Publicidad

La familia que ha dejado más que una marca

Ningún comienzo es fácil, pero, con los valores intactos, dos jóvenes del interior continúan apostando a la calidad de la industria nacional. Así es la historia de Lucía Goday y Robert Bentancor, fundadores y directores de tranquera.

Tranquera
Lucía Goday y Robert Bentancor, directores de Tranquera

En un mundo en el que mandan las multinacionales y el tejido sintético, una familia apostó a la producción nacional y 100% natural. Tranquera es el fruto de la tradición uruguaya más profunda. Es una marca de indumentaria y accesorios 100% oriental.

Ella de Sarandí del Yí, él de San Ramón. Tienen dos hijas, y la tercera -sin dudas la que da más trabajo- es la marca que comenzó en 2007 con la venta de pantalones y camisas en carpas en las exposiciones rurales del interior del país.

Hoy Tranquera pisa fuerte en el mercado, con 17 locales montados y distribuidos por todo el territorio, pero el contacto directo con sus clientes, muchas veces productores rurales, que acudían a las ferias es algo que sus dueños lo llevan presente todos los días y añoran, sin ser las veces que el puesto se inundó por lluvias inesperadas.

“Tranquera no tiene techo. Cada día es como si fuera el primero. En algún momento se logrará salir de la frontera y que la marca sea reconocida mundialmente. Esa es la idea”, dijeron sus directores Lucía Goday y Robert Bentancor en diálogo con El País.

Lucía Goday nació y se crió en Sarandí del Yí, en el departamento de Durazno. Proviene de una familia de productores ganaderos.
Goday es la diseñadora y fundadora de la marca. Más que de Sarandí del Yí, sostuvo que ella es del campo.

“Mis padres siempre vivieron en el campo y todos los días nos inculcaban el gusto por lo nuestro, por las cosas de nuestro país. Pero me encantaba el diseño de moda; estudié eso y lo primero que pensé fue: ‘Cómo hago para unir el gusto por el campo con la moda. Voy a crear una marca de ropa que tenga esa inspiración, esos valores’”, contó.

De hecho, el logo de Tranquera es la marca de ganado que su bisabuelo paterno utilizaba en el campo.

“Mis padres se sorprendieron cuando les dije que iba a estudiar diseño de moda. Se imaginaron que iba a tirar por algo más tradicional”, recordó.

Poco más adelante se sumó al emprendimiento Robert Bentancor, un mecánico industrial de San Ramón, en Canelones. En aquel momento lo hizo como novio de Lucía. Hoy están felizmente casados y son padres de dos niñas.

“En realidad yo no tengo nada que ver con el diseño ni con la moda. Soy mecánico industrial”, fue lo primero que aclaró (riendo) Bentancor en la charla.

“Caí a la marca porque era en ese momento era el novio, ni siquiera era el marido. Trabajaba en una multinacional que cerró y ahí nos metimos de lleno en la marca, que en ese momento estaba complicada, con un taller de 11 personas”, recordó.

En ese entonces se vendía más de lo que se producía, pero los números no cerraban. Reorganización mediante, en 2011 abrieron su primera tienda en Montevideo, en las calles San José y Río Negro. Poco a poco se fueron agrandando y comenzaron con las franquicias por el interior del país.

“A la gente le gustó el concepto que vendíamos de una familia detrás; de una marca que trata de ser cercana a los clientes; que está enfocada en el servicio, en el cuidado, en la posventa”, agregó.

Representación.

Lo que nunca falló fue la receptividad. De hecho siempre habían más pedidos de lo que se podía producir. “La gente siente que la marca es cercana, que los representa”, contó Goday.

“Me acuerdo que tenía a una profesora que me enseñaba a hacer moldes. Ella me guió por fuera y me dio contactos de personas que cosían. Así empezó. Realmente no conocía. Empecé desparramando telas en varios talleres chiquitos y después logramos abrir el taller propio. Pero cuando entró Robert dijo ‘esto no va más’. Reorganizó y cambió la cabeza de la empresa”, señaló la diseñadora.

Según Bentancor buscaban crear algo más global.

En ese momento se producían solo pantalones y camisas. “Es difícil que una empresa subsista solo con eso. Ampliamos la marca de producción”, señaló.

Hizo referencia a que Tranquera es una de las marcas más fuertes de Uruguay haciendo lana.

“Todo el mundo se vuelca al camino fácil, a lo sintético, a lo importado. Nosotros vamos por el camino más largo. Compramos materiales de primera, importamos el hilado de Italia, traemos lana porque, lamentablemente, en Uruguay no hay lanerías. Producimos buzos de calidad. Si bien pasamos todo le día detrás de esto es lo que nos mantiene en la diferencia”, aseguró.

Lo más lindo de las exposiciones, coincidieron, es el mano a mano con el cliente en un ambiente distendido, por más que sea trabajo.

