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El aguante agropecuario

La seca pasó y dejó su marca en la economía, pero viene lluvia en exceso, variaciones climáticas extremas que llegan para quedarse. El que varía poco es el dólar, que sigue chato y complica a los agronegocios

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Como era de esperar, la economía uruguaya cayó de manera significativa en el segundo trimestre, básicamente por el efecto de la sequía en la producción agropecuaria (principalmente en la producción agrícola), y también por el impacto en la generación de energía. El PBI total cayó 1,4% respecto al primer trimestre desestacionalizado (el dato del primer trimestre se ajustó al alza 0,4%) y cayó 2,5% interanual (comparando con igual período de 2022). El PBI del agro cayó 27.4% y el de la energía 11,8% (cuadro).

Uruguay ha ampliado su capacidad de generación en nuevas energías renovables, pero sigue teniendo una importante base en la tradicional energía hidroeléctrica, que se vio afectada por la sequía e implicó más importación de productos fósiles para generar electricidad. La electricidad de las represas es toda propia, suma al PBI, pero la fósil implica importaciones (menos producción local).

Respecto al agro, el principal impacto de la sequía se dio en la agricultura, pero también afectó, obviamente, a la producción ganadera, tanto en la producción de carne como en la lechería. Hubo menos kilos y litros, y los que lograron mantener la producción fue a costa de suplementación con granos, que llegaron en su mayoría desde el exterior (como el petróleo).

También hubo una caída interanual en la construcción, en la medida que ya culminó la actividad en la planta de UPM 2 y sus proyectos conexos. Hay más construcción vial y de viviendas, pero no alcanzaron a compensar totalmente lo anterior. Probablemente lo hagan con mayor contundencia en el segundo semestre, cuando también se comenzará a ver más nítido el aporte de la nueva producción de celulosa, el aumento de la faena y de la remisión de leche; pero por ahora los datos son negativos.

Al mismo tiempo, se está dando un aumento en el consumo de los hogares, lo que impulsa los servicios en diversos planos, tanto en el comercio como en los servicios de salud y educativos, así como transporte y comunicaciones. Esto se explica por el aumento en el empleo y en el salario real, por la fuerte caída en la inflación.

Las circunstancias actuales de la economía uruguaya son difíciles, pero la sequía ya terminó y se espera una recuperación interesante ya a partir del segundo semestre y particularmente en el año 2024. Este año 2023 la economía estará peleando el empate, pero el año próximo puede haber un crecimiento de hasta 4%.

Agricultores de fierro

El impacto de la sequía en la producción de granos fue terrible, con una caída histórica en las cosechas. Sin embargo, sorprendiendo a propios y extraños, la agricultura uruguaya sigue adelante, con un área de invierno que si bien tuvo cierta caída ha logrado instalar un área muy interesante de cultivos, con buenas proyecciones de cosecha de trigo y cebada. Si el Niño no hace muchos berrinches tendremos una muy interesante cosecha a partir de noviembre (aunque los últimos informes climáticos aumentan las probabilidades de excesos hídricos).

Asimismo, las proyecciones de siembra para los cultivos de verano plantean áreas iguales o incluso superiores a la zafra pasada. A lo que ya hemos analizado en estas páginas respecto al maíz, hay que agregar proyecciones positivas en el caso de la soja, el principal cultivo, que estaría aumentando el área para llevarla a 1 millón 300 mil hectáreas, lo que sería el máximo de los últimos 10 años. Una mención aparte y destacada merece el arroz, que está atravesando un excelente momento de mercados; de tal manera que llegan compradores a pedir arroz uruguayo pero -el de esta zafra- ya está todo vendido. Los arroceros necesitan más agua para llenar las represas y poder plantar al máximo; el clima los está ayudando.

