María Paz Sartori, columnista invitada
A unos 20 minutos de la capital de Tacuarembó el camino hacia Ñangapiré es pedregoso. De un lado y del otro, campo. Nada hace prever que a un costado del trillo una edificación de un impecable blanco alberga dentro un laboratorio de desarrollo de insumos biológicos alternativos al uso de los plaguicidas clásicos, los de síntesis química. Un cartel en la portera indica que ahí está instalado Bio Uruguay, una organización privada que impulsa desde el laboratorio el uso de enemigos naturales u organismos benéficos nativos para reducir el efecto de las plagas. Hasta allí han llegado productores ganaderos, hortícolas, empresas forestales en busca de alternativas biológicas para el uso de químicos en la producción para combatir plagas, y en el último año recibió la visita del ministro de Ambiente, Adrián Peña, y del entonces ministro de Ganadería, Carlos María Uriarte.
La ingeniera Agrónoma Alda Rodríguez, coordinadora técnico científica de Bio Uruguay, trabaja en estos temas hace más de dos décadas y ve un reciente “aumento en el interés” por los insumos biológicos (también conocidos como bioinsumos) en los últimos años.
“Los bioinsumos son productos de origen biológico, por ejemplo, microorganismos como hongos o bacterias, también insectos y ácaros, que se usan para controlar plagas a nivel de campo en vez de utilizar los plaguicidas clásicos de síntesis química”, explicó Sebastián Viroga, coordinador Nacional del Proyecto Plaguicidas de FAO. A estos organismos vivos capaces de combatir plagas se los conoce como “agentes de control biológico”.
A un aumento en el interés de empresarios y productores por estas alternativas biológicas se suma también un aumento de ayudas para lograr desarrollar, probar la eficacia y registrar iniciativas de agentes de control biológico para que estén disponibles comercialmente.
Bio Uruguay recibió recientemente el apoyo del Proyecto Plaguicidas que funciona desde 2016 en Uruguay (integrado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO, el Ministerio de Ambiente, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, y el Ministerio de Salud Pública). El grupo convocó en 2019 a iniciativas para impulsar bioinsumos y la de Bio Uruguay es una de las propuestas seleccionadas: un hormiguicida biológico de desarrollo uruguayo, desde Tacuarembó.
El Proyecto Plaguicidas busca una mejora en la gestión de estos productos de síntesis química y también el apoyo para desarrollar y registrar nuevas opciones alternativas para que los productores puedan usarlos.
“Hay un desarrollo más avanzado en el área hortifrutícola pero en rubros como la agricultura extensiva de a poco se empiezan a ver desarrollos e iniciativas en este camino. En el mundo el desarrollo de los bioinsumos es cada vez más vertiginoso y Uruguay está intentando hacer punta con estas acciones y ser proactivo en los desarrollos”, destacó Viroga.
Combatir las hormigas con hongos y un necesario apoyo
Rodríguez ingresa a la antesala del laboratorio, explica el protocolo de ingreso y se coloca la indumentaria de protección para entrar.
Las hormigas cortadoras son un problema frecuente en los diferentes sistemas de producción agropecuaria en Uruguay que genera costos para controlarlas y pérdidas económicas tanto al sector hortícola como al agrícola en cultivos de maíz, al forestal en los inicios de su plantación o incluso para la ganadería cuando la cantidad de hormigueros es abundante (entre 30 y 70 por hectárea) porque genera pérdida de pasto equivalente a lo que consume un ternero, o incluso más.
El control de estas hormigas (principalmente de géneros Atta y Acromirmex) son combatidas con hormiguicidas químicos. Estas sustancias generan problemas ambientales. Bio Uruguay ya había registrado comercialmente un bio-hormiguicida pero este necesitaba mejoras.
Hoy el nuevo bio-hormiguicida se encuentra en etapas finales de registro. “Una cosa era estudiarlo a pequeña escala y otra generar un producto, que se mantiene en el tiempo, que logró cumplir las evaluaciones ecotoxicológicas y apenas finalicen los trámites de registro está listo para usar”, anunció Rodríguez. El apoyo del Proyecto Plaguicidas sirvió para solventar, entre otras cosas, los costos de los análisis toxicológicos y los ensayos agronómicos del nuevo hormiguicida biológico que se requiere para registrar el producto ante la Dirección General de Servicios Agrícolas (DGSA) del Ministerio de Ganadería y que rondan los US$ 6.000, un costo que aún resulta cuesta arriba para algunas pequeñas empresas que desarrollan bioinsumos.
Rodríguez y su equipo también recibieron el apoyo del Fondo de Promoción de Tecnología Agropecuaria (FPTA) que cuenta con un proyecto integrado por el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), la Facultad de Agronomía (FAgro) de la Universidad de la República y la Dirección General de la Granja (Digegra) del MGAP con la participación de 100 productores. El grupo prueba agentes de control biológico de formulación nacional para evaluar su performance con foco en los cultivos de tomate y morrón en invernáculo y colaboran para que se pueda registrar. Apoyó a varios desarrollos en el país por ejemplo de la cooperativa Punto Verde, entre otros. Bio Uruguay obtuvo ayuda en dos desarrollos, uno para el control de plagas del suelo (con Metarhizium anisoplae) y otro un inoculante para semillas y contra enfermedades de hongos y bacterias en plantas (con Trichoderma asperellum) que actualmente se encuentran en etapa de registro.
