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Artículo de Fimix Agrofinanzas: el trabajo antes del éxito

Es más probable alcanzar los objetivos con un plan estratégico de trabajo que sin él.

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La importancia de aplicar seguros en los cultivos.

Fimix Agrofinanzas | [email protected]

Tener un plan en la vida es fundamental. Ya sea para contingencias tales como la evacuación de una construcción si sobreviene un incendio, un derrumbe o cualquier otro evento no previsto.

El capitán de un barco traza la ruta por donde transcurrirá el viaje. Si es carguero, tendrá un plano de cargas que presentará, tanto a quien arriende el barco, como a su superior y a las autoridades portuarias, en caso de ser porta contenedores. Y para el viaje tendrá estimado cuánto será el consumo de combustible.

Lo importante es tener identificado todo lo posible aquellos factores que puedan influir sobre el plan previsto originalmente. Con el plano de cargas, sabrá qué contenedor y de qué mercadería va, en dónde y cómo no lo hará. Siempre saber que primero el barco descargará los contenedores de importación y, recién después, cargará los de exportación. Esto se repite en cada puerto que visita un barco comercial de carga. Está todo inventado.

Estas industrias basan gran parte de su actividad, y de su éxito, en la planificación. Sabido es que los seguros están siempre atrás de este tipo de actividades y, para que no quede nada librado al azar, si después ocurre algo será porque el azar se impuso. Éste es el principal negocio de los seguros en el mundo: poner plata para resarcir cuando algo altamente improbable ocurra. Pero por cada vez que tenga que poner plata, se habrá beneficiado de todas las demás veces en las que se lo contrató pero no tuvo que resarcir a los contratantes, o sea casi siempre.

Hay aspectos que son parecidos en el campo. Hay eventos que puede que ocurran, un incendio, una seca o una inundación, para lo que se contrata seguros. En caso que esos eventos ocurran, y se demuestre que produjeron un daño, el seguro deberá activarse.

La producción a cielo abierto está expuesta no sólo al clima, sino también a los movimientos de precios. Eso es algo que ocurre un año sí y otro también.

La soja en Uruguay toma a la bolsa de Chicago como referencia porque es ahí en donde se cubren los compradores de soja que operan aquí. Nadie quiere comprar la soja más cara de lo que terminará vendiéndola, porque así no hay negocio posible. La forma de asegurarse esto es, precisamente, operando con herramientas financieras en Chicago y, por eso, la formación del precio al productor suele trasladarse copiando en forma bastante fiel al de EE.UU..

El productor está comprado en soja. Después que se embarcó en conseguir los insumos, sembrar, recibir asesoramiento técnico y todos los servicios que tendrá hasta el momento de cosechar - fumigaciones, cosecha, flete, almacenaje - tienen un costo, por lo que el productor podrá calcular su costo por hectárea, sí, pero también por tonelada. Y el costo que considere equivale a su precio de “compra’’.

En resumen, si va a vender en US$/ton solamente sabrá si el precio de venta es bueno o no, comparándolo con el costo. Es la única forma de volver las cosas comparables, por muy obvio que parezca.

Claro que en el análisis debe incluirse el costo del arrendamiento o renta. En la agricultura previa a la llegada de los argentinos, las sociedades entre arrendador y arrendatario se daban en formato de aparcería, en el que se compartía el porcentaje de la producción. Con la llegada de los agricultores desde el otro lado del río Uruguay, primero se estableció kilos para la renta y esto dio paso a los dólares fijos por hectárea. Esto respondía a una realidad de asegurarse los campos, ya que por distintos factores, se estaba en un momento de demanda muy fuerte por la tierra y había que asegurarse no perderlos.

Con la caída de los precios, pagar en dólares por hectárea ya no resulta viable, por lo que se ha empezado a recorrer el camino inverso en materia de pagos por arrendamiento. Con una agricultura de pantalones largos, más profesionalizada y abarcando mayores áreas con los últimos paquetes tecnológicos existentes en el mercado, es sano la búsqueda de un nuevo equilibrio en el mercado de arrendamientos de campos agrícolas.

Si un productor va a arrendar, hoy en día generalmente suele fijar el pago del arrendamiento, la renta en kilos por hectárea fijos. Sabiendo que ya tiene un costo asumido, no se entiende cómo el productor que arrienda y va a producir no fija un piso al precio de la soja. Porque si decide comprometer 600 kilos por hectárea, será porque calculó a cuánto equivale eso en dólares. Estimando un rinde promedio histórico, es muy fácil sacar la cuenta de cuál es el precio por tonelada necesario para cubrir el costo.

Entonces, si el costo de la renta de 600 kilos de soja equivale a US$ 320, debo apuntar a no bajar de ese precio y cubrir el volumen equivalente, a través de seguros de precios. Los US$ 320 pasará a ser mi precio piso y debo encargarme de asegurármelo.

Si bien no puedo evitar que cuando vaya a vender el físico el precio en Uruguay haya bajado, sí puedo actuar para que lo que baje en Uruguay, el seguro que compré en Chicago me devuelva la diferencia.

Esto es fundamental para poder planificar la producción y la comercialización, durante todo el período. Asegurar el precio piso para pagar la renta es lo primero, pero esto también es clave para los insumos, servicios y demás costos. Y pagando un 3% del valor total de la soja que vaya a cosechar.

Hay tantas estrategias comerciales como empresas y realidades. Cada uno, con sus números y sus situaciones. Lo importante es hacerlo con tiempo, dedicar un día al año a armar el plan y, después, controlarlo haciendo el seguimiento y los ajustes necesarios.

Más vale prevenir que curar y, aunque planificar no asegura alcanzar los objetivos trazados, es más probable alcanzarlos que si solo esperamos que los planetas se alineen u ocurra un milagro en el último minuto.

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Fimix Agrofinanzas

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Guillermo Crampet

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