Proveedores de insumos, agroindustrias y agentes financieros han incorporado que la sequía es cosa seria, pero es un episodio transitorio y -vuelta la normalidad climática- la agricultura retoma actividad y capacidad de crecimiento, repago e inversión. Es uno de los sectores más dinámicos de la economía y así lo está mostrando. Logró remontar la seca y ahora se apresta a remontar otra pesada carga con el resto de los sectores productivos: el atraso cambiario.

PIB

A medio camino

El dólar a nivel global tiene ciclos, y cuando se debilita -en general- los precios internacionales de los diversos productos tienden a subir. Por el contrario, cuando el dólar se fortalece los precios internacionales en dólares tienden a bajar; es lo que sucede hoy y las excepciones confirman la regla. Una excepción es el caso del petróleo, que está tocando máximos en más de un año, por los recortes de producción de la OPEP y Rusia.

A su vez, se está dando un flojo desempeño de la economía china, lo que está debilitando la demanda global de muchos productos -en especial granos- y los precios bajan, mientras la moneda china (el yuan) también se debilita frente al dólar, tocando mínimos en 5 años.

Sin embargo, en varios países de la región el dólar no sigue la misma trayectoria que en China (y en cierta medida en Europa), porque los bancos centrales han establecido políticas monetarias contractivas para bajar la inflación, caso de Brasil y Uruguay.

Dichas políticas contractivas han tenido notorio éxito: la inflación bajó de manera contundente (gráfica) y, por eso, existe la expectativa de que el Banco Central procese un descenso más claro en la tasa de interés, lo que daría más espacio a una eventual suba del dólar, aunque esto no sería automático.

Es bastante obvio que el descenso de la inflación tiene en la caída del dólar una de sus principales explicaciones. El dólar muestra una baja interanual de casi 7% en setiembre y el atraso cambiario se estima en 10 a 15%, por el propio Banco Central. Es cierto que muchos insumos, en especial en la agricultura, también han caído en dólares; pero el componente de mano de obra y servicios está en pesos y se ha encarecido notoriamente.

Se discute en qué medida eso se debe a la propia política monetaria (tasa alta) o al ingreso de capitales y dólares por comercio exterior. Esta última explicación ha perdido pie, en la medida que la seca hizo caer las ventas al exterior y -además- la situación en Argentina “absorbe” dólares a rolete, de uruguayos que cruzan los ríos a consumir en el país vecino.

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A su vez, es cierto que Uruguay tiene grado inversor y buenas condiciones para el ingreso de capitales, pero esto no es suficiente para explicar el atraso cambiario actual. De tal forma que ya hay economistas que plantean que el BCU debería bajar la tasa al 8% o menos. Es que la inflación ha caído tan abruptamente que -en términos reales- la tasa actual es mayor que hace unos meses atrás, cuando llegó al máximo nominal de 11,5%. Hay que recordar -por otro lado- que hace un tiempo largo que el Banco Central no compra dólares en el mercado, una decisión que puede juzgarse como radical y busca hacer más efectiva la política monetaria. Hace tiempo que no se registraba una ausencia tan prolongada y -dados los tiempos políticos- es probable que la situación no varíe sustancialmente hasta fines del año que viene; el dólar bajo encarece los costos de producción, pero eleva la capacidad de consumo, como se ve en los datos de PBI, y esto tiene rédito político. El problema es el daño que esto puede implicar para el empleo y para el ahorro (en su mayoría en dólares).

Sin embargo, desde el Banco Central no solo miran la inflación al día de hoy, sino las expectativas de inflación, que bajaron pero en menor medida. En particular, observan las expectativas empresariales, que finalmente comenzaron a ceder pero de manera muy lenta (los empresarios estiman una inflación del 7,5% para los próximos 12 meses, mientras los analistas la ubican por debajo del 6%).

Según las palabras del propio presidente del Banco Central, Diego Labat, el Banco Central insistirá con una política monetaria contractiva (tasa de interés relativamente alta), hasta que las expectativas también bajen. “No queremos quedarnos a medio camino en la lucha contra la inflación”, específico. El problema es que los que pueden quedar a medio camino son los productores ¿Aguantarán?

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