Febrero arrancó con una secuencia de lluvias que vinieron como oro para el campo. Al mismo tiempo, la pandemia parece frenar su ímpetu, y dar espacio para otras cuestiones importantes de la agenda económica, como las negociaciones comerciales y medidas para la reactivación.
Nicolás Lussich /Ing. Agrónomo MBA / Periodista
El año 2021 arrancó con muchas incertidumbres y preocupaciones, pero febrero parece traer mejores noticias. La acumulación de lluvias importantes y una estabilización en la evolución de la pandemia, traen más optimismo, en un escenario -de todas formas- aún muy preocupante en términos de actividad económica y consecuencias sociales.
En este contexto, el presidente Lacalle Pou comenzó a activar contactos diplomáticos en la región, con una importante visita al presidente brasileño Jair Bolsonaro. No era una parada sencilla por las dificultades que ha tenido el bloque a diversos niveles y también -claro está- por ser Bolsonaro una figura controversial dentro y fuera de su país.
El resultado de la reunión fue auspicioso, aunque no se puede hablar de avances concretos. En un diálogo informal, acompañados de los cancilleres Francisco Bustillo y Ernesto Araújo, los presidentes hablaron, entre otros temas, de la posibilidad de flexibilizar las condiciones de negociación del Mercosur, algo que fue ratificado por el propio Bolsonaro en conferencia de prensa posterior.
Que Uruguay tiene que mejorar su inserción comercial es un diagnóstico de amplio consenso, aunque no todos le dan el mismo sentido de urgencia. Pero el tiempo pasa y seguimos igual, lo que implica -en realidad- estar peor: otros países avanzan en nuevos acuerdos, se van cumpliendo plazos de pactos ya establecidos (por ejemplo por parte de Nueva Zelanda y Australia, competidores directos), y mientras el Mercosur quieto. Por si fuera poco, la pandemia ha aumentado la distancia entre el ritmo de crecimiento de China y el resto del mundo, lo que hace aún más clara la necesidad de flexibilizar las negociaciones. Los datos del comercio son elocuentes (gráfica).
Todo esto no implica que Uruguay “se corte solo”, algo bastante poco plausible y hasta inconveniente. La esperanza es que el propio Brasil (que también está con serios problemas de inserción comercial) abra también para sí la flexibilización. Si lo hará o no, veremos.
Agua, por fin.
Febrero también trajo abundantes lluvias y es una de las mejores noticias que puede haber recibido el campo y la economía. La situación ya era crítica en varias zonas, que venían secas desde el verano pasado. Hubo algunos episodios previos, pero no tan contundentes como el del pasado fin de semana.
El impacto en el crecimiento de pastos y cultivos en primavera, ya no se revierte, pero los cultivos de soja de primera -que se hicieron más tarde, precisamente para eludir la seca- así como los cultivos de segunda de soja y maíz, van a aprovechar bien las lluvias. Los maíces de primera están más afectados.
Las lluvias afirmaron los precios de los ganados, que van a tener más pasto, con las aguadas en vías de recuperación. Las previsiones de la Universidad de Columbia aún marcan una mayor probabilidad de lluvias menores a lo normal en el trimestre febrero-abril, para casi todo el territorio, pero todo indica que se cambió la pisada en cuanto al clima.
Pandemia y economía.
Febrero también arrancó con un escenario más auspicioso respecto a la evolución de la pandemia, luego de que la ola de contagios que comenzó en octubre-noviembre llegara a niveles muy preocupantes. Todo indica que las medidas implementadas desde el gobierno nacional en los días previos a las fiestas y posteriores, así como el buen grado de acatamiento y compromiso de la gente, surtieron efecto.
Lo clave es que esto no motive -otra vez- a los uruguayos a bajar la guardia: hay que continuar, más que nunca, con los protocolos, distanciamiento, uso de tapabocas, mantenimiento de la burbuja familiar, etc., sin generar situaciones de riesgo.
La evolución de la pandemia va de la mano con la economía, y lo que en un principio se contraponía (para combatir el virus, había que reducir la actividad), hoy se ve de otra manera. Para recuperar el turismo, hay que superar la pandemia; para preservar a la industria alimentaria exportadora (p. e. frigoríficos) hay que cuidar que no se extiendan los contagios. La llegada de las vacunas está cada vez más cercana, pero se sabe que no es una solución de un día para el otro. Tampoco esto tiene que llevar a bajar la guardia: es clave que la vacunación se inicie con la epidemia controlada.
Del éxito en el control del virus y la vacunación dependerá la recuperación de la economía este año. Las lluvias ayudan, pero la temporada turística viene muy mal y la recuperación del comercio será lenta. Ante este escenario, se abrió la discusión acerca de la necesidad de impulsar la economía con una política fiscal más laxa, aumentando el gasto en obras de infraestructura que generen empleo a corto plazo y mejoren la competitividad a largo plazo. Así lo ha planteado el Dr. Ignacio de Posadas, ex ministro de Economía. El economista Pablo Roselli (de Exante) enfatiza en el apoyo que puede dar la política monetaria, con una tasa de interés aún menor a la actual, para impulsar la economía. Desde la izquierda se ha insistido reiteradamente con políticas de este tipo, aunque más volcadas a lo social.
En realidad, las obras de infraestructura de amplio alcance y relevancia pueden bien ser catalogadas como gasto social: carreteras, puertos, comunicaciones, energía, son todas mejoras sociales amplias, con la virtud de no “nominar” beneficiarios directamente (algo siempre delicado, por el riesgo de clientelismo). Obviamente, ayudas directas se precisan y están aumentando, pero también es necesario pensar en el conjunto de la economía y a largo plazo.
En cualquier caso, el equipo económico se ha mostrado más cauto: con la economía cayendo más del 5% en 2020 y con un déficit fiscal del 6%, se inclina por “llevar las riendas cortas” e ir paso a paso, sin grandes anuncios. Es que una vez abierta la canilla del gasto, es difícil cerrarla…
Más allá de lo que pueda hacerse fronteras adentro, buena parte de la suerte que corra la economía uruguaya y los agro negocios este año dependerá de lo que suceda fuera. En este plano, China se afirma como la gran locomotora del crecimiento mundial: así era antes de la pandemia, luego de ella mucho más. El grado de sofisticación, escala y eficiencia que ha alcanzado el gigante asiático en su desempeño económico es impactante. Para Uruguay, es el principal destino general de las exportaciones (en el mapa adjunto, Asia es principalmente China) y va por más: en el primer mes del año aumentó fuerte las compras de lácteos y apretó el acelerador en las compras de carne ovina, entre otros rubros. Y se afirma, por supuesto, en carne vacuna y granos. Después de Brasilia, Beijing debería ser una de las próximas escalas.