Las lluvias que llegaron en las últimas horas en distintos puntos del territorio, fueron muy bienvenidas para los cultivos de invierno que se encaminan así, con un panorama promisorio, a la recta final del ciclo productivo.
Tal como ha sucedido en las últimas campañas, del éxito de la agricultura de invierno depende en gran medida el cierre de un ejercicio favorable, especialmente ahora con los precios de la soja deprimidos y la amenaza latente de la chicharrita en el maíz. En 2023, los promedios nacionales que ubicaron al trigo encima de las 5 toneladas por hectárea, marcaron un invierno fabuloso en kilos para el productor.
Una vez más, el panorama permite pensar que se obtendrá una buena cosecha, y con los valores actuales, se puede imaginar una zafra rentable para los agricultores.
En el caso de la canola, cultivo más perjudicado desde el punto de vista climático ya que atravesó grandes episodios de lluvias en su ventana de siembra, las chacras han ido tomando forma y permiten imaginar mejores rendimientos que los que se esperaban. A su vez, la mejora en el precio que ubica hoy la tonelada cercana a los US$ 490 entrega una ecuación más favorable para el negocio del productor.
La carinata por su parte, cultivo nuevo en el país que ha venido acollarado de la colza, registra chacras bien instaladas y con un negocio interesante.
Para la cebada, se espera un área cercana a las 262.000 hectáreas, según números recientes de Urupov, y existe un panorama auspicioso: se esperan buenos rendimientos y el negocio es atractivo, con un valor por tonelada que se ubica en el eje de los US$ 209.
Finalmente está el trigo, que reivindica su posición como el principal cultivo de invierno en superficie, con un área cercana a las 400.000 hectáreas.
Los potenciales de rendimiento, el conocimiento de los agricultores en un cultivo histórico y los valores que pisan los US$ 210, permiten pensar en un invierno satisfactorio, aspecto clave para la ecuación del ejercicio en su conjunto.