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Que no falte el pan

El área de trigo, el cultivo más tradicional de la agricultura uruguaya, busca recuperarse.

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Por Ing. Agr. Nicolás Lussich.

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Con menor notoriedad que la soja, el trigo en Uruguay también fue clave en la reciente expansión agrícola. Sin embargo, con márgenes más estrechos y una comercialización más difícil, el trigo redujo su área hasta volver a los niveles previos a la expansión, en el eje de las 200.000 hectáreas (gráfico).

Lo sucedido resulta algo frustrante: después del gran impulso a los agronegocios por la demanda internacional y la buena respuesta de la producción uruguaya, se vuelve al punto de partida.

Los problemas climáticos recientes y los elevados costos locales (infraestructura, combustibles, etc.), son parte de la explicación. Aun así, la productividad triguera aumentó sostenidamente en los últimos años, y es uno de los fundamentos para ser optimista con el futuro del cultivo. Lo que falta… es plata.

Doble o nada.

En estos días, hay mucha especulación y pocos datos sobre cuál será el área efectiva de trigo. Hay una necesidad de plantar para recomponer las cuentas, pero la restricción financiera obliga a ser cautos: si bien los bancos (BROU y privados) se han mostrado proclives a extender el crédito (reperfilando la deuda previa y aportando más para sembrar), los proveedores de insumos tienen más dificultades, entre otras cosas porque no disponen de tantas garantías reales.

El escenario de precios es bueno, aunque con incertidumbres por la fuerte devaluación en Argentina. Más allá de sus veleidades (retenciones, cepos, conflictos), nuestros vecinos siguen siendo un actor clave en la producción mundial de trigo y son el referente regional.

La última zafra fue similar a la anterior y -además- los argentinos concretaron un buen volumen de ventas, de tal manera que su producción no sería suficiente para abastecer a Brasil, su cliente clave en la región. Esta situación, sumada a un leve descenso en la relación stock/consumo global, configuró un escenario alcista para el precio (gráfico). Sin embargo, al devaluar abruptamente su moneda Argentina redujo -automáticamente- sus precios en dólares, con un valor FOB que bajó de 260 a unos 240 US$/ton. Este cambio, sumado a la proyección de una cosecha mayor, le ha puesto presión al precio de la próxima cosecha.

En Uruguay, el precio del trigo disponible está firme y subiendo, ya superando los 260 U$S/ton puesta en molino. El stock está en 250.000 toneladas, de las cuales la industria tiene menos de 100.000 y aún resta medio año de molienda (30.000 ton/mes), por lo que la disponibilidad está muy justa. Para los productores que aguantaron el cereal en los silos el escenario es positivo y -más allá de los costos financieros y de almacenaje- tendrán una retribución interesante. De allí puede surgir parte del financiamiento necesario para recomponer el área. Contrariamente, el precio para la próxima cosecha se ve presionado por la referida devaluación de los vecinos (y en menor medida por la de Brasil). Hoy se ofrecen 180-190 U$S/ton puesta, con los molinos tratando de ubicarse algunos dólares por encima de la exportación, pero hay bastante incertidumbre. Hay que señalar, además, que -a diferencia de la soja- para los productores la posibilidad de cerrar ventas a futuro es muy acotada en el caso del trigo.

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Así, todo indica que si el dólar en Uruguay no acompaña con un poco más de entusiasmo la tendencia en la región, las cuentas del trigo pueden complicarse y esto limitaría la recomposición del área. En trigo, desacoplarse de Argentina no es posible.

En cualquier caso, aún con precios algo menores es razonable pensar que los números del trigo dan como para concretar un área interesante, en especial en el litoral donde los campos son mejores y los fletes menores. Además, las lluvias impidieron la siembra de varios miles de hectáreas que estaban destinadas a colza, las cuales -con un área de cebada ya fijada por las malterías- seguramente pasarán a trigo. Puede estimarse un rango de 220.000 a 250.000 hectáreas.

El trigo es el cultivo más tradicional de la agricultura uruguaya, y exhibe nuevas fortalezas: ha tenido una mejora continua en su rendimiento, promediando 3.000 kg/ha en los últimos años y subiendo (más allá de las consabidas fluctuaciones por el clima). Además, cuenta hoy con más posibilidades de colocación si comparamos con los años previos al boom. Hay más corrales de ganado que demandan grano forrajero, donde el trigo que no llega a calidad panadera tiene un destino interesante. También ALUR, con su producción de etanol, se ha constituido en un demandante estable de cereales, entre ellos trigo.

Para ser sostenible a largo plazo, la agricultura uruguaya no puede depender solo de la soja. Se necesita afirmar el doble cultivo verano/invierno y el trigo allí tiene un rol clave.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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