Ferrocarril Central del Uruguay”, capitales en principio uruguayos luego ingleses, aunque muchos piensen lo contrario.
De más está decir que la introducción del ferrocarril para nosotros fue un cambio fundamental en los medios de comunicación terrestres, sólo comparable al que producirá la introducción del automóvil y por supuesto su evolución a ómnibus de pasajeros.
La otra incorporación tecnológica en cuanto a comunicaciones fue la de las telecomunicaciones, se dieron poco después de firmada la famosa Paz de Octubre cuando se realiza en Montevideo el primer ensayo del sistema telegráfico eléctrico.
En 1865, diez años después de realizado primer ensayo en Montevideo, se otorga por Ley la concesión de privilegio para el establecimiento de una línea telegráfica submarina entre Montevideo y Buenos Aires.
Es también en el final de este siglo que se realizan en Montevideo los primeros ensayos con el sistema telefónico Bell. La primera conexión exterior se realiza con la localidad de Canelones, mediante la empresa “platino-brasilero”. En 1882 se funda la “Compañía Telefónica de Montevideo” y un año después se hace conexión directa Buenos Aires- Montevideo. Luego comienza a conectarse el interior donde nuestra historia comenzó.
Sin querer, recorrimos tres siglos donde el objetivo fue comunicarse más y mejor.
Al fin y al cabo, no era tan lejana en el tiempo la señorita telefonista. Aunque me quedan dos dudas: ¿por qué con demora o urgente, demoraba lo mismo? Realmente nos comunicamos más, pero, ¿nos comunicaremos mejor?
Basado en “Historia de las comunicaciones en el Uruguay”, de Hugo Baracchini .