
Hay una esquina en el Prado donde desde hace 10 años el fuego está prendido y suenan acordes de guitarra. Hay una esquina del Prado, a la que algunos le dicen la “esquina joven”, donde el encuentro con amigos es obligatorio una vez al año. Hay una esquina donde se honra la historia del país y donde la tradición no es “la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego”, como aquella frase de Gustav Mahler que “Lopecito” repitió y encarna su nieto Santiago. Es La Peña de Valdez, un símbolo a esta altura de la Rural del Prado.
“Empezó en 2016 con la idea de tener un lugar donde escuchar folklore en vivo, compartir con amigos y familia, comer un pedazo de carne, una empanada, tomar un vino y disfrutar de las cosas nuestras”, dijo Santiago Soares de Lima, uno de los valientes emprendedores, que comenzó el proyecto con apenas poco más que 20 años, como sus socios. “Un lugar donde los jóvenes de todo el país vengan a mostrar lo suyo, su canto, sus raíces, sus costumbres, su paisaje”, agregó.

Juan Carlos López, “Lopecito”, se suma a las palabras de su nieto. “Valdez era una firma centenaria pero muy vinculada a esa idea dura de trabajar solo en el norte del país, había que hacer algo más grande”, comentó. Allí, destacó el papel que jugó Pablo Valdez, principal del escritorio, quien siempre tuvo “una mirada de empresa nacional” y desde el principio acompañó. También, según dijo, es una forma de fidelizar jóvenes y transmitir sentido de pertenencia, y la firma Valdez y Cía hace esto dejando a un lado los fines de lucro o el negocio en sí mismo.

Jacinto Pigurina Valdez, otro de los pioneros emprendedores, recuerda aquella Patria Gaucha donde se cumplían los 100 años de Valdez, y “armamos una peña sin querer queriendo”. Enseguida, tal como contó, Fernando Fossatti, integrante del escritorio Valdez y Cía, les propuso hacerlo en el Prado. Pusieron el dinero, ellos lo trabajaban y comenzó en el pequeño stand de los caballos árabes.
“Yo era el encargado del asado, teníamos un quemador y hacíamos todo colita de cuadril y chorizo, nada más. Santi estaba en la caja y Jupa y mi hermano Ignacio eran los mozos. Juanca Etchegaray nos daba una mano”, expresó Jacinto.

“Me acuerdo que un día una pareja nos pidió papas fritas, pero no teníamos porque no había ni cocina, fuimos a comprarla a otro restaurante y se las trajimos para acompañar el asado”, explicó.
Juan Pablo Silva, conocido como “Jupa”, el tercer socio en este emprendimiento, comenzó en ese mismo año a trabajar grabando la cartelera de remates del escritorio Valdez con Lopecito. “El vínculo se fue haciendo cada vez más cercano”, contó, y luego de esa Patria Gaucha la mira estuvo puesta en el Prado.
“Es el rincón que busca resaltar nuestras raíces folklóricas y tradiciones”, agregó Jupa, describiendo el lugar.

Cualquiera de los tres recordaron especialmente a Fernando Ximénez. “Gran amigo, cantor y defensor de las cosas nuestras, nos dejó hace un tiempo”, dijo Santiago. “Un gracias enorme a Zarik, la mujer de Fernando, que también estuvo con nosotros en La Peña”, agregó Jacinto. “Un músico exquisito, amigo y empresario que llevó la Peña al siguiente nivel”, indicó Jupa.
Con el paso del tiempo, La Peña fue agrandando su stand y se fue “profesionalizando”, agregando la participación de El Rancho Bar. Sierra Mora, distinguida marca de ropa uruguaya, también tuvo su primer stand ahí.

Por eso, sin perder el corazón que hay atrás del proyecto, pasaron grandes artistas por el escenario de “la esquina joven del Prado”: Larbanois & Carrero, Numa Moraes, Carlitos Paravis, Carlos Benavides, Carlos María Fossati, Pancho Ponce de León, Catherine Vergnes, Copla Alta, Duro e Boca, Maggie Cullen, Jose Damiani, Pilar Apeseteche, Lucía Chappe, Anita Valiente, Enzo Castro, Carlitos Malo, Julio Cobelli, Matías Valdez, Puro Chamuyo, Los Bordillos, Ñandubay, Santi Echavalete, entre otros.

Hay un día que también se realiza un homenaje a Aparicio Saravia. “El homenaje a Aparicio, surgió porque siempre el 10 de Setiembre, fecha de la muerte de Saravia, cae en la semana del Prado. Yo soy bien Saravista, los Valdez también, y nos planteamos hacer una noche de canto en homenaje al General”, comentó Santiago. Según contó “Lopecito”, los propios Valdez se encargan de contar a viva voz sus convicciones. “Me han obligado a decir que es un escritorio blanco”, dice Lopecito entre risas. “Es fiel a la historia de la familia”, agregó.

Además, hay espacio para la familia. “Siempre llamamos a la Familia Zorrilla, grandes amigos, cantores y apasionados de “Los Chalchaleros”. Tuvimos el honor y la alegría de disfrutar mucho tiempo en la peña a Don Ricardo Zorrilla, un ser humano increíble, amigo, de una sabiduría impresionante, gran cantor, guitarrero, poeta, artista, como todos los Zorrilla de San Martín… Un hombre que me enseñó a querer, respetar y vivir el folclore. Hasta el año antes de partir, con 87 años venia a la peña y subía a cantar, un gigante”, dijo.
En La Peña de Valdez el fuego sigue prendido entre Prado y Prado. “De todas partes llegan” los orientales, para compartir nuestras más lindas costumbres, defendiendo esa siempre viva tradición.