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Luces y sombras en la ganadería

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La presión social que se ha generado en torno al cambio climático ha motivado una serie de modificaciones relevantes en la forma que encaramos la producción de alimentos y en particular la ganadería. Si tuviéramos que elegir un mojón que dio inicio a este cambio de paradigma, sería sin duda, el documento desarrollado por FAO denominado, “la larga sombra de la ganadería” publicado en 2006. Si bien esta institución ha venido desandando mucho del camino que esta publicación desencadenó, gran parte del daño en realidad ya está hecho.

La ganadería ha sufrido una especie de cacería de brujas los últimos 10 a 15 años, quitándole el foco a la principal fuente del problema como son las emisiones del sector del transporte. Paradójicamente, Uruguay uno de los países más verdes del planeta, quien de hecho ostenta un balance de CO2 negativo, también ha sufrido las consecuencias de esta embestida. Cargado más de ideología que fundamentos técnicos, este documento incluyó entre sus recomendaciones desestimular la producción y el consumo de carne. Actualmente, esta institución parece estar promoviendo un cambio en la narrativa donde la ganadería finalmente comienza a ser percibida, ya no como el problema, sino como parte de la solución.

Esto, que fue repetido varias veces por autoridades uruguayas y fue el hilo conductor de la Conferencia Regional para la Transformación Sostenible de la Ganadería realizada en Punta del Este, esperamos percole en el imaginario colectivo y sea adoptado como parte del discurso común de los organismos e instituciones multilaterales.

Por otra parte, parafraseando al ministro Mattos, no todo ha sido negativo y quizás esta presión que hemos sufrido, ha servido para mantener nuestros sentidos alertas y exigirnos al máximo. Hoy nuestra ganadería, se mueve en las esferas de la excelencia en términos de seguridad alimentaria y sostenibilidad y va camino a ello en lo productivo. Resulta tremendamente reconfortante escuchar de boca de técnicos y speakers internacionales las bondades de la ganadería uruguaya en términos de producción sostenible e institucionalidad.

Un ejemplo claro de ello fue la capacidad (casi inmediata) que ha demostrado Uruguay para lanzar un programa de certificación de carne libre de deforestación. Uruguay es uno de los únicos países del mundo donde su monte nativo no sólo no se encuentra en riesgo, sino que crece y ello responde a las políticas públicas asociadas a la conservación de recursos, pero en gran medida a la producción responsable que nuestros productores desarrollan día a día.

Uruguay, a pesar de su pequeña participación en el concierto internacional está llamado a ocupar un rol ejemplar y la historia así lo confirma. Este fue el caso de la célebre Ronda Uruguay del GAAT en 1995 que mencionaba el embajador Valles en el cierre del evento. Hoy una vez más, hemos estado a la altura de nuestra rica historia, albergando un evento que esperamos pueda ser considerado algún día como el punto de inflexión para la producción ganadera sostenible. Parece entonces al menos justo que haya sido aquí la primera sede fuera de Roma donde se desarrolla este evento.

Financiación sostenible

Fue también motivo de gran orgullo escuchar a las autoridades del MEF describir la estructura elegida para el bono sustentable, donde al igual que en la salida de la crisis de 2002, Uruguay fue precursor de mecanismos financieros innovadores que hasta el día de hoy son estudiados como casos de éxito a nivel académico en todo el mundo.

El mérito que tiene este particular instrumento de financiación no sólo refiere a una reducción de la tasa, sujeto a objetivos medioambientales del acuerdo de París, sino a un diseño cuidadoso que ha permitido alinear incentivos con inversores, en función de evitar castigos en base a incumplimientos. Esto resulta fundamental, dado que entre otras cosas favorece la capilaridad en el sector financiero local mediante beneficios tributarios o estimulando el crédito verde.

Efectivamente, aunque parezca ciencia ficción, existe hoy en Uruguay un claro hilo conductor e incentivos alineados entre el sector privado y el Ministerio de Finanzas, donde proyectos que promuevan la reducción de la intensidad de emisiones de metano, contribuyen directamente con la capacidad del gobierno de financiarse a menores tasas. Nada más y nada menos.

Futuro promisorio.

En la gran mayoría de los eventos de este tipo, donde suele predominar la presencia de organismos multinacionales, burócratas y políticos, suele quedar la sensación que el contenido, aunque rico, termina quedando confinado a lo discursivo y expresiones de deseo, pero difícilmente se traduce en políticas públicas y menos aún en acciones concretas de los verdaderos protagonistas como son los productores ganaderos. Me permito diferir en esta oportunidad y festejo la participación de gran cantidad de actores directos de la actividad agropecuaria uruguaya. Creo que este es el verdadero aporte que Uruguay le ofrece a la comunidad internacional donde no sólo nos reconocen por nuestros avances y ejemplar arreglo institucional, sino que efectivamente nos encontramos “haciendo trillo” en la difícil tarea de integrar la producción de alimentos y el cuidado del medioambiente.

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