“Eso genera un vínculo, nos palmean, nos critican. Aprendemos mucho de esas experiencias. El ida y vuelta es lo más rescatable”, explicaron.

Pero además, los clientes que conocieron Tranquera en las exposiciones tienen bien presente a la marca porque saben que no hay ninguna multinacional por detrás. Es una familia que trabaja, que la cuida y que es “un hijo más”.

“Tenemos dos nenas, pero la tercera seguro es la marca. Nos lleva más que nuestros hijos. Eso lo valoran, porque estamos, atendemos y tiene un retorno importante”, concluyó.

Expo Prado.

Como todos los años Tranquera va marcar presencia en la Expo Prado, sumando cada vez un poco más de espacio.

“Empezamos con un local chiquitito, al otro año sumamos un par de metros cuadrados más. Nos afianzamos y hoy tenemos más de 100 metros cuadrados en la Rural que nos permite abrir una tienda como cualquiera. Este año vamos a sumar un sector de tienda de vinos”, informaron.

Una cuesta empinadaNingún comienzo es fácil. Menos siendo del interior, con la familia lejos y sin contactos. Era un mundo nuevo para Lucía y eso hizo que la cuesta fuera más empinada. “Fue bastante difícil hacer conocida a la marca. Tampoco tenía idea de talleres, de cómo producir. No tenía contactos, no tenía a mi gente cerca. Fue comenzar totalmente de cero”, dijo.Era otra época en la que no existían las redes sociales. “Hoy la gente se hace conocer más rápido. Es más fácil mostrarse. En esa época era más trabajoso. Había que recorrer todas las expo del país, armar carpas, que se nos mojara todo. En una Patria Gaucha a las 12 de la noche empezó a diluviar y se nos inundó el lugar. Sacamos mercadería hasta las 3 de la mañana. Eso nos pasaba muy seguido”, contó Bentancor.El logo de Tranquera es la marca que utilizaba el bisabuelo paterno de Godoy.

Cosechar a veces, sembrar siempre: manifiesto de Tranquera

Sin dudas en los orígenes de la Banda Oriental, en los albores de la patria. Apretadas en las valijas de los turcos mercachifles y los comerciantes ingleses; en los vascos más tarde.

El bombacho o bombacha llegó a reemplazar al chiripá y se quedó para siempre en el atuendo criollo. El poncho, en cambio, parece haber nacido de las entrañas mismas de la América antes aún de la llegada de los españoles: el “unca” fue el primero por estas latitudes.
Después, el calamaco, el pampa, el patria.

Fue a fines de 1800 que nació la alpargata. Y entonces de algún modo esta trilogía básica pasó a conformar el atuendo original de nuestros criollos.

Pasaron años, siglos, guerras, chirinadas y patriadas. Europa hizo lo suyo; la Revolución Industrial ya había cambiado el sentido del mundo.

El hombre conquistaba y crecían ciudades como tacuruses. La modernidad brotaba como una primavera indescifrable. El confort empezaba a estirar sus caricias.

La Segunda Guerra Mundial nos volvió ricos por un rato. Después todo cayó. Ya no valió la vaca ni cotizaron alto los vellones. Los fierros de las marcas se enfriaron. Y reponer un hilo era hazaña.

Fue en esos lustros duros, donde todo fue poco, menos la entereza de nuestros mayores. Ahí se vio la raza. La tierra fue lo único de que se disponía; la tierra y el trabajo. Los brazos duplicaron esfuerzo, las cinturas se apretaron las fajas y la esperanza se sentaba a la mesa cada día junto con la escasez. Crecimos del ejemplo de lo digno. De la abundancia que sólo da lo poco.

Y un día, ya muchachas como quien quiere zurcirse los recuerdos empezamos a remendar unas bombachas de trabajo.
Compramos tela y nos hicimos una para ocasiones especiales y luego otra que alguien nos encargó.

Y jugando un juego de ilusiones le pusimos la marca. Y era la marca del fierro del abuelo, la misma que había chamuscado tantas ancas.
Y llevados del ejemplo del viejo cuando volvía airoso de la chacra, hicimos de Tranquera una consigna: cosechar a veces, sembrar siempre.

Lucía Goday

Licenciada en Comunicación por la Universidad ORT (2017) y máster en Dirección de Comunicación Corporativa (2024). Desde agosto de 2020 forma parte del equipo de Rurales El País. Actualmente colabora con la revista de la Asociación Rural y produce el programa #HablemosdeAgro, que se emite los domingos por Canal 10. Además, acompaña a empresas del sector agropecuario en el diseño y la implementación de sus estrategias de comunicación. Anteriormente trabajó como periodista agropecuaria en El Observador y fue productora del programa radial Valor Agregado, en radio Carve.

Publicidad

Publicidad