
No es ninguna casualidad. Tampoco es un hecho aislado. Esta zafra de cultivos de invierno continúa con una senda de crecimiento del doble cultivo que no solamente parece instalada en nuestro país por su rentabilidad, sino por los beneficios que trae en el cultivo siguiente.
Repartir la renta del campo entre dos cultivos, hacer caja dos veces al año, diversificar y disminuir los riesgos, entregar un buen rastrojo a los cultivos de verano que le siguen y no dejar nunca el campo sin nada arriba que produzca. Así, se podrían enumerar varias de las externalidades positivas que genera a un sistema agrícola integrado la presencia de trigo, cebada y colza en las chacras.
Según los números publicados por DIEA en los últimos días en su encuesta agrícola de la primavera 2023, el área de cultivos de invierno se situó en 607.246 hectáreas, lo cual representa un 29,5% menos que la zafra anterior pero continúa marcando un escenario favorable para la agricultura invernal.
“Cada zafra tiene sus particularidades, y desde el Ministerio creemos que esta caída tiene que ver con los pronósticos de un año Niño, incluso que se pensaba más grande que en otros años, y el tema de los precios que tampoco permitía grandes impulsos”, dijo a Rurales El País Leonardo Olivera, director de los Servicios Agrícolas del MGAP.
En líneas generales, se puede decir que se cierra una buena o muy buena campaña de cultivos de invierno desde lo productivo, si bien hay que desglosar la realidad de cada uno. De todos modos, el hecho de que los precios, si bien no son malos, tampoco están pasando por su mejor momento, influyó en las decisiones productivas.
El trigo fue el cultivo más beneficiado de todos y aquí sí se puede dar una gran noticia: hubo récord de rendimiento por hectárea y de producción en toneladas. Una vez más, el cultivo más antiguo de nuestro país salva la zafra con nota sobresaliente.
En primer lugar, con 266.791 hectáreas volvió a transformarse en el principal cultivo de invierno en superficie, superando a la colza que descendió luego de aquella explosión que la llevó a tocar las 350.000 há.
La producción en toneladas fue de 1.343.772, un 5% superior a la de la zafra pasada y el rendimiento tuvo como promedio unos 5.037 kilos por hectárea, lo que representa un récord sin precedentes desde que se lleva el registro.
“Quiero destacar primero que nada el trabajo y conocimiento de los productores, que en una zafra donde probablemente se usaron menos nutrientes se obtuvieron estos rendimientos por gestión y manejo”, expresó Olivera, agregando que la colza, que ha sido quizás el cultivo más afectado esta zafra, dio espacio también para estos beneficios.

La cebada cervecera registró 191.017 hectáreas a nivel país, con un rendimiento de 4.789 kilos por hectárea, valor similar a los 4.791 kilos de 2020 que ostentan el récord en rendimiento de la gramínea.
De las 914.000 toneladas producidas, 684.000 fueron para maltería y 231.000 no alcanzaron la calidad necesaria y tuvieron destino forrajero.
“El tema acá fue que algunas variedades funcionaron mal, porque los rendimientos podrían haber alcanzado récords perfectamente”, estableció el director de Servicios Agrícolas, por lo tanto “no podemos decir que el trigo viene escalando tanto por arriba de la cebada como se dice por ahí, porque si una de esas variedades hubiera funcionado mejor estábamos hablando de otro récord”. Es así que sostuvo que hay que ver lo positivo y la tendencia, y no solamente los hechos puntuales de cada zafra.
La colza por su parte, en conjunto con la carinata, ocuparon unas 132.316 hectáreas en el territorio nacional. Era esperable que se diera una caída por cuestiones de rotación de chacras, fechas de siembra y condiciones o precios, pero lo que quizás no era esperable era una caída tan abrupta de la oleaginosa.

Fue una campaña especialmente difícil para la “soja de invierno”, ya que las complicaciones estuvieron presentes con una siembra compleja, con problemas de heladas y de insectos. De hecho, la intención de siembra original era de 148.000 hectáreas, pero muchos productores modificaron o decidieron hacer una gramínea en alguna fecha algo más tardía.
El rendimiento promedio fue de 1.596 kilos por hectárea, pero la mayor limitante de este cultivo ha sido el nivel de precios, con una colza que en gran parte del ciclo osciló los US$ 400, casi la mitad que en varios momentos del año pasado.
“Repito la importancia de analizar las tendencias y no solo las particularidades de cada zafra, porque si al trigo le hubieran caído 3 lluvias más la situación era otra y si la colza valía como el año pasado capaz se sembraba hasta arriba de los cerros, pero lo importante es este buen ciclo de los cultivos de invierno”, remató Olivera.
La buena noticia para el sector agrícola nacional es que más allá de las particularidades en lo que refiere al rendimiento de cada zafra, su producción y el valor de cada grano, la agricultura de invierno con trigo, cebada y colza se afirmó para quedarse en los esquemas nacionales, y muchas veces la ausencia de la recompensa en el precio inmediato se puede recuperar con los beneficios en el cultivo de verano siguiente, y precisamente en este aspecto es donde la oleaginosa, cultivo más golpeado este invierno, tiene sus mayores fortalezas.
VERANO.
La encuesta de DIEA marcó una intención de siembra de soja de 1.064.555 hectáreas y en maíz unas 213.093 hectáreas. Esto se complementa con 10.744 hectáreas de sorgo y unas 148.629 hectáreas efectivas de arroz, según marcó la Asociación de Cultivadores de Arroz.
En lo que refiere a soja, tal como se manejó aquí, se esperaba un crecimiento mayor, probablemente por encima de 1.200.000 hectáreas, pero sabido es que ha sido una zafra extremadamente complicada por las lluvias frecuentes. Estas condiciones climáticas demoraron todos los trabajos, atrasando cosechas de invierno, que a su vez enlentecía la entrada a las chacras de las sembradoras con la semilla de soja atrás y en muchos casos la necesidad de resiembra por copiosas lluvias que caían enseguida de implantado el cultivo.
Para el maíz la realidad es otra, ya que con los pronósticos de verano llovedor creció la siembra de primera antes relegada. Precisamente estas implantaciones que se dieron en los meses de inicio de primavera llegaron a instalarse antes de fines de octubre, que fue cuando comenzaron las lluvias frecuentes. Estos cultivos gozan de un potencial de rendimiento enorme, y los cultivos de segunda tampoco se quedan atrás.
En el caso de la soja, se registró un crecimiento de 5,3% frente a la superficie del año pasado, y en el maíz un 13,3% más que en 2023, constituyendo una cifra realmente importante.
A la espera de lo que pase con las lluvias, la superficie de verano ya ajustó hacia arriba frente a la zafra anterior.