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Mejor que llueva

Las lluvias en Uruguay no suelen llegar mansas y parejas, como en escenarios más bucólicos, al estilo neozelandés. Irrumpen y desbordan, causando estropicios y dificultades, algunas serias. Pero siempre es mejor que llueva y el desafío es aprovechar al máximo el recurso hídrico en cultivos y producción animal.

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Más allá del ida y vuelta de los mercados en todos los rubros, las lluvias son el dato excluyente hoy en los agronegocios. Los milímetros acumulados desbordan los pluviómetros de lluvias muy bienvenidas; si bien la sequía ya había quedado superada, las reservas de agua -particularmente en el sur- todavía no tenían carga suficiente para que los productores estén tranquilos. Ahora sí, estamos en terreno de excesos: en varias zonas se acumularon más de 100 y hasta 150 mm en pocas semanas; en algunos parajes de Colonia -muy afectada por la falta de agua el año pasado- se acumularon más de 200 y hasta 300 mm. Las lluvias en Uruguay no vienen parejas sino que irrumpen con episodios desbordantes, complicando a los establecimientos, pueblos de campaña y a las ciudades; pero siempre es mejor que llueva a que no llueva.

El desafío permanente es gestionar bien este recurso hídrico, lo que no solamente pasa por inversiones en riego -que implican afinados cálculos de rentabilidad y disponibilidad de capital- sino estrategias forrajeras, manejo de cultivos e incluso decisiones de diversificación de rubros, etc.. Y en un régimen pluviométrico tan variable, el sector ganadero se destaca con su capacidad compensatoria (buffer), que permite a través del manejo del rodeo reducir esa inestabilidad, gestionando cargas y reservas; por supuesto, esto tiene que ser acompañado de una estrategia comercial que reduzca las incertidumbres. Más que de especular, se trata de estabilizar el negocio en los mejores niveles de rentabilidad posibles.

En este contexto, el Plan Agropecuario aporta información valiosa, que ilustra la significativa mejora en las condiciones forrajeras este verano (y no incluye el efecto de este último diluvio…). Los datos de la Red de Información Ganadera (RING), muestran que tan solo en un año se pasó de una situación crítica a una excelente, y estamos con una disponibilidad de pasto como no se ha visto al menos en los últimos cuatro veranos. El 40% de los establecimientos tienen más de 9 cm de altura promedio de forraje (gráfica).

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Y mientras los pastos levantan, en los mercados -como es habitual- los precios van y vienen. Pero en la economía -más allá de las virtudes de la estabilidad y la reciente reafirmación del Grado Inversor- los costos juegan en contra, con un dólar débil y tipo de cambio real en caída.

El camino es la recompensa.

En cuanto a los destinos de las exportaciones de carne vacuna, la proporción de China se achica, mientras crece el Nafta, más precisamente EEUU, con negocios que se están mostrando competitivos y positivos. Esto ha permitido a la industria frigorífica mantener un abanico de colocaciones amplio, con precios de exportación de la carne vacuna que se sostienen arriba de los 4.000 US$/ton, aunque los volúmenes son menores.

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Se sabe que el sector cárnico no puede depender eternamente de uno o dos destinos y su defensa es la diversificación. Más todavía en un negocio con múltiples productos, aun cuando el origen de todo es el ganado gordo que entra a la faena. Lamentablemente Uruguay no ha logrado concretar acuerdos de libre comercio significativos que impliquen un avance sustancial en el acceso a mercados, lo que no quita que se hayan dado avances interesantes como lo sucedido con Israel, así como las mejores condiciones para el acceso a China en cuanto a plazos de estadía en establecimiento. De manera que no hay un “destino manifiesto” sino que el camino de avances permanentes -aunque parezcan acotados- es la recompensa. Mejor sería el panorama si ayudaran los precios relativos en la economía, pero el escenario es justamente el contrario.

Realmente bajo.

Los precios ganaderos subieron en los últimos meses, en especial la reposición de la mano de las lluvias. También mejoraron los del ganado para faena, aunque la suba se ha frenado y hubo cierta corrección. Como sucede en otras áreas de la economía uruguaya, desde principios de los años 90 los precios ganaderos se nominan en dólares, pero los costos de la economía local -incluyendo el propio costo de vida- se establecen en pesos. Por tanto, siempre es de interés pasar el precio del novillo a pesos y calcular su valor real, respecto al IPC. Este no es un enfoque determinante del negocio, pero es insoslayable para ver la capacidad del producto de cubrir los costos locales, en la producción, la industria, en los servicios asociados y -por supuesto- el costo de vida.

En este análisis, estamos con un precio del novillo que es el mínimo en más de 10 años, una noticia no muy alentadora (gráfica). En dólares el precio no es malo históricamente, pero la flojedad que ha exhibido la moneda estadounidense es notoria, lo que arrastra el cálculo hacia abajo. Muchos de los costos de los establecimientos también están en dólares, más aún cuando hay altos niveles de intensificación con mayor uso de insumos (suplementación, fertilizantes, pasturas sembradas, etc.). Pero otra parte de los costos son locales y allí se expresa con contundencia el atraso cambiario que hoy tiene la economía uruguaya, reconocido incluso a nivel del propio equipo económico.

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Es el costo que se está pagando por la exitosa estabilización de la inflación dentro del Rango Meta del Banco Central. Y dado que esa batalla todavía no está ganada y el Banco Central quiere que bajen aún más las expectativas (que están arriba de la inflación actual), seguramente mantendrá la política monetaria contractiva (alta tasa de interés en pesos) por lo que el escenario de dólar bajo seguramente va a persistir al menos durante todo este año, salvo algún evento imprevisto que no se ve en el horizonte.

De manera que -como siempre, pero especialmente ahora- hay que afinar el lápiz, apostar a la productividad y gestionar bien los riesgos, aprovechando las oportunidades de mercado. En la reposición, la exportación en pie está operando y es sabido que -a la larga o a la corta- esto es presión competitiva para la industria frigorífica, que puede ver mermada la oferta de ganado en la base productiva. Son las reglas de juego competitivas que hace ya décadas se han establecido en la ganadería uruguaya y se asocian a una notoria mejora en su desempeño, aunque a veces duela que no se pueda desarrollar más faena y transformación a nivel local.

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Como compensación, es bastante notorio que los valores en el mercado interno, por el propio atraso cambiario, se han vuelto muy atractivos. Pero allí también opera la libre importación, conteniendo los precios locales. De hecho, los precios al consumo de la carne vacuna en pesos corrientes están hoy en niveles similares o inferiores a los de un año atrás, ayudando en buena medida a la baja de la inflación (dada su alta ponderación en el IPC, 4%). La vaca les gana y ayuda; hay que devolverle los esfuerzos con más competitividad y menor costo país.

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