“Entendimos oportuno desde el FPTA apoyar algunos registros y también que el Proyecto Plaguicidas haya apoyado otros. Es la forma de cooperar para que haya más oferta de este tipo de productos”, destacó Natalia Martínez, directora Técnica de la Digegra del MGAP.
El trabajo del FPTA finaliza en diciembre de 2021 y Martínez lo califica como “un éxito rotundo”. El mayor impacto se ha visto en el control de la mosca blanca con un ácaro. La Digegra ya prepara planes para “darle continuidad” al trabajo .
Notorio incremento en el último año
En Uruguay hay un total de 14 agentes de control biológicos registrados ante la Dgsa (9 son microbianos y 5 entomofagos). Además, otros 18 se encuentran en trámite de registro y evaluación experimental. Desde DGSA observan un incremento en el volumen de las solicitudes de registro de estos agentes de control biológico en el último año.
Alex Hughes, director de la División Control de Insumos de la DGSA informó que este trámite lleva aproximadamente un año entre que se presenta y se aprueba si al ingresar la solicitud se cuenta con todos los análisis requeridos para el registro. Uruguay tiene normativa especial para el registro de agentes de control biológico y estos están exonerados de la tasa de registro (que corresponde a 14.000 Unidades Indexadas) como señal de apoyo a estos desarrollos.
“No porque sea un agente de control biológico va a requerir un menor control. Hay que estudiar qué pasa si se liberan estos organismos en el ambiente y el Estado da garantías”, comentó Hughes.
Además de un aumento en las solicitudes de registro, el interés entre productores crece.
“Al principio cuando se le ofrecen este tipo de productos al productor es reacio pero cuando ve los resultados después los empieza a usar. Es como toda adopción de tecnología que lleva un tiempo y después que lo hacen no hay vuelta atrás”, destacó Hughes.
El Mercosur abrió un nuevo ámbito de diálogo: un espacio regional para tratar el tema de los bioinsumos que tendrá su primer encuentro tras la iniciativa de Argentina de crear un ámbito de diálogo al respecto. “Hay distintas formas de categorizar a los bioinsumos, la idea es armonizar a nivel de Mercosur. No solo abarca productos como agentes de control biológico sino bioestimulantes, productos naturales, entre otros. La idea es trabajar en definiciones para después tratar de que las normas sean parecidas”, planteó Hughes.
Por otra parte, la Digegra recibió formalmente hace unos días una propuesta del “grupo articulador” del mencionado FPTA. El planteo es abrir una mesa de control biológico en horticultura en Uruguay con el objetivo de trabajar el tema a nivel nacional e incluir en el diálogo a gobierno, academia y productores para resolver los desafíos de un tema que cada vez gana más adeptos.
“Queremos seguir hablando de controladores biológicos de plagas y seguir impulsándolos porque estamos convencidos de que es el camino de la producción de los próximos años que se realice respetando la salud del trabajador, el ambiente y que también brinde garantías al consumidor”, destacó Martínez.
Fernando Gallo, productor hortícola en Tacuarembó, utiliza bioinsumos. “Si querés velocidad usá químico, porque vas y matás todo. Si querés no contaminar y empezás con lo orgánico tenés que esperarlo, tiene su tiempo, pero después que lo hacés y saneás el suelo, ves la gran diferencia y además funcionan bien”, planteó.
Entre productores el tema se conversa, un vecino le comenta a otro y así la cadena continúa. Al conocer los buenos resultados de los agentes de control biológico que viene ensayando el FPTA con 100 productores, vecinos de estos han solicitado unirse a la investigación para tener la oportunidad también de usarlos.
“Hay más conciencia de parte de los productores y el consumidor se ha vuelto más selectivo y busca alimentos inocuos o que vengan con la menor carga de contaminantes químicos o sin ellos” debido a la producción orgánica y esto está calando hondo en los productores, destacó Martínez. Pero no solo ocurre por conciencia ambiental sino porque efectivamente hay opciones de bioinsumos con muy buenos resultados, agregó. Además, a menudo los bioinsumos no son costosos en relación a la aplicación de un plaguicida de síntesis, destacó.
Grupos de trabajo en la región
El Mercosur abrió un nuevo ámbito de diálogo: un espacio regional para tratar el tema de los bioinsumos que tendrá su primer encuentro tras la iniciativa de Argentina de crear un ámbito de diálogo al respecto. “Hay distintas formas de categorizar a los bioinsumos, la idea es armonizar a nivel de Mercosur. No solo abarca productos como agentes de control biológico sino bioestimulantes, productos naturales, entre otros. La idea es trabajar en definiciones para después tratar de que las normas sean parecidas”, planteó Hughes.
Por otra parte, la Digegra recibió formalmente hace unos días una propuesta del “grupo articulador” del mencionado FPTA. El planteo es abrir una mesa de control biológico en horticultura en Uruguay con el objetivo de trabajar el tema a nivel nacional e incluir en el diálogo a gobierno, academia y productores para resolver los desafíos de un tema que cada vez gana más adeptos.
“Queremos seguir hablando de controladores biológicos de plagas y seguir impulsándolos porque estamos convencidos de que es el camino de la producción de los próximos años que se realice respetando la salud del trabajador, el ambiente y que también brinde garantías al consumidor”, destacó Martínez.