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El problema viene de arriba

El presidente Vázquez ha quedado muy mal parado en su enfrentamiento con el campo, sobre todo a partir de sus propios errores. Lejos de reconocerlos, cambiar su absurda actitud que no conduce a nada y honrar la responsabilidad presidencial, se ha empeñado en agudizar el conflicto en una exhibición de soberbia, ignorancia y prejuicio que daña profundamente al país.

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Cuando a fines del año pasado las gremiales rurales pidieron insistentemente una reunión con el gobierno para plantear la grave situación que atravesaba el campo, Vázquez se hizo el distraído. Pensó que tirando la pelota para delante las cosas se iban a enfriar entre los festejos de Navidad, Fin de Año y el calor del verano. Afloró la ignorancia y el prejuicio que el FA siempre ha manifestado hacia el sector agropecuario. Nunca pensó que en el mismo mes de enero, el sector explotara espontáneamente y planteara derecho viejo el “no va más”, que como primera consecuencia tuvo la renuncia inmediata del ministro de Ganadería y Agricultura, Tabaré Aguerre, desairado y ninguneado en sus opiniones por el resto del gobierno.

Vázquez entonces sí convocó de urgencia a las gremiales agropecuarias que en noviembre habían solicitado la entrevista. Pero ya era tarde. El tema había escapado de sus manos y el campo había iniciado su movilización a impulsos personales que derivaron en un fuerte movimiento rural surgido desde sus bases: los autoconvocados. Esa primera reunión se sabía y fue infructuosa, pero Vázquez además tuvo la mala idea de querer “cancherear” con sus inexistentes conocimientos del agro y criticó a los productores arroceros a los que les reclamó mayor productividad. Le salió muy mal, ese es un sector donde Uruguay tiene altísima calificación: el rendimiento promedio del año pasado, 8.571 kilos por hectárea, posiciona a esta rama del agro en los niveles de California en Estados Unidos y de Australia, regiones de producciones pico en el concierto mundial. Su soberbia le hizo olvidar que, cuando no se sabe, mejor callar.

Lamentablemente, el Presidente de la República no se detuvo en su rodada cuesta abajo. Olvidándose de su cargo y ante los micrófonos y cámaras de los periodistas (cosa que todo el mundo se entere) tuvo un cruce callejero con un colono enojado y como represalia la Secretaría de Comunicación de la Presidencia sacó a luz datos personales de ese ciudadano, en una operación escrache desagradable y una muestra sin precedentes de abuso de poder. A renglón seguido, no respondió personalmente y como Presidente de la República a los reclamos del sector productivo del país, sino que la cadena de radio y televisión nacional fue utilizada por un comunicador que leyó la respuesta del gobierno a los autoconvocados.

Y remató hace pocos días en un acto previo al Día de la Mujer: en el lanzamiento del programa “Ganar-Ganar” promovido por ONU Mujeres aprovechó (otra vez) la presencia de periodistas y entre frases como “seguir adelante en la promoción y proyección de los derechos de las mujeres”, introdujo -sin nombrarlos- a los ciudadanos que viven y trabajan en el campo señalando que “quienes piden que se baje el gasto del Estado son los primeros en golpear sus puertas cuando tienen problemas”. Un comentario que podía haber evitado, como también pudo haber evitado que se le quite el rótulo de “interés turístico” a la Expoactiva de Soriano, porque a lo único que contribuyen es a empeorar las cosas.

El choque con el campo lo fabricó directamente y sin intermediarios el Presidente de la República. Si hay intención de solucionar el problema, lo primero que se hace es hablar, dialogar de buena fe y sin necesidad de mirar para la tribuna.

La asombrosa conclusión de todo este proceso es que el problema con el campo lo fabricó directamente y sin intermediarios el Presidente de la República. Y entonces caben algunas reflexiones. El Presidente, ¿no sabe que de los 8.500 millones de dólares por año que Uruguay exporta, el 85% corresponde a bienes agroindustriales? ¿Qué los pueblos del interior, sus pequeñas empresas y comercios, florecen o cierran al compás de la suerte de este sector? Hay 200.000 personas cuyos puestos de trabajo dependen de la producción del campo y las industrias conexas.

La economía del país y el Uruguay están jugados a la suerte del sector agropecuario y las políticas “progresistas” del FA se financiaron con el trabajo del campo. ¿Se podría haber logrado todo lo que este gobierno y su partido exhiben orgullosos sin el nivel de inversiones que permitió el crecimiento de la producción ganadera, lechera (hoy en crisis), forestal, arrocera, de los granos con la soja a la cabeza? ¿Quién invirtió?

Y le reiteramos al gobierno: si hay intención de solucionar un problema lo primero que se hace es hablar, dialogar, pero de buena fe, no para la tribuna. Es el camino de los humildes y los inteligentes. ¿Será el camino de este gobierno?

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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