Se cumplieron 110 años de su nacimiento este mes.

El pasado 4 de noviembre, se cumplieron 110 años del nacimiento de Alberto Gallinal Heber, un comprometido gremialista agropecuario y un estadista visionario, pero por sobre todo, “un notable patriota que a pesar de haber sido afortunado al nacer en una familia acaudalada, fue muy generoso en su vida y nos dejó un gran legado que no podemos, ni debemos olvidar”, afirmó Carlos María Uriarte, expresidente de la Federación Rural.
Gallinal fue el cuarto hijo de Alejandro Gallinal Conlazo y de Helena Heber. Nació en la quinta de Larrañaga en 1909. En 1929 se graduó como doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de la República, pero su atracción por el campo pudo más y le dedicó su vida. El 22 de febrero de 1935 se casó con Elvira Algorta Scremini, hija de Enrique Algorta Camusso, que fue administrador de la estancia familiar “San Pedro del Timote”. En su luna de miel dieron la vuelta al mundo y visitaron países donde la tecnología agropecuaria llegaba a su máximo esplendor: Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica.
Gallinal “era un orgulloso padre de familia y gran hombre de campo, un comprometido gremialista y un estadista visionario, pero por sobre todo un notable patriota que a pesar de haber sido afortunado al nacer en una familia acaudalada, fue muy generoso en su vida, y nos dejó un gran legado que no podemos, ni debemos olvidar”, afirmó Uriarte, que escribió lo siguiente: “En su pródiga existencia fue Intendente de Florida, y dos veces candidato a la Presidencia de la República.
Distinguido con la Orden Civil de Alfonso X el Sabio de España, por su contribución a la educación, a la ciencia y la investigación. Fue fundador de las Sociedades de Criadores de Corriedale, Hereford y Criollos, y Presidente de la Asociación Rural del Uruguay en dos oportunidades.
Dentro del Partido Nacional, fue cofundador del Unión Blanca Democrática (UBD) y del Movimiento Nacional de Rocha. En el marco del Bicentenario de Artigas, desde 1961 y durante 11 años, tuvo a su cargo la edificación de 228 escuelas rurales, cuyo particular diseño aun son fieles testigos de su esfuerzo para acercar la educación hasta los rincones más apartados del país. Estuvo involucrado en la dirección de diversas instituciones sociales como los Hospitales Maciel y Pereira Rossell, y el Instituto Cultural Anglo - Uruguayo.
En 1967 impulsó la creación de MEVIR (Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural), notable obra social que enorgullece a nuestro país y es ejemplo para el mundo. Cuyo lema creado por el mismo Gallinal, resume su espíritu: “Para ver llover desde adentro sin mojarse”.
Su insaciable ansiedad por aprender lo llevó a desarrollar una relación muy fructífera entre Nueva Zelandia y Uruguay, a través de la cual llegaron al país numerosas innovaciones que hoy son parte de nuestro acervo agropecuario, entre otras la mismísima raza Corriedale y el Trébol Blanco.
Aún en estos días, se puede encontrar en algún escritorio de un productor neozelandés, la foto de Gallinal celosamente guardada como recuerdo de una ilustre visita.
Su estancia San Pedro del Timote, fue considerada siempre como estancia modelo. Cuanto visitante ilustre llegó al Uruguay y quiso conocer la expresión rural del país de entonces, fue llevado allí.
Inspirado en la Universidad de Lincoln de Nueva Zelanda, promovió en Cerro Colorado en predios de su propiedad, la creación de un Centro de Estudios para jóvenes Agropecuarios dirigido por los padres Salesianos, para lo cual realizó una notable edificación.
Lamentablemente, no pudo concretar su sueño. En su lugar, en agosto de 1980, le hizo entrega al Secretariado Uruguayo de la Lana, en régimen de usufructo, un campo de su propiedad de 800 hectáreas que incluía estas edificaciones, con el fin de que en el mismo se desarrollaran tareas de investigación y demostrativas en aspectos relacionados con la producción ovina. Estas hectáreas constituyen hoy el Centro de Investigación y Experimentación Alejandro Gallinal (Ciedag). No se escudó en el egoísmo, ni en la comodidad que su posición económica le hubiera permitido disfrutar a pleno. Dispuso de su tiempo, que era escaso, y de sus medios económicos, para servir a la comunidad”.
Uno de sus nietos, Guillermo Sanguinetti Gallinal (Memo) contó a El País que su abuelo lo marcó con su ejemplo. “Me inculcó, entre otras cosas que todo se puede, no hay nada imposible. Sufría mucho por la gente carenciada y por su pobreza interior”, recordó.
“Memo” Sanguinetti dijo que su abuelo “se preocupaba mucho por los empleados, todos los que se jubilaban ya tenían una casa con su ayuda”. Entre las cosas que recuerda de su infancia, es que su abuelo tenía un Unimog (un camioncito) que viajaba a Cerro Colorado todos los días y lo llevaba al liceo. “A las señoras de los trabajadores les mandaba carne, leche y huevos”. No sólo se trabajaba, también se jugaba fútbol.
“Gallinal nunca paraba”, admitió su nieto y reflexiona: “agradezco a Dios por haberlo tenido. Siempre estará presente Papá Coco”.
[Producción: Pablo Antúnez]