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La sequía llega a Montevideo

El problema son los costos internos. Poco puede esperarse, a corto plazo, de una revisión genuina y profunda del costo país. Por tanto, es trascendente lo que suceda con el dólar. Uruguay tiene que reducir sus costos en dólares para ingresar en el 2019 con más sustento competitivo. De lo contrario puede empantanarse, y no será por culpa del clima...

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Ing. Agr. Nicolás Lussich.

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Mientras el Parlamento inicia la discusión sobre la nueva Rendición de Cuentas, en el campo los productores transitan un año difícil, en especial para la agricultura, y cavilan sobre las próximas decisiones de producción. Ambos asuntos están vinculados: el gobierno corrigió a la baja la proyección de crecimiento del PBI para este año (de 3,0% a 2,5%) por el impacto de la sequía, algo lógico dada la confirmación de la fuerte caída en la producción de soja (cuadro). Esto limita la posibilidad de aumentar el gasto presupuestal, que -de todos modos- subirá marginalmente porque hay compromisos políticos.

No es la mejor señal para los que toman decisiones de producción, en el campo y en el resto de la economía: con una presión fiscal que aumentó sensiblemente en los últimos años y se ha vuelto poco sostenible, sería bueno que se revisen a fondo los gastos estatales. Pero esto es una utopía: cerca del 90% del gasto está ya comprometido en jubilaciones, salarios e intereses de deuda.

La situación plantea un dilema para los productores y también para quienes financian la producción (bancos, proveedores): ¿se renuevan las decisiones de producción, con optimismo, o se apunta a una estrategia más conservadora? sembrar o no sembrar, esa es la cuestión. Para muchos agricultores que han invertido fuerte en maquinarias e infraestructura, no hay muchas dudas: hay que sembrar de vuelta. En este plano, los datos de los últimos días son alentadores: las siembras de trigo han avanzado bien y -si el tiempo acompaña- las áreas serán mayores que las del año pasado. Lo mismo para el resto de los cultivos de invierno. “La agricultura sigue su marcha”, nos describía un importante empresario del sector agrícola exportador. Dada la gran acumulación de inversiones de los últimos años, la capacidad de siembra y cosecha sigue siendo potente y basta que el clima vuelva a ser normal para que la producción se recupere.

Claro que esto se dará siempre que haya financiamiento. Allí la actitud de los agentes bancarios se ha mostrado razonable para renovar créditos. El BROU extendió a junio las condiciones de refinanciación anunciadas, razonables para la dura situación que enfrentan productores y empresas, que se han quedado sin capital de giro. Se reperfilan las deudas hasta 4 años y se agrega disponibilidad de crédito para no trancar la siembra. De todas maneras, la refinanciación no será sencilla: se hace caso a caso y algunas empresas van a quedar por el camino, no solo productores, sino también servicios conexos y proveedores. Es que la última cosecha sojera fue verdaderamente una catástrofe. Un asunto que preocupa es que todos los bancos actúen con la misma política, porque si hay uno que quiere ir más allá y ponerse más exigente en la recuperación del crédito, puede descalabrar toda la estrategia de refinanciación.

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A mediano plazo, el escenario luce más auspicioso: los precios de los granos se afirman en buenos niveles, más allá de las esperables oscilaciones. Los planes de inversión para el proyecto de UPM avanzan y comenzarán a verse más nítidamente el año próximo. El sector ganadero se presenta positivo, con buenos valores, aunque ciertamente va a sentir la faena anticipada y el invierno.

Lamentablemente el presidente estadounidense Donald Trump no deja de sumar incertidumbres al comercial global, criticando -a puro tweet- las políticas comerciales de otros países, y amenazando con nuevas trabas. Pero -por suerte- China se mantiene incólume con un crecimiento firme y demandando casi todos los productos del campo: ya es principal comprados en granos, carnes y forestación, y seguramente lo será en otros rubros a corto plazo. En los primeros 5 meses de este año, más de la cuarta parte de las exportaciones fueron para China. A pesar de la caída en la soja, el desempeño exportador es bueno (ver cuadro).

El problema son los costos internos. Poco puede esperarse, a corto plazo, de una revisión genuina y profunda del costo país. Por tanto, es trascendente lo que suceda con el dólar: su fortalecimiento es la vía rápida para que la economía uruguaya mejore su competitividad pronto. El dólar subió, pero no mucho: 8,9% contra una inflación de 7,2% en el año móvil a mayo. Mientras, Argentina devaluó mucho más fuerte y Brasil amenaza con devaluar a un ritmo más acelerado. Son datos que pueden complicar los agronegocios: Brasil no solo es un importante demandante, sino también un competidor. También Argentina. Si bien hemos hecho las cosas mejor que nuestros vecinos, esto es un pobre consuelo: somos un país más chico que no puede darse los lujos de los pesos pesados.

Por todo esto, la evolución de los precios relativos es clave: Uruguay tiene que reducir sus costos en dólares para ingresar en el 2019 con más sustento competitivo. De lo contrario puede empantanarse, y no será por culpa del clima.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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